LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN VILLAFÁFILA 1808-1814 |
|
|
DEMOGRAFÍA La villa de Villafáfila, después de la grave crisis demográfica y económica iniciada a finales del siglo XVI[1] que se prolongó durante la siguiente centuria, había iniciado en el siglo XVIII un periodo de recuperación. Según el Catastro del Marqués de la Ensenada contaba a inicios de 1752 con 214 vecinos: 190 pecheros (de ellos 21 viudas y asimilados), 12 hidalgos (incluyendo una viuda y un menor), y 12 clérigos; que corresponden a 877 habitantes[2]. Las comprobaciones de 1761 dan una cifra total de 10 vecinos más[3]. De acuerdo con los datos reflejados en el Censo de 1787, llamado de Floridablanca, en Villafáfila se contabilizan 1.393 habitantes 628 varones y 765 mujeres[4]. Disponemos de los datos del Padrón de Vecinos de 1799[5], en el que figuran 333 vecinos, de los que son 13 clérigos, 16 hidalgos (4 viudas o asimilables) y 304 pecheros (33 de ellos son viudas). En los primeros años del siglo XIX se produjo una de las crisis de mortalidad típicas del antiguo régimen por una sucesión de malas cosechas y de epidemias, superando cada uno de los años 1804 y 1805 el centenar de fallecidos sólo en la villa[6]. En 1804 el médico titular, que había suscrito un contrato de asistencia con el ayuntamiento por un periodo de 4 años en 1801, abandona la villa para trasladarse a Aranda de Duero, lo que provoca un pleito con el concejo de Villafáfila, que le acusa de abandono de los enfermos en una situación de epidemia: “no hay médico en tres leguas a la redonda, y los que hay están asalariados de las justicias y no los dejan venir a hacer visita a esta villa por los muchos enfermos que en aquellos pueblos ay”; alegando el facultativo un incumplimiento por parte de consistorio de las condiciones del documento de obligación[7]. Bautizados y Difuntos de Villafáfila. 1800-1815[8]
Durante los años de ocupación y guerra se produjo también un gran aumento de la mortalidad, alcanzando el máximo durante el año 1812 en que la cifra de defunciones asciende a 140, siendo la media del quinquenio 1809-1813, en el que la villa padeció la dominación francesa, de 88 difuntos por año. Aparte de los naturales del pueblo que murieran como consecuencia de acciones bélicas en el ejército regular o en las guerrillas, y que no figuran en los datos de los registros parroquiales de Villafáfila. ECONOMÍA La economía de Villafáfila se basaba primordialmente en la agricultura, con el cultivo de cereales, sobre todo trigo y cebada, y marginalmente centeno, y el viñedo como actividades principales, complementadas con la cría de ganado lanar para la obtención de leche, lana y carne. Las actividades artesanales y de servicios ocupaban a una parte menor de la población. Según los datos del censo de 1787, que no serían muy diferentes de los de principios del siglo XIX, la distribución profesional de los 1.393 habitantes es la siguiente: Curas, beneficiados y ordenados 10, y 4 sacristanes. Hidalgos 10. Labradores 50. Jornaleros 80. Criados 40. Artesanos 8, Comerciantes 5. Militares 4. Estudiantes 4. Escribanos 2. Abogados 1. Fabricante de salitre 1. Dejando en el grupo de menores o sin profesión 1.174. De los años previos a la Guerra de la Independencia no tenemos datos generales de la estructura socio-profesional de todo el pueblo y sí sólo parciales, referidos a la feligresía de San Pedro, una de las cuatro parroquias con que contaba entonces la villa, por un asiento de cabezas de familia, viudas y huérfanos mayores de 20 años, en los que se contabilizan 94 (el padrón de 1799 en esa parroquia se hace relación de 90 vecinos). La distribución de profesiones entre los feligreses puede no ser representativa del total del vecindario (aunque se trata de una parroquia grande que se extendía desde la Plaza Mayor, hasta la iglesia de San Andrés, actual Cementerio Viejo), pero a falta de datos totales nos puede servir de aproximación. Los jornaleros eran mayoritarios con 33 parroquianos, incluyendo los serviciales, que eran criados de labranza con cierto grado de responsabilidad y contratados todo el año; los labradores eran 27, dos de ellos viudas con labranza, y además dos labradores complementaban su actividad agrícola con el oficio de arrieros; pastores 6; clérigos que vivían en la parroquia 5; 2 con el oficio principal de arrieros; 2 empleados de la Real Fábrica de Salitres; 1 zapatero; 1 sastre; 1 cortador; 1 comerciante; 1 cirujano. Sin oficio figuran 20 pobres y 12 viudas, cuatro de ellas calificadas de pobres[10]. Desde finales del siglo anterior se había establecido en Villafáfila una Real Fábrica de Salitres por cuenta de la Administración de la Hacienda Pública, pero desde 1801 estaba funcionando con más pena que gloria, pues su administración y rentabilidad dejaban mucho que desear, aunque daba empleo fijo a cuatro personas (administrador, sobrestante, maestro de salitres y un servicial), además de varios jornaleros casi todo el año y algunos vecinos dedicados al transporte de leña y del salitre producido[11]. También funcionaba por entonces en el pueblo otros establecimientos comerciales o artesanales: “una fábrica de aceyte de linaza, y comercio de hierro que tiene el dueño de ella; y asimismo el de una lonja considerable que se ha establecido aquí sin contribuir al Rey con cosa alguna”, según denuncian ante los administradores de las Rentas Provinciales los empleados de la Real Fábrica, rogando que mantener el secreto de la información para evitar la hostilidad de los vecinos en caso de trascender[12]. INSTITUCIONES MUNICIPALES La villa contaba con una institución municipal de justicia y regimiento desde el siglo XV, formada por dos alcaldes y cuatro regidores, la mitad pertenecían al estamento noble o de los hidalgos y la otra mitad a los pecheros o estado general. Además, existía un Procurador Síndico General del Común y un Mayordomo de Propios. La elecciones se celebraban el primero de enero de cada año (después de un pleito de mediados del XVIII se trasladó a ese día la que hasta entonces había sido tradicional fecha de elecciones del día de San Juan) y tenían derecho a voto los alcaldes y regidores salientes, participando con voz el Procurador Síndico en nombre del público, y el representante del señor jurisdiccional de la villa, el Duque del Infantado, que en los años primeros del siglo XIX era su administrador general de rentas de la provincia de Zamora, pues ya no existía el cargo de Alcalde Mayor o corregidor nombrado por Su Excelencia desde el siglo XVI. La elección adolecía de endogamia, pues siempre los salientes trataban de escoger entre sus parientes o amistades, lo que generaba numerosos pleitos ante el tribunal de la Real Chancillería de Valladolid. El año 1808 los alcaldes salientes D. Bernardo Costilla y José del Teso y los regidores Don Diego de León, Don Gabriel Costilla, Manuel Torío y Ambrosio Fernández eligen para sucederles a Don Ambrosio Díaz Costilla y Antonio Gutiérrez por alcaldes, y a Don Pedro Manuel Costilla, Don Gregorio Costilla, Antonio Torío y Miguel Fernández como regidores, parientes de sus antecesores, lo que provoca la reclamación judicial del administrador del Duque. El tribunal anula la elección hecha en don Ambrosio Díaz y nombra por alcalde de hijosdalgo a Don Francisco de Calzada.
No dispongo de las relaciones completas de los alcaldes y regidores de los años de la ocupación francesa, pero por los datos parciales se deduce que seguían siendo las mismas familias las que ocuparon los cargos en esos años. En 1808 se formó en Villafáfila una Junta de Armamento o de Defensa para organizar la posible resistencia al enemigo y el alistamiento de los mozos para hacerle frente. No sabemos quiénes la componían pero es de suponer que formarían parte de la misma los alcaldes y regidores del año, los párrocos y alguno de los vecinos principales, ya en junio tenemos noticias de su existencia[13]. Por su orden se había formado un cuerpo de guardia a finales del año: “con un cuerpo de guardias avanzadas, formado de orden de la Junta de Armamento de Villafáfila”[14]. Durante la ocupación francesa esa Junta de Armamento desapareció, siendo sustituida por una Junta de Subsistencias o de Suministros formada por personas de cierta solvencia en la villa, por párrocos y los vocales de cada una de las parroquias como representantes del común y pueblo. Los alcaldes de esos tiempos limitaban su actividad a conseguir suministros para las tropas y estaban bajo las órdenes de la Junta de Suministros[15]: “entonces había Junta para la buena distribución de suministros; ... que uno de los que la componían era el Doctor Atienza, y los demás don Manuel Rodríguez Charro, Don Bernardo Mateos y don Gerónimo de León, los dos primeros abogados y los últimos presbíteros de aquella vecindad... que oficiaban a las xusticias de Villafáfila y otras del cantón para que remitiesen raciones...y que los alcaldes eran meros mandatarios de la Junta y los franceses”. En octubre de 1814 llegaron instrucciones a la villa para el cumplimiento de la Real Orden que mandaba que cesaran en los oficios de justicia y regimiento elegidos por los pueblos o impuestos por los franceses, y se restablecieran en los mismos los que los estuvieran ejerciendo en el año 1808. Así el alcalde noble electo para 1814, don Marcelino de León, manda compadecer a don Francisco de Calzada y Antonio Gutiérrez, que recibieron las varas para ejercer la justicia en nombre de SM. Fernando VII hasta las nuevas elecciones en enero de 1815[16]. LA GUERRA Y LA OCUPACIÓN FRANCESA
El desarrollo y consecuencias de la Guerra de la Independencia en los núcleos rurales de Castilla no es muy conocida. En el caso de Villafáfila, situada en la Tierra de Campos, pero no en los ejes de comunicación principales, los primeros contactos con las tropas francesas se debieron de producir el verano de 1808, pues en 25 de julio anota el cura de San Agustín del Pozo en el Libro de Bautizados: “por haber tenido oculto este libro a causa de que no se desgraciase en la entrada de los franceses”, pero no es hasta principios de enero de 1809 cuando la ocupación se hace permanente. Hasta entonces la “Guerra Nacional” contra los franceses, se habría visto como algo preocupante, pero sin sufrir las consecuencias directas de la dominación. En la villa, siguiendo el ejemplo de la capital de provincia, se había creado una Junta de Defensa para organizar la posible resistencia al enemigo y el alistamiento de los mozos para hacerle frente. Una de sus primeras medidas, en junio, fue la de decretar la movilización de los hombres, entre los que se incluían los dependientes y peones de la Real Fábrica de Salitres, lo que provocó que su administrador, don Francisco Xabier Sánchez Hedrado, presentara un memorial ante la Junta de Defensa de Zamora, quejándose de estas disposiciones. En la capital, en la reunión de la Junta Provincial de Armamento del día 12 de julio, se acordó remitir la instancia del administrador al Capitán General de Castilla la Vieja, el general Cuesta, que en esos momentos estaba siendo derrotado por las tropas francesas en Cabezón, e iniciando su retirada hacia Benavente, para que determinase lo más oportuno. Mientras tanto desde Zamora se envió una orden a la Junta de Villafáfila: “para que por ningún pretexto impida a D. Francisco Xabier Sánchez Hedrado las operaciones de su destino [fabricación de salitre afinado, para la obtención de pólvora] dejándole a él y a sus precisos dependientes y peones exentos del servicio militar, mayormente, quando informa que éstos son casados, a fin de que puedan continuar en ella hasta la resolución de S.E. [el general Cuesta] con cuio objeto se dejen por ahora a disposición del mismo Hedrado tres mil y quinientos reales, disponiendo la Junta con intervención de él, que se conduzcan los caudales restantes con la debida seguridad a la Tesorería principal de rentas de esta Provincia, de quien recogerá el correspondiente resguardo”[17].
