HISTORIA DE LOS ENCIERROS DE TOROS EN VILLAFÁFILA

 

 

Los encierros y corridas de toros han sido un elemento principal de las fiestas de Villafáfila desde hace siglos. Estos festejos tradicionales siguen congregando al vecindario del pueblo y de los de alrededor, viviéndose con verdadero arraigo popular.

No se puede precisar el origen de los mismos, aunque por tradición popular se cuenta que se remontan al tiempo de los Reyes Católicos. Aunque las primeras noticias documentales se recogen a mediados del siglo XVI, la tradición oral puede no estar descaminada, pues la presencia del rey don Fernando el Católico en la villa mientras negociaba la Concordia de Villafáfila con su yerno el rey Felipe el Hermoso, sobre la sucesión de los reinos de Castilla, en junio de 1506 es suficientemente conocida de historiadores y cronistas[1]. Es muy probable que, durante sus estancias, que duró una semana, fuera obsequiado por parte del concejo con la corrida de algún novillo. El hecho de que los encierros se corrieran en el siglo XVI el día de San Juan, coincidiendo con las fechas de la permanencia del rey en la villa, pues la llegada de la corte del rey Fernando a Villafáfila se debió de producir el día 22 de junio, según reseña Zurita:

“estando el Rey en Villafáfila a veynte y tres del mes de Iunio”,

y permaneció en la misma por lo menos hasta el día 27 en que se firmó la Concordia en la iglesia de San Martín, pueden apoyar esas conjeturas. Además, era habitual recibir a los reyes con suelta y corrida de algún toro, como hizo esos días el Conde de Benavente, don Alonso Pimentel con los jóvenes reyes Felipe y Juana, que eran sus huéspedes en el palacio de La Mota, mientras esperaban la firma de la citada Concordia. Así nos lo cuenta Fernández de Retana, siguiendo al cronista Gómez de Castro:

Celebráronse con motivo de la llegada del Rey Felipe, grandes festejos en Benavente, que duraron quince días. Ocurrió en uno de ellos un curioso suceso. Llegó Cisneros a la plaza de la ciudad con parte de su séquito, a tiempo que iba a dar comienzo la corrida de toros, a la que asistía el Rey Felipe y toda la corte. Habíase ya tocado la señal de salida del toro, cuando pasaba el Arzobispo por medio del ruedo, y apareció delante de él el bravo animal. Cisneros prosiguió caminando sin inmutarse, con su paso resuelto y firme, mientras los de su séquito procuraban ponerse a salvo, no sin que algunos fueran revolcados aparatosamente por la bestia, y más hubiera ocurrido, sin la intervención de los ministros reales, que dieron muerte al toro.

Llegado Cisneros al estrado del Rey, preguntóle Felipe riendo, - si se había asustado. A lo que respondió el Prelado sencillamente:- que no; pues siempre confío en la ayuda de los ministros regios. Y dirigiéndose al conde Pimentel le dijo: - que amonestase seriamente a sus alguaciles, para otra vez: tuviesen más cuenta con la vida del público. A lo que replicó aquel riendo: - en cuanto se toca a la salida, señor, ya no hay más recurso que salvarse el que pueda”[2].

Pero los datos ciertos sobre las fiestas taurinas que se conservan en la documentación que he manejado como ya se apunté son de mediados del siglo XVI. La primera referencia, aunque indirecta, es del año 1538, cuando en un cuaderno elaborado por un enviado de la corte del Emperador para la averiguación del valor de las alcabalas de la villa y tierra se anota:

pareçe por la ynformaçion que en el año de quiºs y treynta y ocho fue rrematada la carneçería de la dicha villa en Alonso Sanchón, vº de la dicha villa, con que pagase de alcavala veynte y ocho myll mrs y quatro myll para un toro ... y del toro pierda ma mytad después de muerto[3].

Durante todo el Antiguo Régimen, y por lo menos hasta 1858, los toros o novillos que se corrían eran traídos por el obligado de la carnicería, como una de las condiciones para su concesión. La carnicería, como la abacería (pescadería) y las ventas en general eran monopolio concejil, y todos los años el regimiento las subastaban al mejor postor, al que se le adjudicaba la exclusiva del abasto de la carne o del pescado a la villa, y servía su oficio en la carnicería situada en los bajos de la Casa Consistorial. Entre las condiciones de la postura se encontraba la de:

traer la corrida de novillos y cerrar la plaza por su cuenta”, como figura en el contrato de 1830[4].

Como dije antes los toros se corrían el día de San Juan, 24 de junio como indica en un testimonio de un vecino de Villafáfila en un pleito entre la villa y su primer señor particular, el Marqués de Távara, en el año 1546:

que don Bernaldino Pimentel tenía una casa vieja en la plaza que antes era del conde de Benavente donde se encerraban los toros cuando se corrían por el día de San Juan”[5],

esta casa es el posteriormente llamado Palacio del Duque, que estaba situado en la parte nueva de la plaza mayor.

Durante muchos años siguieron celebrándose en esas fechas pues en las cuentas del concejo de 1577 figura una partida sin data concreta, pero situada entre el viernes antes de San Juan y la víspera de San Juan, en la que el Procurador General de la villa anota:

más pagué 12 mrs a uno que quitó las piedras de la plaza para el toro”,

por lo que se deduce que todavía el toro se corría el día de San Juan, en la Plaza.

Con la profesión por parte del concejo de un “Voto de Villa”, esto es una promesa solemne por parte del concejo, en honor de San Roque, coincidiendo con una de las epidemias de peste que azotaron la villa en el siglo XVII, se debió trasladar la corrida al día 16 de agosto, seguramente coincidiendo con unas fechas en las que las labores de siega y trilla estaban ya finalizando.

Los testimonios de la fiesta siguen siendo indirectos, y apenas si dejan huella en los diferentes libros de cuentas del regimiento, pues ya he dicho que el concejo no se hacía cargo de traer los novillos, pero sí de los refrescos que se daban a las autoridades, tanto civiles como religiosas, que participaban en la fiesta, por lo menos desde el siglo XVIII.

Así en las cuentas del ayuntamiento del año 1738 figura una partida de gastos de la fiesta de San Roque, entre los que se recoge:

Refresco 34 Reales. Tres libras de bizcochos, un cántaro y medio de vino al cabildo y ayuntamiento el día que trajeron los novillos”.

Esta costumbre se mantuvo con el tiempo, pues las autoridades se congregaban en los balcones de la Casa Consistorial, para presenciar la corrida, y en las cuentas de 1819 se apunta en el mismo capítulo:

refresco en la víspera y día de la fiesta y el de la concurrencia de los Novillos reducido a Limonada, Bizcochos y Almendras”.

Cuando el control de las cuentas municipales por parte autoridades políticas provinciales de hace más severo, el ayuntamiento tiene problemas para que le sean aprobadas estas partidas, y en el año 1831 el ayuntamiento saliente solicita al Señor Intendente de Zamora, un antecedente del gobernador civil, que se le tomen en cuenta varias partidas, entre ellas

cien reales de los refrescos de dos días en San Roque para obsequiar a la autoridad, sacerdotes y particulares de categoría, que se reúnen para la función de novillos del día del Santo”.

Hasta mediados del siglo XIX la corrida se celebraba en la Plaza Pequeña o del Reloj, y el toril estaba junto a la escuela de las niñas. El año 1852 el ayuntamiento aprueba en sesión que:

por cuanto el cuarto del toril está junto a la escuela de las niñas y es donde se guardan los ganados perdidos y donde se encierran los novillos y tiene la tapia caída, que se levante a la altura de la escuela y de la casa de don Ramón Ruiz, para hermosear la plaza principal”.

Pero la Plaza del Reloj se quedaba pequeña y en el año 1858 el carnicero, encargado de traer los novillos, hace una petición al Ayuntamiento el día 8 de agosto:

aproximándose la corrida de novillos para la festividad de San Roque por el abastecedor de carnes frescas, de quien está a su cargo dicha corrida, ha dado parte de no encontrar dicha corrida de novillos, si no se hace dicha diversión en la Plaza Mayor, para de este modo evitar los daños que se podrían ocasionar al ganado y particularmente a todos los concurrentes a dicha diversión. Se acuerda que sea en la Plaza Mayor donde la gente estará más cómoda que en la chica”.