El traslado de estos caudales a Zamora se debió llevar a cabo a continuación, pero los tres mil quinientos que quedaron a disposición del administrador fueron requisados por la Junta de Defensa de Villafáfila, seguramente para que no cayeran en manos de los franceses o para sufragar los primeros gastos de la defensa de la villa en 1808[18]: “Por un documento que se halla en la referida arca de caudales de la expresada Real Fábrica de Salitres de Villafáfila y firmado por la Justicia e individuos de la Junta de dicha villa del año 1808 consta estar debiendo a dicha Real Fábrica del dinero que aquella ha sacado u extraído de dicha arca: tres mil setecientos y sesenta reales”. Aquel verano-otoño, después de la derrota de las tropas españolas en la batalla de Medina de Rioseco en julio, parte de los efectivos se refugiaron en Benavente a la espera del avance francés, y el paso de los elementos dispersos por la villa se dejaba sentir en cuanto a la necesidad de alojamiento y manutención[19]: “el aver estado y estar el pueblo consternado y afligido por las consecuencias que a traído la Guerra nacional contra los franceses, pasando al exército los más, expatriándose otros y sufriendo los estantes penas considerables para contribuir a la subsistencia y socorro de aquellos, paso y tránsito de las tropas desarmadas y prófugas, y principalmente a los franceses situados en aquel entonces en Benavente y Mayorga y conducciones a Guadarrama” Incluso el domino por parte de los franceses, después de la batalla, de toda la comarca de Campos se empieza a hacer sentir en forma de contribuciones para la tropa, así lo anota el cura de San Salvador en sus cuentas de 1809: “el año que fueron alcaldes don Ambrosio Díaz y Antonio Gutiérrez, cada uno por su estado, me sacaron 300 reales de la Memoria de las Huérfanas, para Rioseco para la tropa francesa”
Muchos vecinos jóvenes se incorporaron al ejército español, atendiendo, entre otras, a una Real Orden de la Junta Central de 18 de noviembre, por la que se ordenaba el alistamiento de todos los mozos solteros desde los dieciséis a los cuarenta años y de los viudos sin hijos. En su disposición IV se ordenaba a los Ayuntamientos y Justicias que se invitara a los hijosdalgo a que se alistaran voluntariamente y servirían en concepto de soldados distinguidos o cadetes, pero si no lo hacían voluntariamente, serían sorteados para cumplir el contingente asignado a cada población, en cuyo caso servirían sin ninguna distinción, salvo su fuero para las penas de ordenanza. Así conocemos el caso de varios hidalgos de la villa: Pedro Manuel Costilla, cadete en el regimiento de Benavente en 1810, Juan de León en 1812 estaba “en el servicio de la nación” y se retiró de subteniente, Silvestre de León era teniente de caballería de Batallón de Cazadores de Castilla en 1813. Otros vecinos, con origen o familia en tierras libres de la invasión francesa, se ausentaban de la villa, como el cura de Santa María, don Juan Antonio Monasterio del Palacio, que en 1808 partió hacia su tierra natal en Asturias, sin dar parte al cabildo eclesiástico del que formaba parte, y algunos otros, como el comerciante Ambrosio Jiménez, gastan su dinero en conseguir que su hijo sea declarado exento del alistamiento general[20]: “por decreto de la Junta se declara inútil para el Real Servicio a Antonio Xímenez, por lo que la justicia lo reemplazará por el que sigue de la segunda suerte”.
En 20 de noviembre de 1808 ya se mencionan las primeras aportaciones al mantenimiento de las tropas francesas situadas en Benavente y Mayorga, a cuenta del trigo que existía en la panera del Pósito Real, adonde no habían reintegrado los vecinos deudores los granos de sus préstamos, debido a la escasa cosecha anterior: “...haber sido la cosecha cortísima la próxima pasada con cuyo motivo y no a sido posible verificar el reintegro de las 528 fanegas y 7 celemines y ¾ de trigo de que se compone dicho pósito, consiguiendo solamente 128 fanegas”
Seguramente por ocultación de los pocos cereales disponibles por los vecinos. Los párrocos de la villa certifican que la cosecha ha sido muy escasa. Para evitar que fuera objeto de requisa por los invasores, el 6 de diciembre, se solicita licencia a las autoridades de la capital para el reparto de las existencias en la panera del Real Pósito con la disculpa de necesitarlo para sembrar[21]: “... ser bien notoria la entrada en la villa de considerables franceses y en sus inmediaciones y en las actuales circunstancias de que ha resultado la esterilidad de sus vecinos para la siembra de sus tierras y mediante que en el pósito de dicho pueblo existen 128 fanegas de trigo se ven en la precisión de recurrir al señor Corregidor para que se digne conceder su licencia para la dacción de dicho grano entre los labradores y senareros de la cit El final del año 1808 coincidió con la llamada batalla de Castrogonzalo, cuando el ejército francés, con Napoleón a la cabeza, cruzó el Esla en persecución de las tropas hispano-británicas al frente del General Moore.
Los pueblos por donde pasaban sufrieron en mayor medida los inconvenientes, como fue el caso de Cerecinos de Campos, donde prácticamente toda la población salió huyendo, o Castrogonzalo, que sufrió grandes incendios en sus edificios. Algunos de los desplazados se refugiaban en los pueblos cercanos, así en el Libro de Difuntos de Revellinos anota varias defunciones: “12 de enero muere un soldado disperso del regimiento Inmemorial del Rey, en un pajar, parecía gallego, ...16 de enero un soldado artillero de Asturias en un pajar, ...22 de enero Estanislao de Vega de Cerecinos retirado en este pueblo por la persecución de los franceses.”
Algunos de los vecinos de Villafáfila participaron como observadores o espías en las acciones que tuvieron lugar esos días en las cercanías. Así Don Segundo Trabadillo, un abogado de 25 años, ya con dos hijos, que ejercía su oficio en Villafáfila, en una relación de méritos que envía a la corte en 1815, refiere su participación en algunas acciones de retaguardia que aún sin especificar las fechas, por el contexto, se pueden referir a los primeros días de enero de 1809[22]: “Que llevado de su noble entusiasmo tomó a su encargo con el mayor denuedo la arriesgada comisión de pasar a Rioseco y Mayorga a reconocer la posición del enemigo y de allí a las inmediaciones de Benavente con un cuerpo de guardias avanzadas, formado de orden de la Junta de Armamento de Villafáfila, por el que fueron hechos prisioneros quatro dragones y ordenanzas, que, con pliegos del Emperador Napoleón y del general Lapisse, se dirigían con un escribano de Benavente a Toro. Que habiendo sido uno de los encargados de la conducción de los citados prisioneros y correspondencia aprehendida, hizo entrega en la capital al amanecer del día siguiente al del suceso, pero bloqueada la cuidad por las tropas enemigas y cortada toda comunicación exterior, tomó las armas con los naturales y demás patriotas, permaneciendo en la defensa de sus muros hasta que la muchedumbre de enemigos y sus atroces amenazas destruyeron las fuerzas de los buenos y valientes que la defendieron.”
Durante toda la guerra mantuvo una postura de oposición a los franceses, manteniendo contactos con los ejércitos españoles, que operaban en la parte occidental de la provincia: “mantuvo en los años 1811, 12 y 13, continua y útil correspondencia con don Simón Manso, coronel de los Reales Exércitos, que se hallaba con el importante encargo de cubrir los puntos de los ríos Esla y Órbigo, a quien facilitó las más exactas noticias, así de la fuerza de los enemigos, como de sus marchas y contramarchas por las provincias de Zamora, Ciudad Rodrigo, Valladolid, Palencia y otras”. por lo que había sufrido represalias y violencias por parte de los franceses: “hasta la retirada precipitada del enemigo en 3 de mayo del año 13, siempre guardó y ha guardado después la misma conducta fiel y constante al Soberano y a la Patria, habiendo sufrido apremios militares, prisiones y otras vejaciones por su notoria adhesión y por ser hermano de don Ángel Trabadillo, uno de los jefes del Exército de observación del otro lado del Esla, con quien seguía la más estrecha correspondencia”[23].
Los ejércitos franceses vivían sobre el terreno y los pueblos y ciudades por donde pasaban o se detenían debían contribuir a su mantenimiento. La presencia y tránsito de abundante tropa en el mes de enero por Villafáfila, pues desde Castrogonzalo y Benavente se dirigían a Zamora y Toro para su ocupación, camino de Ciudad Rodrigo y Portugal, trajo como consecuencia el incremento de las necesidades de manutención de la misma[24]: “Las 128 fanegas que se hallaban en la panera del pósito en el mes de diciembre de 1808 para con ellas socorrer en las mayores necesidades a los vecinos desta villa, lo que no se ha verificado con motivo de haberse dado para las tropas imperiales, las unas en virtud de la orden del Sr. Intendente de Zamora, y otras en grano y pan comido para las tropas que han existido en este pueblo y sus inmediaciones por carecer dello los vecinos por las continuas contribuciones que diariamente se han estado exigiendo, quedando la mayor parte de los vecinos constituidos en la mayor necesidad sin tener con que echar mano, dándose margen a no aber podido sembrar todas sus tierras muchos de ellos por falta de granos.”. Pero no sólo ocuparon los granos depositados en la panera del Pósito Real, sino que inmediatamente llegaron órdenes para requisar todos los granos pertenecientes a instituciones religiosas y otras[25]: “Los granos de la tercia del obispo de Astorga y San Marcos, Casas Dezmeras, y Noveno Real se reclamaron como Bienes Nacionales para la capital”. Los granos de las tercias y demás paneras se secuestraron por el Ayuntamiento a consecuencia de las órdenes de ambos gobiernos, y que posteriormente por el gobierno intruso se conceptuaron por Bienes Nacionales, y se dio cuenta de dichos productos al administrador de dicho ramo don Luís Ojero, anotado todo ello en el Libro de órdenes. Disposiciones del gobierno intruso especialmente el Decreto que llaman de 9 de enero de ochocientos once para el pago de la única contribución permitiendo que los pueblos usasen de todos sus propios, Arbitrios, Vienes Nacionales y todo lo demás de qualesquiera denominación que fuesen, y también en las órdenes espedidas por el Exmo Sr. Cuesta y Junta de Armamento Probincial de Zamora, dirigidas a la de esta villa que con el objeto de concurrir a salbar la Patria y ofender al enemigo facultaba en iguales términos”.
Estas requisas de granos trajeron como consecuencia que, acabada la guerra, sus propietarios reclamaran contra los ayuntamientos de entonces para que les reintegraran el importe de los mismos: “Don Pedro Casado vecino de Benavente, como arrendatario de la tercia de San Marcos de la cuatrocientas y unas fanegas de grano y otros frutos correspondientes a dichos años de ocho y nueve y por mediación de hombres reducido el adeudo a una mitad y se otorgó obligación por la Xª y Ayuntamiento de pagarse en dos plazos. Don Luís Aguado Muñoz, vecino de Perilla, por 10.000 reales por valor de los granos que en el año de 11 se le escrituraron, reducido a cuentas por la contribución debengada durante la guerra ha quedado reducida dicha deuda a 4.088 reales y 27 fanegas de cebad Don Tomás Álvarez vecino de Astorga tiene pleito pendiente por los diezmos de las parroquias de San Martín y Santa María, vacantes, contra el Ayuntamiento del año de 9”. Si las quejas sobre la precaria situación del vecindario a principios de 1809 ya se hacían manifiestas, las calamidades de la guerra no habían hecho más que empezar. No sólo se requisaban los granos, sino que los pueblos debían entregar la plata de las iglesias como adelanto de lo demandado por los franceses, so pena de verse las autoridades y hacendados del pueblo presos y maltratados. Las contribuciones para el mantenimiento de las tropas francesas y el funcionamiento de los nuevos organismos del estado que se iban imponiendo en la capital de Zamora se fueron haciendo cada día más sofocantes. La primera gran contribución de guerra fue la imposición del General Lapisse, después de la toma de Zamora el 10 de enero, de cuatro millones de reales a la provincia, de lo que a Villafáfila correspondieron más de cuarenta y un mil reales: “En el libro de actas y acuerdos de 1809 los señores de Justicia, Ayuntamiento y Junta Municipal ...se libró contra este pueblo y sus habitantes por el Caballero Intendente de la Provincia de Zamora con fecha de 17 de enero de 1809 un cupo de 41.535 reales de los cuatro millones de contribución de la provincia, y siendo estrechada la Justicia al más pronto pago y que la capital había arbitrado recibir en cuenta la plata de las iglesias, se acordó respecto a las de este pueblo que los párrocos y vicarios la franquearan a beneficio común, bajo los cargos de responsabilidad y en efecto, uniformemente quedaron éstos y la justicia con los demás capitulares en el celebrado con fecha de 5 de febrero, y en el día siguiente se presentaron ante el Ayuntamiento y se procedió a la entrega de dichas alhajas de plata por los párrocos. De San Martín se llevaron las dos cruces, un pie de cáliz, 2 vinajeras con su platillo y un incensario con su caja, de peso de 182 onzas y media”. Con fecha de 17-IX-1811 lo asienta y firma el escribano en el Libro de Fábrica de San Martín, en un momento en que la ocupación francesa empezaba a hacerse más liviana.
En el verano de ese primer año de ocupación francesa los nuevos gobernantes provinciales impuestos por los invasores, principalmente el Caballero Intendente de Zamora, exigían a los pueblos de su jurisdicción la entrega de los granos de la reciente cosecha pertenecientes a instituciones religiosas o a los señores de los mismos[26]: “obligando a los alcaldes de Villafáfila a la fuerza, vajo de su responsabilidad y de ser tratados con todo el rigor que corresponde, a que entregasen los granos del señor Duque, como así resulta del oficio que dirigió don Pedro González Álvarez, Yntendente de Zamora, con fecha de veinte y nuebe de Julio de ochocientos nuebe”.
La actitud de los franceses con los habitantes de los pueblos debió de ser de abusos y avasallamiento, desde el principio, como indican estas dos reseñas de las cuentas del Pósito Real de 1809[27]: “Al maestro cerragero por componer la puerta de la panera por haberla derribado las tropas imperiales en el mes de julio del año último al paso y tránsito que hicieron en esta 16 reales. 106 reales por la compostura de la rotura de una pared que hicieron las tropas por el corral de la casa de Manuel Horduña so pretexto de que entraban materiales”. Las tropas imperiales que pasaban o se asentaron en Villafáfila venían acompañadas de algunas mujeres, así en octubre de 1809 nace[28]: “un niño de Francisco Guío y de Josefa Echebarría, del ejército francés, estantes en esta villa”.
Las actividades ordinarias de los vecinos se tuvieron que ver afectadas en gran medida como consecuencia de la guerra. Además del exilio o la incorporación a la tropa de numerosos jóvenes, se produjo un relativo abandono de las actividades agrarias[29]: “en aquellos tiempos belicosos y de trastorno se hallaban sin cultivo muchas heredades y no se hallaba quien las quisiese cultivar”. e incluso la actividad ordinaria del juzgado se ve dificultada[30]: “no hay papel sellado a motivo de las ocurrencias de la guerra” y en el Libro de Difuntos de la parroquia de San Salvador correspondiente al año de 1810 se reseña: “Antonia González hizo testamento ante testigos a causa de la ocupación e impedimento del escribano con motivo de los franceses”. Y como la disposición de los naturales hacia ellos sería de hostilidad manifiesta, los atropellos siguieron durante toda la ocupación, y así en el padrón de contribución de 1810 se anota[31]: “al ramo de ortalizas y frutas, por quanto es bien público y notorio que an asaltado e insultado los cercados”. Este año continuaron las requisas de granos de la panera de la villa, recibiendo la justicia y el regimiento órdenes de traslado de los mismos a la capital[32]: “a consecuencia de la orden circulada en razón de que se concurriese por los Pueblos con la extraordinaria de Granos, sin excepción ni pribilegio de paneras, se presentó la Justicia de esta Vª ante el Sr. Yntendente de la Capital exponiéndole no había otras que la del Pósito Real y la de su Exª. El Excmo. Duque del Ynfantado, secuestrada por la comisión Ymperial, con cuyo motivo se pasó parte al Sr. Comisario de Guerra, de la qual orden y del Sr. Governador se dió pliego para el Sr. Comandante del Batallón de Ynfantería, que se hallaba al apremio de los pueblos, para el apronte de las requisiciones que había que dirigir a la capital por quien fue exigido el grano empanerado de la de S.E. reducido a 208 f de tº y 220 de cª que condujeron pueblos de la circunferencia: Villalba, San Agustín, Pajares, Revellinos, Villarrín de Campos y Arquillinos” Esto debió de ocurrir en los primeros meses del año 1810 pues constan diversos recibos de entrega de cantidades de trigo y cebada por parte Ambrosio Ximénez, encargado de la panera del Duque, durante el mes de marzo a las justicias de los pueblos de alrededor para conducirlas a las paneras de las Reales Provisiones de Zamora, por orden del señor comandante de requisas. Pero las solicitudes de contribuciones no cesaban y según declara años más tarde el escribano Vitacarros, que refiere tenerlo anotado en su Libro de Órdenes[33]: “otra orden bajó de la capital con fecha de 13 de mayo de 1810 por el intendente don Pedro González, mandando que antes del día 18 había de tener puesto en los almacenes de la capital esta villa 300 fanegas de trigo y 220 de cebada, que habían cabido del cupo de 3.350 de trigo y 2.481 de cebada ordenado por el General Gobernador de aquella plaza sobre las villas y lugares deste partido del Pan; y con fecha de 25 de julio de ese año se repartieron otras 240 fanegas de trigo y lo mismo de cebada con 50 reses lanares para la misma capital”.
En septiembre de 1810 la villa se hallaba pendiente del pago de una de las numerosas contribuciones de guerra a que sometían los franceses a los pueblos ocupados y se realiza un exhaustivo padrón de contribuyentes, tanto de granos de la senara como de dinero de las utilidades de los ganados y otras utilidades con el fin de tener presto el montante demandado para evitar las represalias[34]: “como hurgente executivo para el exacto cumplimiento de las requisiciones y liberar al pueblo y vecindario de un costosísimo militar apremio”. Con lo recaudado se trata de hacer frente, no sólo a los repartimientos de contribuciones, sino a los gastos que surgían al tratar de conseguir una rebaja de las mismas: “1040 reales que cupieron a esta población en el gasto echo por los comisionados de la Provincia en solicitud de la rebaja de millones que se la echaron de contribución”. Ese año de 1810 los pedidos de contribuciones de guerra se habían sucedido entre marzo y junio por cantidades millonarias de reales, gran parte de los cuales eran para enriquecimiento de los generales que mandaban en la provincia lo que provocaba la toma de rehenes entre los representantes de los estamentos eclesiales, o pudientes de la capital hasta conseguir las contribuciones. A veces se comisionaba a representantes de la ciudad para que acudieran ante los Jefes Superiores[35]. Además, a Villafáfila le había cabido pagar en concepto de empréstito forzoso la cuantía de tres mil reales y había que hacer frente a: “tres mil quinietos reales para pagar la requisición de cinquenta reses lanares remitidas últimamente a la capital, y por no poder arribar a ella, gastadas en el crecido, repentino, frecuente tránsito de tropas que emos sufrido y más gastos que han ocasionado”.