Plaza del Reloj o Ayuntamiento

Fiestas de San Roque en la Plaza Mayor década entre los 20 al 40 siglo XX

 

Este debió de ser uno de los últimos años en los que el carnicero se encargaba de traer los novillos, teniendo que hacerse cargo de ese menester el ayuntamiento, ante el entusiasmo de la gente, que, de contradecirlo, podría ocasionar funestas consecuencias.

Así en el año 1863, en el libro de Actas de la corporación figura esta reseña:

siendo costumbre dar una novillada y no teniendo fondos la municipalidad para los gastos y evitar las consecuencias que pueden ser y resultar de no haberla, visto el entusiasmo que tiene el vecindario por esta diversión, se destina el tres por ciento de los arriendos de los consumos (unos mil reales) para contratar la novillada con el ganadero D. Agustín Rodríguez de Fuentes de Ropel”.

Ya en esa época era necesario solicitar permiso gubernativo, pues en la sesión celebrada por el Ayuntamiento el año 1865, el 9 de agosto se anota:”

se celebra en San Roque novillada y fuegos, se acuerda pedir permiso al gobernador”.

El arraigo popular de los toros en esa época era tan grande que los vecinos no consentían que faltara la fiesta, y, cuando tenían dudas sobre su celebración, la exigían ante el Ayuntamiento, con vehemencia, sobre todo en tiempos de revolución cuando era fácil que las concentraciones derivaran en tumultos, como se hace constar en el Libro de Actas del Ayuntamiento de 1873, en la sesión celebrada el 8 de agosto:

La función de San Roque se celebra por voto de villa y siendo costumbre lidiar una novillada en dicho día, que el vecindario en general reclama con demasiado entusiasmo, y que, si el ayuntamiento no la proporciona, como es sabido, se promueven diferentes arrebatos sobre el mismo, y se cometen atropellos y desgracias de funestas consecuencias. A fin de evitar éstas, convendría muy mucho acordar lo conveniente para proporcionar dicha novillada y poder continuar la costumbre tan antigua, cumpliendo de este modo el solemne voto hecho por nuestros antepasados, con lo que se complacerá al vecindario. Mas, como no existe cantidad alguna presupuestada para satisfacer los gastos de la función, y la afluencia del vecindario reclama con demasiado entusiasmo la novillada, sin que haya medio alguno de podérsela negar sin originarse graves desgracias, se hagan los gastos de la novillada, fuegos artificiales y demás que se originen".

El año 1879, en plena Restauración, el Ayuntamiento recibe el favor de don Marcelino Trabadillo, Relator de Tribunales, hijo del pueblo y residente en Madrid, gran terrateniente de la comarca gracias a las adquisiciones de bienes procedentes de la Desamortización, de proporcionar la novillada a un precio menor del coste real, y así consta en el acta del 27 de julio de ese año:

Se acuerda agradecer a don Marcelino Trabadillo, residente en Madrid y accidentalmente en esta villa, la concesión de la novillada que se ha de lidiar el día 16 de agosto, de su propia ganadería por la cantidad de quinientas pesetas y treinta para el vaquero, y darle las gracias porque ha relevado al municipio de mayores gestiones para ver de proporcionar la novillada”.

Al año siguiente 1880, el regimiento toma la decisión de encargar con tiempo la adquisición del ganado, sin esperar a que el pueblo lo demande con vehemencia, y en sesión celebrada el 4 de julio comisionan al secretario para buscar los novillos:

se celebra la función al Glorioso San Roque como viene de costumbre de tiempo inmemorial, así como lidiar ese día una corrida de novillos... se acuerda que se contrate la novillada con antelación con cualquiera de los ganaderos que se conocen más cercanos a esta población y evitando, de este modo, las dificultades de hallarse dicha novillada por aguardar a las vísperas d la función. Para contratarla que pase el secretario don Pablo Rodríguez a Fuentes de Ropel y vea si conviene contratar la novillada por dos mil quinientos reales, y si es posible por menos, atendiendo a la cortedad de fondos de este ayuntamiento”.

Parece que en estos años finales del siglo XIX se corrían vacas pues el 17 de julio de 1887 se lee en las actas, refiriéndose al día de San Roque:

en cuyo día se ha de lidiar una corrida de vaca, que se contrate la novillada para satisfacer los deseos del vecindario y se compren algunos fuegos artificiales”.