Los señores de justicia, los párrocos y los vocales de la Junta hicieron un reparto lo más equitativo que supieron: “Como es preciso que en toda contribución se observe la posible respectiva igualdad entre los contribuyentes, la qual no se berificaría si alguno se exentara”, Tratan de hacer un detenido análisis de las rentas de los diferentes vecinos realizando tres padrones, uno personal, otro de senara y otro del resto de las utilidades, dejando excluido de momento: “El ramo del vino por lo desigual de los Pagos, escased de fruto demostrado, y continjencias a que continua expuesto el fruto hasta su recolección, se reserba para quando esté aforada la cosecha”. Para el ganado lanar, después de considerar los ingresos y gastos asignan dos reales por cabeza; el ganado de labranza va regulado en el padrón de granos por ser esta su única rentabilidad. El ramo de las hortalizas va calculado de una manera prudencialmente más análoga con la calidad de cada finca. “Al gremio de arrieros trajinantes y por quanto no todos comercian en el mismo estilo, especie y sitios para que haya una regla general con todos y la posible igualdad, se regula la utilidad de doce reales por semana y contribuye con un quinto. Al gremio de los jornaleros se computa sólo útil la temporada del verano como que en ella tiene segura la comida las demás estaciones se considera que su sudor personal apenas sufraga el alimento de cada uno y el de su familia. Se calcula que los veranos pueden ganar unos 400 reales, “más como éstos se consideran necesarios para el onesto vestido de su persona y el de su familia, no se les carga sobre ellos contribución alguna. Al de artesanos y menestrales se les regula un jornal de cinco reales diarios la mitad del año, computándose la otra mitad por compensación de festividades y casual distracción, justifícase este prudencial cómputo en el de un sastre, al cual se le da de comer diariamente y un jornal de 5 reales”. Al ganado de cerda se le asigna una aportación de 4 r. por cabeza de ceba, dos por cada campero y medio por el de cría. El reparto se hace por parte de una Junta creada al efecto y formada por los señores de justicia, es decir los dos alcaldes y los regidores, los párrocos y sendos vocales de las parroquias, representantes del común y pueblo. La recaudación excedía las cantidades adeudadas en ese momento por lo que lo sobrante se deposita en la persona de don Agustín Atienza para que lo tenga hasta que sea preciso recurrir a él. Este doctor en derecho, originario de Villanueva de los Caballeros, y casado en Villafáfila en 1807, debía de ser un personaje solvente que contaba con el apoyo de los ocupantes pues durante los años siguientes sería el principal miembro de la Junta de Suministros. Acabada la guerra siguió contando con la confianza del gobernador militar de la provincia por lo que se supone que colaboraría de alguna manera con los militares españoles durante la ocupación. Y durante el Trienio Liberal fue propuesto por el Consejo de Estado en la terna para juez de primera instancia de Peñafiel. Los vecinos debían de estar acostumbrados a las contribuciones extraordinarias pues: “aunque se fijó edicto combocatorio del vecindario para que cada contribuyente respectivamente se intelijenciase de lo que le cabe en esta necesaria y utilísima hurgente común ygual contribución nadie a compadecido alegar de agravio; ni le contemplan los autorizantes señores supuesta la perdicha ygualdad común y claro estilo con que se a actuado”. Este año de 1810 fue uno de los más gravosos de la invasión. En octubre tuvo lugar el trasiego de numerosa tropa por Villafáfila, miles de soldados según los testimonios, causando muchos destrozos[36]: “Los infrascritos señores de justicia y escribanos de los años nueve, diez, once, doce y trece que escribimos la presente, certificamos por averlo visto y ser notorio a todos los habitantes deste pueblo, que habiendo pasado y pernoctado en esta villa, en el mes de octubre de 1810 las Dibisiones de los generales franceses Solignac y Lacroix, atropellaron con sus dragones y artilleros en la oscuridad de la noche que arribaron los últimos, la panera del Pósito Real a pretexto de no tener proporción en los alojamientos para reunir los caballos y tren, y que las 250 fanegas de trigo que se habían reintegrado en la panera en septiembre de dicho año por apremio militar, no se halló al tiempo de su partida de aquí para Zamora y Salamanca otra cosa que lo ultrajado con dichos caballos sin probecho alguno; haveriguando el robo y estración que hicieron de dicho trigo, comunicando a los de dicho tren y carruage que lo transportaban y los vagageros y demás de su trapción que les acompañaban y para que conste y cause los efectos que conbenga en la Subdelegación de la capital... ...En octubre de 1810 las tropas de los generales Solinar y Lacrox para Salamanca y Ciudad Rodrigo... fueron robadas sin que la justicia hubiere podido evitar por haber sido de noche y allarse en la confusión de tener que alojar y preparar suministro para tantos miles de hombres como se acredita del adjunto certificado”.
En los pueblos cercanos no eran menos apremiantes las demandas de los franceses, y antes las carencias de medios de los ayuntamientos, y para evitar gravar excesivamente al vecindario se procede a la venta de algunas tierras comunales, que son adquiridos por varios vecinos del pueblo. Así en 1810 el ayuntamiento de Villarrín de Campos vende los quiñones del concejo para pagar un apremio de raciones de comida para la tropa francesa[37]: “24 de mayo de 1810 El pueblo de Otero y la villa de Villarrín deben contribuir el día de mañana con el suministro de raciones para 735 soldados, 21 oficiales y 1 comandante. 1/4 Otero y 3/4 Villarrín por acuerdo de sus alcaldes.” Los vecinos de Otero, que atravesaban por momentos de escasez de recursos con los que contribuir a estos mantenimientos venden varias eras de trillar que eran del concejo a algunos convecinos pudientes[38]: “por causa de las actuales circustancias se be su vecindario en el estado más miserable y sin recursos para poder atender al pago de contribuciones y otros gastos indispensables para el suministro de las tropas”. Este pequeño pueblo cercano a Villafáfila con una escasa vecindad es de los que más sufrió durante los años de la ocupación francesa, a pesar del parentesco de unos des principales vecinos, don Manuel Ojero, con el Administrador de los Bienes Nacionales. Asimismo, el 26 de enero de 1811 toma posesión como Procurador Síndico General de las villas del Pan en la Municipalidad de Zamora, D. Manuel Calzada, vecino de Otero[39]. En 1811 los de Villarrín siguen con la venta de los quiñones de concejo para lo que los vecinos conceden poder al ayuntamiento de ese año: “que con motivo de las actuales circunstancias y que tienen agotados todos los recursos a los habitantes desta villa, y expuestos por falta de ellas a padecer prisiones y saqueos como ya han sufrido, les es indispensable valerse de los recursos que puedan remediarles en necesidad tan urgente”. De 1811 es del año que posiblemente más referencias tenemos de la situación de Villafáfila durante la Guerra de la Independencia por dos pleitos que se movieron los años siguientes ante la Real Chancillería de Valladolid. Uno[40], trata de una reclamación que hace el alcalde ordinario por el estado general de ese año, Blas Tejedor, a la villa solicitando le sean abonadas las cantidades que tuvo que adelantar de su hacienda particular para hacer frente a los pagos que exigían los franceses; en otro pleito,[41], un vecino de Cerecinos le reclama el importe de un buey que fue requisado en el campo para surtir de raciones de carne a la tropa cuando Blas Tejedor era alcalde.
Desde el primer momento este comerciante y trajinero, que procedente de la villa de Tiedra se había casado en Villafáfila a finales del siglo anterior con la sobrina y heredera del cura de Santa María, anota en sus libros los gastos que va realizando: “conociendo lo dificultoso que sería en una época como aquélla dar una cuenta exacta y sin agrabio a el otorgante ni a la villa, formó su cuaderno de los gastos que iba supliendo en el día siete de enero de dicho año en que fue posesionado y logró por este medio dar la más puntual razón de lo recibido y gastado en todo el año en que ejerció su empleo”. El 14 de septiembre de ese año recurrió al Intendente de Zamora para que se revisaran las cuentas, y éste decretó que el Ayuntamiento y el Procurador Síndico las examinasen. Se aprobaron en 27 de diciembre, resultando alcanzado la villa en 11.000 reales, pero no las remitieron al Intendente de Zamora hasta el 8 de abril de 1813, y se reconocieron, midieron y tasaron algunos términos concejiles para pagarle la deuda, pero con posterioridad se le quitaron para pagar a otros varios acreedores de igual derecho. La tarea de los alcaldes, sobre todo el del estado general, durante los años de la ocupación era principalmente conseguir suministros para las tropas que pasaban por Villafáfila o se alojaban en los pueblos vecinos, sobre todo Castrogonzalo y Benavente, principalmente raciones de pan cocido, vino, bueyes, jamones (perniles), gallinas y huevos, que unas veces eran entregados por los vecinos y otras eran comprados por el alcalde. Además, los granos que se guardaban en las paneras del Duque o del Pósito Real, o los provenientes de los llamados Bienes Nacionales o de hacendados forasteros servían para contribuir a los repartimientos que periódicamente le hacían a la villa; y cuando escaseaban los bueyes en la villa debían acudir a adquirirlos a otros pueblos (Villaveza, Valdunquillo, Valencia de D. Juan) para raciones de carne para la tropa. Además de tan ingrata tarea estaban sometidos al arbitrio de los oficiales franceses, sufriendo humillaciones y agresiones[42]: “En el año pasado de ochocientos once, estando y esperándose en Villafáfila crecido número de tropa francesa, precisó ésta y ordenó la Junta de Subsistencia a todos los individuos de justicia, saliesen a los pueblos inmediatos a requisición de raciones para la dicha tropa... el alcalde Blas Tejedor en unión del regidor Fernando Rodríguez y los guardas del campo pasaron a los pueblos de San Agustín y Revellinos y reunidas las justicias en el campo nos dieron dos reses vacunas de las que allí se hallaban, ... estas dos reses fueron entregadas a la junta que dispuso que se tasasen y diesen a la tropa,... aquel día dio la tropa golpes al alcalde Blas Tejedor y le amenazaron de muerte que creyó ser el último día de su vida... ...dio de golpes un oficial francés a Blas Tejedor y le amenazó de muerte con una espada desnuda”. Cuando había algún apremio militar, bien por contribuciones extraordinarias, bien por suministros para las tropas, ante las dificultades de recaudación, los primeros que eran retenidos como rehenes eran los regidores, escribanos y los vecinos principales del pueblo y durante ese año de 1811 se testimonia en varias ocasiones: “Los franceses del primer convoy llevaron presos a Castronuevo al regidor Alejo Alonso, al Sr Vitacarros [escribano público], al proveedor y a Liles. “Vino un ayudante de Castrogonzalo para el apremio de las raciones y llevó preso al escribano y demás que cogieron. “Cuando llevaron presos a los curas y a Vitacarros”. Por estas cuentas conocemos el trasiego de las tropas francesas por la villa y los gastos que generaban, no sólo de mantenimientos, sino de “carbón para la fragua para el herraje de los dragones y comboy”, e incluso obras para el alojamiento de los caballos: “unas pesebreras en las paneras de S.E., de la Villa y demás”. Por sus anotaciones nos hacemos una idea del continuo tránsito de tropas, sirvan de ejemplo: “... del 7 al 13 de enero se alojaron en casa de Onésimo del Pozo un comandante y varios oficiales a los que hubo que mantener y pagar al comandante 800 reales por su mensualidad. El 19 de enero marchó la tropa Los días 4 y 5 de febrero se alojaron en la villa los cazadores del regimiento nº 20 y una partida de dragones de Benavente, y comieron los dos comandantes y oficiales de los dragones y de los cazadores gallinas, manteca, azúcar, azeyte, tozino, huevos y pimienta negra”. Con objeto de mantener a los ocupantes contentos se hicieron diversas colaciones durante las fiestas de carnaval: Gasto de gallinas y carne la noche del Antruejo. Los días 11 y 12 de abril vinieron tropas comandadas por Juan Guerido y el 14 marcharon y bebieron vino y llevaron para el camino. El día 18 de abril llegaron tropas de caballería[43]; el 24 de mayo llegó a la villa el 22º Regimiento de Cazadores y un batallón del 2º Regimiento de Infantería Ligera. El 28 de junio vino la tropa de caballería y el comandante se alojó en casa de Onésimo del Pozo. A veces los soldados alcanzaron el número de 800. Las marchas desde Benavente solían tener como destino Zamora o Salamanca adonde el 20 de julio pasó la tropa. En otros casos como el 14 de septiembre fue la tropa de Toro a Benavente con comida para el comandante y oficiales, el 15 volvieron de Benavente a Toro. Además de mantener a los transeúntes, los pueblos tenían que hacer aportaciones continuas para el avituallamiento de las tropas concentradas en lugares estratégicos, en nuestro caso en Benavente o Castrogonzalo, y las notas dejan numerosos testimonios. Las aportaciones de vino o pan cocido en hogazas para la tropa alojada en Benavente o Castrogonzalo son continuas: “el 21 de febrero vino para el regimiento de dragones que estaba en Benavente. ...el día 10 de agosto llegaron a esta villa un comandante y trescientos o más hombres de Castrogonzalo se les suministró, con lo que llevaron para Castro, seiscientas treinta raciones de a dos libras, doscientas quarenta las puso el Provedor, y sólo cargo 390”. Entre el 10 de agosto y el 18 de septiembre se estuvieron mandando hogazas de pan a Castrogonzalo cuyo número oscila según los días, así del día 11 al 18 de agosto 400 raciones diarias, en septiembre 7 fanegas. Además, se hacían aportaciones extraordinarias para agasajar a los jefes: “el 15 de enero se llevaron 5 cántaros de vino para regalar al general Serás que se encontraba en Benavente. ...El 5 de febrero vino para el general Serás. ... Un pernil para el comandante de San Cebrián”. En mayo vino a la villa un comandante para el apremio del trigo, y le regalaron “dos perniles y media arroba de queso. En otra ocasión vino una partida de Zamora con un comandante a la requisa de los granos e hicieron noche en Villarrín “por estar esta villa obligada con la tropa y comboy de granos que iban a Salamanca, se hicieron gastos de vino con la tropa y al comandante: “una docena de huevos, quatro libras de barbos, un queso, una libra de manteca”. El alojamiento de los oficiales cuando estaban en la villa se hacía en las casas de los vecinos más ricos: “Para la mesa del comandante que estuvo en casa del Sr. don Bernardo Costilla el día 11 de diciembre: tres gallinas, 1 alabanco, y 3 libras de tocino, y tres cántaros y medio de vino... dos botellas de vino que llebamos mi compañero y yo en casa de don Bernardo la noche que nos mandó sentar a la mesa con la señora Copotillas”. Para hacer frente a la multitud de gastos que conllevaba el mantenimiento de las tropas, el ayuntamiento se incautó de diversas partidas de granos pertenecientes a hacendados forasteros: “Cuenta y Razón de los granos que embargó la Justicia y sequestró en mi poder, propios del Sr D. Luis Aguado, los mismos que con orden de ésta e ido entregando”.
Pero no sólo había que contribuir a la manutención de las tropas francesas, aparte los guerrilleros y el ejército español reclamaba sus mantenimientos, y en las cuentas también se anotan estos gastos: “El día de San Tirso vino para convidar a los dispersos. Tres fanegas de cebada para los españoles el miércoles por la noche en casa de Diego Gutiérrez, y en casa de Jacoba, nuebe panes de tres libras y una botella de aguardiente. El día 28 de agosto a 20 españoles les di dos docenas de huevos, 4 libras de queso, 5 reales de ubas y a otros españoles 1 libra de longaniza y 25 reales de tocino” “Dos fanegas de cebada que he dispensado a algunos dispersos que se separaron de la tropa española”. A veces llegaban a la villa oficiales del ejército español, seguramente en misiones de espionaje, y se alojaban en la villa, de lo que también deja testimonio el alcalde Tejedor: “un oficial español en casa de Vitacarros”, que era uno de los dos escribanos de la villa. También los empleados de la Real Fábrica participaban en los tratos con los guerrilleros. Por dos veces el alcalde Tejedor entrega 125 reales al administrador de la fábrica para dar a los españoles. Las partidas de guerrilleros que rondaban los alrededores eran principalmente la de Francisco Nápoli, que era la más activa en la comarca, su jefe estuvo en casa del escribano Vitacarros más de una vez y en una de las ocasiones recibe 500 reales del alcalde; la de El Segoviano, a la que hace entrega de 42 reales y un bono de vino; y la del Tío Juan, que lleva una fanega de trigo. El continúo ir y venir de tropas por la villa ocasionaría muchas veces situaciones de pillaje, por lo que era necesario sobornar o gratificar a los soldados que se hallaban de continuo en la villa o llevaban más tiempo en ella para evitarlo, por eso en el libro de cuentas de la iglesia de San Pedro se anota[44]: “44 reales que llevaron las tropas francesas una noche por hacer guardia a la iglesia y su panera que no la robaran otros”. Además de la información que nos proporciona este pleito antedicho que incluye el detalle de las cuentas del año 1811, disponemos de otros testimonios reiterados que nos permiten conocer la continua exacción de granos que se llevaba a cabo con destino a la capital[45]; sobre todo los pertenecientes al señor de la villa, el Duque del Infantado, que por no apoyar al gobierno intruso habían sido secuestrados en favor del estado todos sus bienes en virtud de algunas disposiciones: “del gobierno intruso especialmente el Decreto que llaman de 9 de enero de ochocientos once para el pago de la única contribución permitiendo que los pueblos usasen de todos sus propios, Arbitrios, Vienes Nacionales y todo lo demás de qualesquiera denominación que fuesen”, como de órdenes y mandamientos del ejército español: “y también en las órdenes espedidas por el Exmo Sr. Cuesta y Junta de Armamento Probincial de Zamora, dirigidas a la de esta villa que con el objeto de concurrir a salbar la Patria y ofender al enemigo facultaba en iguales términos”. En virtud de estas disposiciones el Intendente de Zamora, una autoridad española títere de las fuerzas ocupantes, reclama el traslado a las paneras de provisiones de la capital los granos que en esos momentos se encontraban en las paneras del duque: “La Justicia de Villafáfila embargará todos los Carros, Caballerías y Costales que sean necesarios para conducir a estos Almacenes todo el Trigo y Cebada que en Paneras de dicha Villa existe y pertenece a los Estados del Duque del Ynfantado: en la inteligencia que se pagará el porte de los conductores. Zamora 14 de Marzo de 1811 El Yntendente interino Padilla”.
Ante la dificultad de oponerse a las órdenes francesas, hasta el administrador del Duque en la provincia de Zamora, al tanto del traslado de los granos, sólo recomienda paciencia a la justicia de Villafáfila: “Muy Señores míos. “Quedan en mi poder los vonos para entregarlos y liquidarlos y con tiempo recojeré el recibo, en lo demás estoy informado de lo ocurrido y así tener paciencia que es quanto puedo decir a Vds, de quienes quedo su seguro servidor. Zamora y Marzo, 14 de 1811. Francisco García Patón”. La orden de embargo de todos los carros para el transporte del trigo y cebada a Zamora parece que conllevaba algunas dificultades, bien por la resistencia de los vecinos o por la falta de colaboración de la justicia, por lo que desde Zamora se insiste en el traslado con veladas amenazas a la misma: “La Justicia de Villafáfila conducirá a estos Almacenes todo el grano que existe en ella correspondiente a la casa sequestrada del Duque del Ynfantado y a Bienes Nacionales. Cuya conducción se ha de realizar en todo el día de mañana, pena de ser responsable la misma justicia. Zamora 9 de Abril de 1811. El Yntendente interino. Padilla”. Pese a la reiteración y a las intimidaciones, todavía a últimos de abril seguían sin llevar a Zamora los granos del Duque, y además debían las cantidades correspondientes al repartimiento de grano hecho por la provincia, por lo que el Intendente les apremia de nuevo insistiendo en la amenaza de intervención de las tropas francesas: “Dos órdenes he comunicado a Vds. ya para que hagan conducir a estos Almacenes los granos que existen en la Villacorrespondientes a los Bienes secuestrados del Duque del Ynfantado: aún no se ha verificado y parece que esa Justicia se ha propuesto no obedecer orden alguna de las que se le comunican: prevengo a Vds por última vez que si en el preciso término de 24 horas no hacen conducir los expresados granos y las 195 fanegas de Trigo, y 97 de Cebada que corresponden a los dos primeros tercios del repartimiento hecho, pasará tropa inmediatamente a exigirlas y a ejecutar en Vds mismos las penas a las que se hayan hecho acreedores. Dios guarde a Vds muchos años. Zamora 29 de Abril de 1811. El Yntendente interino Ramón Padilla”. Todavía es necesario un ultimátum más directo para que los alcaldes hagan cumplir la orden de traslado de los granos a Zamora: “Señores Alcaldes de Villafáfila. De 24 horas. Hará V saber a la Justicia de Villafáfila que en el término perentorio de 24 oras se presente ante mí uno de sus alcaldes bajo la multa de 200 ducados y de ser conducida presa con auxilio de la tropa. D.g.a.V.m.a. Zamora a 3 de Mayo de 1811, el Yntendente interino. Ramón de Padilla”. Por otro testimonio del escribano Vitacarros de 1816 nos podemos hacer una idea de las presiones que sufrían los vecinos de Villafáfila para hacer frente a las requisitorias de las autoridades civiles de Zamora puestas por los franceses, que no cesaban de demandar contribuciones en dinero y en grano, para atender a la vez las necesidades de manutención de las tropas tanto de paso por la villa como las establecidas en Benavente y Castrogonzalo, y no enfrentarse a los guerrilleros y ejército español, que operaba en la margen derecha del Esla a pocos kilómetros de la villa y visitaban muchas noches el pueblo, contando con la colaboración de sus vecinos[46]: “En 1811 un oficio de García Patón y del Intendente reclamando los granos de S.E. a lo que se siguió la sorpresa que hizo con su tropa D. Francisco Nápoli, de orden del teniente coronel de línea de Toro, don Fulano Acha, que se hallaba en el cuartel de Carbajales, con objeto de que esta justicia le aprontase los 10.000 reales que había cobrado para los franceses y tenía que remitir a la capital; y como no pudo verificarlo llevó en renes al Alcalde Tejedor, a Onésimo del Pozo y a Ambrosio Ximénez , a éste por encargado de la panera de S.E., cuyo acontecimiento se representó a dicho Yntendente González y se ofició a Patón con fecha del 12 y 14 de marzo. El 20 de marzo se presentó en esta villa a las 11 de la mañana una partida de 50 hombres de Ynfantería Francesa comandada desde el Cuartel General de Benavente de orden del General de División Conde Serás, a virtud de otra de General Gobernador del sesto distrito, a informarse del estado actual y anterior que podían tener el gran almacén de granos de la corona o Nacionales que se habían secuestrado por la casa de S.E. y se suponían vendido a los vrigantes[47], cuyo reconocimiento se practicó haciendo cargo de su salida y existencia, así a la Justicia como al dicho Ximénez en concepto de encargado, manifestando el mismo haberlo preso y conducido a Carbajales por haber vendido algunos granos de los que había en la panera de S.E. hasta que dio satisfación del valor de 116 fanegas de cebada, recogiéndose dicho comandante de franceses el seguro de 170 f de tº que se hallaba existente. Todo lo qual está copiado en el Libro de Órdenes de los años 10 y 11 que reserva el que declara (Vitacarros) en su archivo en el que también se halla otro oficio del intendente interino don Ramón Padilla de 31 de marzo por el que manda a la justicia que con toda prontitud se remitiese a los Almacenes de Probisión de la Capital los granos que existiesen en la casa secuestrada de S.E.” En el año 1811, ante tantas demandas de trigo, se habían trasladado los granos de la panera del duque a la de Onésimo del Pozo, para más seguridad ante las informaciones de la posibilidad de llegada de los guerrilleros, no obstante, lo cual éstos se presentaron en el pueblo y procedieron a su incautación: “de una y otra especie fue sacado y estraído por Tropa de Guerrilla y observación del Esla, bajo cuyo pretesto y el de ser frutos de Napoleón, la executaron en medio de haberle reserbado de la mano de estos y de los franceses, algunas porciones indibiduos y vecinos celosos a su instancia, y noticiosos de bajar a extraerlo totalmente” No sabemos de los enfrentamientos que tendrían lugar entre las tropas francesas y la guerrilla que operaban en las inmediaciones del Esla, a la altura de Quintos, pero alguno debió de haber, así como refriegas con las tropas irregulares españolas de don Tomás García Vicente, que tuvieron un encuentro en Manganeses con los franceses en octubre de 1810[48]. En 1811 se anota la partida de defunción de un oficial francés y se hace mención a la orden del coronel de asistencia obligatoria a su entierro: “En veintidós de agosto del presente año falleció el oficial francés D. Juan Bautista Vigieu natural de Perigueux, Dordoña, nacido el 12-VII-1787, del 2º regimiento de Valligeros de la Guardia Imperial, asistieron a su entierro 8 sacerdotes y los pudientes del pueblo, pues así lo mandó el Señor Coronel”.