Pero cada año eran más caros los novillos pues el año 1888 valió la novillada 750 pesetas.

Lo mismo que el año 1892, y las quejas de los ediles sobre la dificultad de proporcionar los toros son frecuentes, como se anota este último año, cuando se acuerda comisionar a un concejal para que contrate los novillos, pero en lugar más alejado de la villa:

Que don Gervasio Calzada, regidor, pase a Rioseco, a buscar y tratar la corrida de vacas para el día de San Roque, siempre que el ganado y precio convezcan”.

Pero el pago se efectuaba a toro pasado, pues el 11 de septiembre se acuerda

pase don Felipe Gómez, concejal a Rioseco a entregar 750 Pts. al dueño de os toros por la novillada de San Roque”. Ese año los festejos habían resultado accidentados pues se murieron dos reses durante el encierro[6].

El desarrollo de la fiesta ha variado a lo largo de los siglos. En el siglo XVI se habla del toro, por lo que es de suponer que se trataba de un festejo de animal único que se corría por la plaza o calles al estilo de los de Benavente.

A partir del siglo XVIII ya se documenta “la concurrencia de los novillos”, que se traían con cabestros, guiados por caballos, desde las dehesas circundantes, de Fuentes, de Benavente, etc., y para recibirlos salía el vecindario a los caminos, para ayudar los que tenían caballo y para demorar y entorpecer su encierro en el pueblo los vecinos de a pie.

El festejo quedó establecido de manera que el día de Nuestra Señora, el día 15 de agosto, se traían cuatro o seis novillos o vacas, según los años, y se encerraban en el Toril, que varió de ubicación muchas veces, desde la calle de la Magdalena a la Plaza del Reloj o la Plaza Mayor.

El día de San Roque, temprano, se les abría la puerta y se les soltaba por el campo y se les corría con caballos y caballistas con sus picas como única defensa. Por la tarde se le traía al pueblo y se les toreaba en la Plaza. Entraban por la Calle de la Magdalena, y allí se ponía la gente de a pie con palos y cachas para espantarlos. Cuando querían que no entraran se hacía la llamada “pared de carne”, esto era una fila muy compacta de personas con palos que evitaban el paso de los toros.

A principios de este siglo, sin concretarse el año, hubo una ocasión en que el consistorio no contrató los novillos. Llegó el día de San Roque por la mañana y a gente se aglomeró con los ánimos exaltados a la puerta de don José Santiago, don Pepe el Cervato, el cacique del partido Conservador, que tuvo que salir por la parte de atrás, saltando por las tapias, a contratar los novillos que se corrieron y torearon el día 17 de agosto, quedando instituida, de esta manera, la fiesta de San Roquito. Desde entonces, la corrida por el campo se hacía el día de San Roque todo el día y la lidia en la Plaza tenía lugar el día de San Roquito.

Los encierros han dado lugar a leyendas, lejanas en el tiempo y difícilmente constatables:

· como la del toro que vino a la procesión de San Roque.

 

· o la de otro toro que iba derecho a entrar en la iglesia de San Martín y desbarró a la puerta.

 

·  y anécdotas más cercanas como la entrada de un toro en casa de la Sra. Bernarda “la Matacristas” en 1923.

 

· o la de Quico “Matamoros”.

 

· o la del “Bar Ciclón”, que dieron lugar a cantares populares que todavía se conservan en la memoria de los mayores.

En 1934 se construyó una plaza de toros de tapial en el Prado de los Llamares, cuyos restos aún perduran, junto al Centro de Interpretación "El Palomar", y allí se encerraban los toros el día de San Roque sin necesidad de tener que meterlos en el pueblo.

Plaza de  toros en el lugar del prado de los Llamares

Encierro por el campo

 

Durante la Guerra Civil 1936-39 se suspendieron los encierros y se reanudaron en la Posguerra.

Una de las tradiciones ligadas a los toros era la costumbre de pedirlos el día de Santiago a la puerta del alcalde. La víspera por la noche acudían a dormir a casa los menestrales y criados que estaban en plena tarea recolectora y que por las noches se quedaban a dormir en las eras. El día 25 salía la gente a la calle con cencerros a pedir los toros por las calles, entonando coplas y cantares compuestos al efecto, con ritmo de jota, algunas de cuyas letras se conservan:

"Nos quieren quitar los Toros

para hacer un artesiano.

Nosotros queremos toros,

aunque agua no bebamos.

Otro toro y olé,

otro toro y olá,

otro toro, que este es malo.

¡Muera el que quiera quitarlos!

Nos quieren quitar los toros

para hacer unas escuelas.

Nosotros queremos toros,

aunque los niños no aprendan.

Estribillo

Nos quieren quitar los toros

para limpiar los regatos.

Nosotros queremos toros,

aunque nos coman los sapos.

Estribillo

No nos quieren dar los toros

por hacer un cementerio.

Nosotros queremos toros,

aunque nos coman los perros.

Estribillo

Si no quieren traer los toros

haremos una pocilga

para meter al alcalde

y a todos los de justicia.

Estribillo

No nos quieren dar los toros

para comprar un caballo,

para que esté bien montada

la yegua del secretario.

Estribillo

Hoy en día las letras nos pueden parecer groseras o salvajes, pero hay que ponerlas en el contexto de la villa hace 70, 80 o 100 años. La mayor parte de la población estaba formada por jornaleros, menestrales, pastores, pequeños labradores, pobres y viudas, con unas condiciones de vida, trabajo y vivienda muy duras. Las fiestas y los toros constituían uno de los pocos medios de evasión. Además, los que formaban los ayuntamientos, aún con los cambios de régimen del siglo XIX eran casi siempre “los ricos”, y estos excesos en la petición de los toros eran una forma de canalizar en enfrentamiento social.

En el año 1950, en plenos años dictatoriales, cuando la gente se concentró pidiendo los toros a la puerta del alcalde, Valentín Rodríguez, éste desde la ventana lanzó un trozo de adobe contra los asistentes y se acabó la función.

Después de unos años de supresión se reanudaron los encierros, pero, para no coincidir con los que se celebran en Villalpando o Castrogonzalo, se trasladó la celebración al domingo anterior al día de Nuestra Señora de agosto, los encierros por el campo y el mismo día 15 la corrida en la plaza.


 

Autor:

Elías Rodríguez Rodríguez.

La opinión de Zamora, enero y febrero año 2000.

ww.villafafila.net

https://villafafila.net/encierros/encierros.htm

 

 

FUENTES DOCUMENTALES

 

A.R.Ch.V.: Archivo de la Real Chancillería de Valladolid

 

Sección Pleitos Civiles

 

A.H.N.: Archivo Histórico Nacional

 

Sección Nobleza

 

A.H.P.Za.: Archivo Histórico Provincial de Zamora

 

Sección Municipal de Villafáfila

 

Sección Notariales

 

BIBLIOGRAFÍA

 

FERNÁNDEZ DE RETANA, Luis: Cisneros y su Siglo. Madrid 1929.

 

LAFUENTE, Modesto: Historia General de España. Madrid 1869.

 

SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis y FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Historia de España. Dirigida por D. Ramón Menéndez Pídal. Tomo XVII, Volumen II. Madrid 1969.

 

ZURITA, Jerónimo: Los Cinco Libros Postreros de la Historia del Rey Don Hernando el Católico. Zaragoza 1580.

 

Fotografías:

Elías Rodríguez Rodríguez.

José Luis Domínguez Martínez.

 

Transcripción y montaje:

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[1] LAFUENTE, M. 1869: 281. y SUÁREZ FERNÁNDEZ, L. / FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. 1969: 668-669.

[2] Fernández de Retana, 1929. 369.

[3] A.H.N. NOBLEZA. Osuna 2152 / 3.

[4] A.H.P.Za. Notariales 11764.

[5] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Pérez Alonso f. 515-1.

[6] Todos los datos anteriores han sido tomados de los Libros de Actas y libros de Cuentas del Ayuntamiento de Villafáfila del año correspondiente, que se conservaban en el viejo edificio del Ayuntamiento y que desde el año 1987, están depositados en el Archivo Histórico Provincial de Zamora. Municipal de Villafáfila, con sus signaturas correspondientes.