Durante el año 1812 se va vislumbrando el final de la ocupación francesa, pero es el año de mayores sufrimientos para una población exhausta por las calamidades de la guerra y las malas cosechas. La mortalidad, tanto por el hambre, de la que hay abundantes testimonios como a consecuencia de acciones bélicas es la más alta del periodo de la guerra. En los libros de difuntos figuran diversas partidas: “...Ambrosio Riesco de 12 años, murió en el campo, sin ser visto. Miguel Rodriguez, de Villaveza, hallado muerto en el campo, 5 hijos. Pascual Fernández, de Riego, 16 años, hallado muerto en el campo se encontró con la camisa, los calzones y medias rotos. Una mujer hallada muerta, no se sabe si gallega o portuguesa Domingo Durantes de Villafáfila, se enterró en el oratorio de Salinas pues se halló el cadáver en aquel territorio...” Varios testimonios recogidos en diversas fuentes nos dan una idea de la quiebra y extenuación a la que habían llegado los pueblos, tanto la villa de Villafáfila como el cercano Otero de Sariegos o el monasterio de Moreruela. Durante ese año el repliegue de las tropas de Portugal trajo como consecuencia que el tránsito de las mismas por Villafáfila fuera continuo, así ya en abril era muy crecido el número de soldados: “hallándose lleno el pueblo de tropas”; el 20 de mayo anota el escribano en uno de los pleitos movidos en su oficio el trasiego de las tropas napoleónicas[49]: “supuesto que las ocupaciones de la guerra continua, estancamiento y paso de tropas imperiales, no permite al juzgado y sus curiales la menor libertad para las actuaciones de sus negocios...”. y nos ofrece un testimonio directo de las desgracias que soportaban los vecinos como consecuencia de la guerra y del hambre, así como de actitudes compasivas de algunos de los soldados: “para la conservación de los bienes según las circunstancias del tiempo presente en que todo está expuesto al asalto y la invasión, así respecto de la dicha guerra, cuanto por la miseria y necesidad que rodea el país, viéndose ya con harto dolor morir las gentes por las calles, asediadas de la necesidad, que hasta los enemigos piadosos manifiestan compasión y ofrecen y dan limosna a las puertas de su alojamiento de las sobras que tienen de sus raciones, a pesar de ver los patronos angustiados con su familia en tal estado, y cuando la Divina Providencia del Señor se digne enviar la paz, se continuará este juicio”. Otros testimonios coinciden en la afluencia de tropa francesa en los últimos meses de ese año en su retirada[50]: “en nobiembre o diciembre del año de 12 permaneció por beinte y tantos días la artillería de a caballo que había bajado de Portugal”. Y para abundar en los testimonios de las desdichas que tuvieron que soportar los vecinos tenemos una reseña en el codicilo realizado en marzo de 1813 como adicción al testamento otorgado ante notario en 1810 por don Bernardo Costilla, que era seguramente el mayor hacendado de la villa, poseedor del mayorazgo de los Costilla[51]: “Declaro que muchas de las alhajas declaradas en mi testamento no subsisten por causa de la presente guerra, por haberse robado muchas de ellas y otras haberlas gastado en las grandes aflicciones y pago de contribuciones”. Además, rebaja el número de misas aplicadas por su alma de 1000 a 750 por la disminución de sus caudales y declara a sus herederos: “Que de la tierra grande que tengo en la Lomba, que la parte la Senda de la Horca, se saque de ella 5 cargas de tierra para la villa y sus arbitrios, con la condición que abonen a mis herederos el importe de 100 cántaros de vino que el año de 9 me sacó la justicia para llevar raciones a Benavente y no me han abonado nada por ellos”. Si la situación de los pueblos grandes era lastimosa, en las pequeñas poblaciones, donde estaban más indefensos los vecinos ante la falta de alimentos como ante los abusos de todo tipo, tanto de los franceses como de guerrilleros y bandidos españoles, se podría calificar de trágica y sirva el sentido testimonio que el cura de Otero anota en el Libro de Fábrica de su iglesia: “Ad perpetuam rei memoriam: anno 1811 & 12” “En el agosto de mill ochocientos y once fue tan estéril generalmente la cosecha que llegó a cojerse poco más que la sembradura. Llegábase a esta otra miseria tan grande o maior: a saber, la guerra que interiormente nos hacían los franceses, que después de asolarnos en llevar las haciendas y caudales de todos e interceptar los comercios, recojieron con varios pretextos los pocos granos que había y los almacenaban en las ciudades y pueblos grandes, y hacían después hacer mantener sus tropas a los pueblos. Así llamaron con grande apresuración sobre este miserable Reino al hambre, de modo que llegó a valer la fanega de trigo a quatrocientos cinqtª reales y el pan cocido a 16, 20 y 24 rrl. las cuatro libras, y así respective al centeno y cebada. Este centeno y pan de cebada eran azucarillos aun para los ricos y poderosos, pues estos estaban mas pobres en su modo que los mismos pobres, porque eran más perseguidos y saqueados. De aquí y de la grande anarquía que suscitaron estos hombres, se levantaron innumerables quadrillas de ladrones, unas compuestas de soldados españoles dispersos, otras de desertores y otras de los pueblos, que, sin el menor rubor y muchos sin muy lexítima necesidad, se hecharon universalmente a robar las haciendas del campo y las de las casas con pésimos e inicuos tratamientos y muertes de sus dueños. Era pues tanta la miseria e infelicidad que aún, hasta muchos de aquellos que por oficio estaban obligados a defender la patria y la Religión con sus armas, convertían su autoridad y poder en enriquecerse a sí y a los suios. De aquí muchos pobres muertos por los caminos y pueblos, unos de hambre, otros a yerro. La historia y papeles públicos darán más puntual noticia de esta infeliz catástrofe, basta lo dicho para formar una confusa idea de tan terrible acontecimiento”. No obstante, es digno de advertir que, sin embargo, que estos grandes y generales trabajos nos provenían de nuestras culpas, no obstante, los hombres cada día se veían más osados, más perspicaces, de más dura cerviz, más soberbios, más blasfemos y más luxuriosos. “Pero las entrañas piadosísimas del Señor, por respeto de aquella semilla bendita que ha dejado en Israel para la conservación de su iglesia, proveió de una abundantísima cosecha al mundo en el Agosto de 812. Sea Bendito para siempre. Amén”. Otro ejemplo de la desolación imperante es la situación de desamparo en que quedaron los edificios monacales de Moreruela, antaño esplendorosos, que trajo como consecuencia el expolio del mismo por parte de los vecinos de la comarca como deja reflejado el testimonio del escribano de Villafáfila de 1812[52]: “Testimonio de las alajas que se han traído del Monasterio de Moreruela para esta iglesia y su estado. Yo el infrascrito escribano del número y ayuntamiento de esta villa y su jurisdicción y notario apostólico de la diócesis de Astorga, certifico que siendo notoria la supresión del monasterio de Santa María de Moreruela de la horden de San Bernardo, según las nobísimas disposiciones del actual gobierno, lo es también el habandono en que se halla hace mucho tiempo. Reconocido ocularmente el día mismo de ceniza a solicitud de don Bernardo Matheos, párroco de San Pedro desta dicha villa, y en especial su iglesia y templo tan recomendado y brillante quando lo ocuparon los monjes antiguos y los desalojados, con cuyo motivo, sin puertas principales ni acesorias, las gentes de los pueblos inmediatos han hecho y hacen un verdadero saqueo y extración. Y los sacerdotes y párrocos celosos del culto dibino, por no ber más y más profanado dicho templo, sus altares y sagrarios, han reflexionado entre sí recoger en sus yglesias en calidad de depósito, los que han hallado, siendo entre éstos el actual vicario de San Martín desta villa, fray Juan Trabadillo, que a expensas de los feligreses y mayordomo de fábrica han conducido y colocado en ésta de sus cargos los efectos y alajas siguientes: El altar de San Bernardo sobredorado colocado en el altar mayor desta iglesia, uno de los colaterales donde se halla Santiago, sin colocar. Otro colateral también dorado de San Froylán para poner él Nuestra Señora del Carmen. Unos canceles que estaban a la puerta del Parral. Quatro frontales dorados, un atril. Todo lo qual lo ha traído en calidad de depósito a favor y honor de su iglesia y de la futura suerte que le pueda caber al nominado Monasterio y su Religión, bajo la qual conformidad la firmé y yo lo firmo y signo a 10 de marzo de 1812. Felipe de Vitacarros”. También en el libro de cuentas de la parroquia de Santa María de Villafáfila en el año 1812 se anotan 200 reales de gasto por la comida dada a los feligreses que en los días festivos iban con carros de bueyes a traer despojos del monasterio de Moreruela con destino a esta iglesia, por lo que es de suponer que muchas otras piezas pertenecientes al monasterio llegaran a esta villa cercana, algunas de las cuales todavía permanecen en ella[53]. A últimos de agosto de 1812 era evacuada por los franceses la ciudad de Zamora, a donde volvieron en noviembre de ese mismo año y permanecieron hasta el 31 de mayo de 1813[54], Benavente siguió los mismos pasos y las tropas aliadas desde Alcañices por Tábara pasaron a Benavente el mismo 31 de mayo y apresaron cuatrocientos dragones en Castrogonzalo[55] reiterado por el testimonio de Fernández Brime[56]. A finales de septiembre de 1812 ya debía estar Villafáfila momentáneamente libre de la ocupación francesa pues los dependientes de la Real Fábrica de Salitres proceden a hacer un inventario general de sus edificios y enseres por orden del Intendente de Zamora[57]. Pero en los meses siguientes son numerosos los soldados que pasan y se alojan en la villa cuando proceden a su retirada de Portugal: “en nobiembre o diciembre del año de 12 permaneció por beinte y tantos días la artillería de a caballo que había bajado de Portugal”. Dejando libre el pueblo en mayo de 1813 según el testimonio de Segundo Trabadillo anteriormente citado[58]. Libres de la ocupación se procede a hacer reparaciones de algunos de los estragos causados por los invasores, así en el Libro de Fábrica de la parroquia de San Salvador correspondiente al año 1813 figura una partida en la data para: “tapar cuatro o cinco agujeros que tenía la pared del frontis de la iglesia... de asentar el marco de la ventana que destruyeron los franceses.” Ya ese mismo año se reanuda la correspondencia entre el gobierno de Cádiz y el Intendente de Zamora a propósito del funcionamiento de la Real Fábrica de Salitres, reclamándose desde la Dirección General de Rentas que se proceda a su venta o arrendamiento, por no ser rentable, y reclamándose por parte del administrador y dependientes de la misma que se les socorra con sus sueldos por lo dificultoso de su mantenimiento. En una carta de mayo de 1814 que remite el escribano de la villa Felipe de Vitacarros, informando de la situación de la fábrica al gobierno se da noticia del estado de la fábrica, de la destrucción de los montes durante la guerra y de la eficaz gestión de los dependientes de la misma, evitando su incendio o destrucción por los franceses[59]: “La Fábrica de Salitres de la villa desde la Rebolución a paralizado, de cuios echos no puede inorar esa Contaduría y Caballero Intendente, como que su Administrador y dependientes han repetido sus quejas... tiene efectos y muebles de mucho interés que están sin uso desde aquel entonces, ... el miserable estado en que han quedado los montes es el obstáculo... para que no pueda propagar la advertida Fábrica. ...que su Administrador y subaltenos se han conservado pasando mil miserias en manos del enemigo, y principalmente dicho Administrador bibiendo en la misma Fábrica ha podido conseguir la conservación de dichos utensilios y que no se aya desmontado y quemado el casco y todo ello, al modo que lo hemos experimentado en casas particulares desamparadas” Aunque por el inventario de 1812 se deja entrever que la fabricación no se había detenido totalmente durante los meses anteriores, pues se inventarían diversas cantidades: “trescientas diez arrobas y diez libras de salitre labrado en esta fábrica que se entregaron para afinar y por estar aun cristalizando no se puede pesar”. Al acabar la guerra y después del breve periodo en el que estuvo vigente la Constitución de 1812, los estamentos privilegiados pretendieron seguir manteniendo la situación de 1808. Así las familias que disfrutaban de hidalguía (Calzada, Costilla, Díaz, de León y Orduña) reclaman en Real Chancillería el mantenimiento de sus privilegios[60]: “hallándose en la quieta y pacífica posesión de su hidalguía , recibidos y reconocidos como tales por el concejo de la dicha villa donde están establecidos la mitad de los oficios que reacaen en mis partes ... la justicia della, queriendo hacer durar todavía el trastorno y desorden que trajo consigo la pasada guerra y el vicioso sistema de la abolida Constitución, ... continúan abusivamente y prescindiendo de lo establecido en las leyes y órdenes de nuestro soberano imponiendo a sus partes bagajes y alojamientos del propio modo que si no hubiera más que un estado... siguiendo la rotura y libertad que motivó la guerra pasada de hacer contribuir con bagajes y alojamientos a los miembros privilegiados y sacerdotes” solicitando una Real Provisión para que se guarden sus exenciones. Lo mismo ocurre con el señor de la villa, el Duque del Infantado, y sus administradores, que proceden a la reclamación a los vecinos de Villafáfila de diversas rentas que habían dejado de pagarle correspondientes a los años de ocupación francesa[61]. Les reclama tanto el dinero como el grano, en concreto: 15.212 reales de alcabalas de los años 1804, y de 1808-1814; 2.274 reales y 12 mrs de mesa maestral y 1.045 reales de martiniegas. Asimismo, les requiere la entrega de 435 fanegas, 3 celemines y dos cuartillos de trigo, 233 fanegas y 11 celemines de cebada y 14 fanegas de centeno que había en sus paneras y fueron extraídas durante esos años. En agosto de 1815 la justicia le pide una demora en la cobranza de la deuda a Su Excelencia el Duque por: “la suma decadencia en que la dejó la destructora guerra como que en toda su serie de años se mantubieron los enemigos un destacamento en este pueblo, y su continuo paso por la localidad que tiene para cruzar las tropas desde León, Astorga y Benavente a Toro y Zamora, asegurando la correspondencia de los exércitos”. El administrador García Patón desde Zamora informa al Duque de la mala disposición de los de Villafáfila y realiza tres acusaciones: La primera hace referencia a la destrucción de la casa-palacio mediante su uso como cuartel por las tropas napoleónicas, y el desmantelamiento de enseres y maderas por parte de los vecinos aprovechando este periodo de crisis: “estos que se dicen humildes vasallos han sido los más ingratos que sin respeto a los beneficios que han recibido desde el año pasado de 1543 hasta el cinco de enero de 1809 con los que han mirado con el mayor desprecio derechos y regalías de S.E. haciendo cuartel de su casa palacio sin respeto de tenerla amueblada con camas y demás propios usos que perora la mayor parte, las paneras haciendo sacar sus granos, sirviendo estas para los caballos durante la Guerra. Por último no quedan más que dos puertas y media quemando todas las demás, y las ventanas arrancando las rejas y balcones de yerro como también demoliendo la cocina hasta los cimientos llevándose las maderas della, y la de dos pisos enteros y lo mismo la de los cielos rasos de tres divisiones sacando aún los cargaderos de las paredes maestras de las divisiones interiores sirviendo dicho palacio en los tiempos que no había franceses de corral para encerrar toda clase de ganados que prendaban los guardas del concejo hasta que pagaban la pena, y dicho palacio de juego de pelota, que no pude contenerlos sin embargo de los oficios que les pasé, saltando corrales y demoliendo los tejados para subir por las pelotas y cojer nidos de toda clase de pájaros, y me obligó a tapiar puertas y ventanas con otros gastos... ...no querer que quedase memoria de que en algún tiempo hubiese sido su señor y por lo tanto se decidieron, y puede decirse que a pasos acelerados, fueron a verificar el derrote y ruina del Palacio, de cuyos fragmentos se aprovecharon.... Los vecinos se defienden de las acusaciones y alegan que: “La casa de S.E no fue ocupada para la clase de cuartel y sí de principal para la guardia de los franceses por disposición de sus comandantes, así quando estaban de guarnición en ésta, como cuando sus divisiones marchaban y contramarchaban por este crucero y ruta general que hicieron cuando bajaban de León Astorga y Benavente para Toro Salamanca y Zamora , si sólo que en dos remisiones o más de prisioneros que hicieron en Asturias y el Bierzo los tuvieron en la misma casa por su seguridad y comodidad, en el qual tiempo por retirarse y fugarse diferentes prisioneros padecieron perjuicio los cielos rasos y tabiques de la dicha casa y otra veces ocupaban con los renes y justicia así de este pueblo como las de su cantón, y que en las paneras, después de desalojadas de grano hicieron quadra y en la del Pósito Real de esta villa al paso de la división de Dragones y demás caballería y que permanencia de su destacamento por estar una y otra en la Plaza Pública, ... y si la Xª y vecinos se hubiesen olvidado de su respeto y celo se hubiese quemado diferentes veces pues anochecían y no amanecían en ellas, dejando las hogueras puestas en el patio y demás partes ocupadas, y al momento que se sabía su ausencia y otras veces que se estaba de observación se pasaba, como lo hizo este testigo, a reconocer la casa y apagar el fuego que en ella encontraban”, y relatan el lamentable estado en que dejaron los franceses otros edificios y casas particulares de la villa: “también en aquella villa se encuentran otros edificios en el mismo estado que el Palacio, y los dueños estando presentes consintieron en verles demoler, no siéndoles posible resistir a la fuerza y orgullo de los enemigos, que no perdiendo nada, todo lo hacían igual, fuese el dueño uno u otro, estubiese presente o ausente. ...Y que de todo hizo presa, quando con el continuo paso de todo género de tropas que la atravesaron con dirección a varios puntos”. ... siendo así que todos estos edificios y otros fueron enteramente destruidos por los enemigos, como igualmente se observa en todos los puntos de corta o grande población sin que el vecindario hubiese intervenido en nada... Ciertamente existen otros testimonios de destrucciones, como la de la pared de la panera del Pósito Real, que mencioné anteriormente o las reparaciones que figuran en el Libro de Fábrica de San Salvador “de asentar el marco de la ventana que destruyeron los franceses... de tapar cuatro o cinco agujeros que tenía la pared del frontis de la iglesia”. La segunda acusación del administrador es la de requisa de los cereales de la panera que el duque tenía en la villa, y su procurador aduce el despotismo y la violencia con que los vecinos de Villafáfila procedieron a extraer los granos de las paneras del Sr. Duque para cubrir los pedidos de raciones que se les hacían cubriendo sus responsabilidades con lo que había en esas paneras sin tener que contribuir con los propios de la villa o de los particulares: “...que haciendo pedidos de granos a la villa y otros pueblos ellos mismos recurrían a la autoridad que entendían competente a manifestar que no había otros de que poder hacer efectivo el pedido que los pertenecientes al Sr. Duque...”. Sin embargo, según manifiestan los de Villafáfila el secuestro de los granos de las paneras del duque fue por mandamiento de las autoridades francesas, no sólo con el objetivo de facilitarse un abastecimiento, sino con el propósito se represaliar a los Grandes de España que no habían querido colaborar con el nuevo régimen: “El estado del Duque fue secuestrado... aquella determinación del Yntruso que no otro fin llebaba que debastar los intereses de los más principales para atraerlos sin duda de este modo a sus iniquas ideas... ...Disposiciones del gobierno intruso especialmente el Decreto que llaman de 9 de enero de ochocientos once para el pago de la única contribución permitiendo que los pueblos usasen de todos sus propios, Arbitrios, Vienes Nacionales y todo lo demás de qualesquiera denominación que fuesen, y también en las órdenes espedidas por el Exmo Sr. Cuesta y Junta de Armamento Probincial de Zamora, dirigidas a la de esta villa que con el objeto de concurrir a salbar la Patria y ofender al enemigo facultaba en iguales términos. ...No la villa, y sí los encargados particulares de los franceses, disponían a su arbitrio y voluntad de las rentas de aquellos estados, ... ...De la deuda de granos que se supone, malamente haberse tomado por la fuerza de parte de la Justicia y Ayuntamiento de los años que señala ... puede decirse que la biolencia y exsacción fue de parte del Gobierno intruso a pretesto de ser una de las nuebe casas reserbadas, así por buena parte la de este Estado del mismo Exmo, y que por los intendentes de la capital por repetidos oficios fueron reclamados u exigidos los granos e igualmente por otras órdenes de algunos Gefes Militares a vista, ciencia y paciencia del citado Administrador,...” Aducen la dificultad de poder ocultar a los franceses la existencia de tales recursos almacenados en la villa debido a la cooperación e información de que disponían de los colaboracionistas españoles: “La fuerza enemiga a que no podía menos de sucumbirse, mayormente estando protejida del carácter astuto de algunos españoles que se veían colocados por los mismos enemigos en puestos muy abanzados”. Además, alegan que parte de los granos fueron extraídos por los guerrilleros y tropas españolas para evitar que cayeran en manos de los franceses: “a la diferencia de ser una mitad menos en la partida del trigo a no ser que dicho Administrador quiera cargar al Pueblo lo que de una y otra especie fue sacado y estraído por Tropa de Guerrilla y observación del Esla, bajo cuyo pretesto, y el de ser frutos de Napoleón, la executaron en medio de haberle reserbado de la mano de estos y de los franceses, algunas porciones indibiduos y vecinos celosos a su instancia y noticiosos de bajar a extraerlo totalmente”. Por último, los representantes del Duque del Infantado, que a la sazón desempeña el cargo de Presidente del Real y Supremo Consejo de Castilla, reprochan a los de Villafáfila que han sufrido menos que otros pueblos los desastres de la ocupación, con el objeto de convencer al alto tribunal de la perfidia de los vecinos: “la guerra pudo muy bien en otros pueblos comprometer y apurar a sus vecinos, pero en la villa de Villafáfila puede decirse que no sintieron estos males porque siempre tubieron existencias del señor Duque con que cubrir cuanto se pedía al vecindario”. Reprochándoles que muchos vecinos, con los que la villa contrajo deudas para las contribuciones o provisiones de las tropas francesas, habían sido resarcidos mediante la entrega de terrenos comunales. A todos estos argumentos responde el procurador de Villafáfila con testimonios de los vecinos: “...Según los documentos que conserva el declarante [el escribano] considera ageno de berdad que en los lugares del Cantón de esta villa en aquel entonces de la guerra sufriesen todo el suministro echo de Probisiones y Utensilios a los destacamentos que estubieron de guarnición... ...es una de las que más ha padecido, que sus vecinos aún no se han restablecido de los daños sufridos”. Y no sólo no habían recibido beneficio de las paneras del señor, sino que su existencia en la villa les había traído inconvenientes: “Los perjuicios que los mismos vecinos de Villafáfila experimentaron de que en la misma villa existiesen los granos pertenecientes al Sr. Duque porque de no ser así no tendrían necesidad de disponer para la conducción sus caballerías y costales, perdiendo jornales y algunos de estos efectos, con exposición conocida de sus personas”. Insisten en las excesivas contribuciones a las que les sometían los franceses y al dinero que se veían obligados a entregar a los guerrilleros, sin que al duque se le hubiera pedido nunca contribución alguna para estos menesteres: “y últimamente el Pueblo a respondido de todas las contribuciones vecinales y territoriales en sumas tan crecidas que se hicieron insoportables al tránsito del enemigo y aún de los Guerrillos y tropas Nacionales, sacando arbitrariamente sumas de dinero, particularizando a su modo Hacendados y Curas, y sin contar en todo ello con la casa de Su Excª la que asta aora en toda la serie de años de un buen aquerdo no a contribuido como debiera con contribución alguna pues, sin embargo de que en los años de diez, once, doce y trece se le repartieron a queja de los vecinos de ocho a nueve mil reales que juzgaron los repartidores amillaradores todabía no se le a exigido un maravedí”. Niegan los de la villa que hubieran recibido a cambio de las contribuciones terrenos comunales, salvo en casos de empréstitos que se vio obligado a tomar el ayuntamiento cuando las exigencias de los franceses hacían perentoria alguna contribución: “para dar cumplimiento a las tropas francesas así de raciones como de otros pedidos, lo mismo que para las tropas españolas.....Tiene por incierto que a la mayor parte de los vecinos se les haya pagado en terrenos comunes sus contribuciones, si sólo que a cuenta de suministros de carnes, granos o de dinero en los años de 12 y 13, siendo ya la imposibilidad tanta para poder cumplir y exigirlos, fue preciso tomar la justicia y ayuntamiento el medio de adjudicar a dichos vecinos dichos terrenos y lo propio en las opresiones y apuros de los demás años”, Porque en caso de no hacer efectivos en poco tiempo los requerimientos apresaban a los alcaldes y a los ricos: “y habiendo quales quiera falta (de suministros) luego arrestaban a la Xª y otros particulares en concepto de hacendados”. Y además de contribuir al mantenimiento de las tropas debían alojar en sus propias casas a los jefes y soldados: “y lo mismo que hubiese estado aquartelada la tropa de la casa de S.E. pues siempre fue alojada en las casas, así la infantería como la caballería y solamente ocuparon las paneras quando tenían la gran guardia de alternación, principalmente quando en nobiembre o diciembre del año de 12 permaneció por beinte y tantos días la artillería de a caballo que había bajado de Portugal, y otras veces quando benían partidas sueltas con pliegos de correspondencia o a conseguir raciones o a dar apremios sobre su conducción que no pernoctaban, dándole dicho destino sus comandantes y los que había en esta plaza que comúnmente estaban alojados al frente”. En agosto de 1815 se había llegado entre el ayuntamiento y el duque a un acuerdo para rebajar en una tercera parte la deuda total, con la condición que fuera pagada antes de agosto de 1816: “poderosos motivos tenía el Sr. Duque del Ynfantado en vista de lo informado por su Administrador para no dispensar gracia alguna a los vecinos de Villafáfila, más sin embargo convino en hacerles una rebaja de la tercera parte de todos los granos que le adeudaban”. Pero los vecinos no estaban conformes con este acuerdo en vista, entre otras circunstancias, del indulto que había otorgado el rey de los atrasos de las deudas a la Hacienda Pública según el Real Decreto de 9 de julio del 1816 para que no se reclamen los atrasos de los tributos: “nuestro Augusto Soberano en consideración a que en los recordados años que dominó el enemigo fueron escesibas las contribuciones exigidas a la Nación, se dignó por parte de la Real Hacienda indultar a sus amados Vasallos del pagamento de las contribuciones así también lo hizo estensibo respecto de los señores de dichas alcabalas quienes parecen no imitan un exemplo tan digno y concorde a los sentimientos de la nación”. La sentencia dada el 26-04-1817 obligaba a la paga de lo que le adeudaban al duque, pero parece que fue favorable a los de Villafáfila en cuanto a la paga de lo consumido durante los años de ocupación: “Sobre eso harán la cuenta de lo que deben del año 4 y desde 1º de julio del 14”. CONCLUSIÓN Las consecuencias de la Guerra de la Independencia en los pequeños pueblos de Castilla, si tenemos en cuenta el ejemplo de Villafáfila fueron de dos tipos. Desde un punto de vista económico se produjo un agotamiento de los recursos de los vecinos debido a las excesivas contribuciones en dinero y en granos, que exigieron las autoridades de ocupación, y a la obligación de mantenimiento sobre el terreno del ejército invasor. A la vez, tanto los guerrilleros que operaban en la zona, como los restos del ejército español asentados durante gran parte de este periodo en las comarcas del otro lado del Esla, hacían incursiones en el pueblo exigiendo también la entrega de suministros, alimentos y dinero. Además, se produjo la disminución e incluso abandono de los cultivos en muchas tierras, tanto por los avatares propios de la guerra como por la escasez de mano de obra, pues muchos jóvenes que se habían alistado en el ejército, y la tradicional afluencia de segadores gallegos se tuvo que ver afectada por las propias acciones bélicas. Esta escasez de alimentos llevó a un encarecimiento de los de primera necesidad, y a situaciones de hambre y miseria como no se habían visto desde hacía mucho tiempo, lo que trajo como consecuencia un incremento de la mortalidad, sobre todo en el año 1812, añadiéndose a esto un crecimiento de las muertes violentas. Para empeorar la situación los franceses provocaron la destrucción de numerosos edificios, aunque no fue tan generalizada en el caso de Villafáfila como en otros pueblos cercanos como Castrogonzalo, y la paralización de otras actividades económicas como la fábrica de salitre, que se resintió también por la destrucción de los montes cercanos. En segundo lugar, las transformaciones en el ámbito sociopolítico que se produjeron durante esos años se dejan traslucir menos de la documentación que he manejado, pero se intuye un cambio de actitud de los vasallos respecto al señor de la villa, el Duque del Infantado, que sufre en sus propiedades, sobre todo en el palacio y paneras que tiene en la villa, los estragos de la propia guerra y la rapiña de algunos vecinos. Durante los años de ocupación desapareció el vasallaje feudal y el señorío jurisdiccional, que se restauró en el año 1814. Además, el régimen de funcionamiento de los ayuntamientos, con el surgimiento de Juntas, tanto de Defensa como de Suministros, en las que participaron representantes de los vecinos al margen de los regidores, dejaron resentidas las prerrogativas que gozaban los hidalgos de la villa, que acabada la guerra y restaurado el absolutismo, vuelven a demandarlas por vía judicial. En la oposición a la ocupación francesa participaron la mayoría de los vecinos, unos con alistamiento de sus hijos en el ejército español y otros con funciones de espionaje y sabotaje, motejando incluso a alguno como José Orduña, un hidalgo, con el apelativo de “el Tío Guerrillo”, que trasmitió a sus descendientes, como consecuencia de sus acciones. No he encontrado en la documentación menciones directas a vecinos colaboracionistas activos de los franceses. Los que años después van a ser los más conspicuos representantes de las facciones políticas locales, tanto liberales, la familia de los Trabadillo, como realistas o carlistas, las familias de León y Costilla, fueron activos opositores a los franceses. Autor: Elías Rodríguez Rodríguez. La Guerra de la Independencia en una villa zamorana: Villafáfila (1808-1814) Benavente en la Guerra de la Independencia. V Jornadas de Estudios Históricos Autor: Rafael González Rodríguez (Coordinador) Centro de Estudios Benaventanos «Ledo del Pozo» 2010 historiasdevillafafila.blogspot.com https://historiasdevillafafila.blogspot.com/2017/08/la-guerra-de-la-independencia-en-una.html http://villafafila.net/independencia/independencia.htm
Fotografías: Elías Rodríguez Rodriguez. José Luis Domínguez Martínez.
Transcripción y montaje: José Luis Domínguez Martínez.
Todo texto, fotografías, transcripción y montaje, sus derechos son pertenecientes a sus autores, queda prohibida sin autorización cualquier tipo de utilización.
Todo texto y fotografía ha sido autorizado al almacenamiento, tratamiento, trabajo, transcripción y montaje a José Luis Domínguez Martínez, su difusión en villafafila.net, y cualquier medio que precie el autorizado. [1] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ E. 2002: “Villafáfila a la muerte de Felipe II: crisis demográfica y ruina económica” STVDIA ZAMORENSIA Segunda Etapa Volumen VI. [2] Archivo Histórico Provincial de Zamora [A.H.P.Za.] Catastro de Ensenada. Leg.1628. [3] Archivo General de Simancas [A.G.S.] Dirección General de Rentas Leg.1852-21. [4] Censo de Floridablanca. Provincia de Zamora. Madrid 1989. [5] A.H.P.Za. Municipal. Villafáfila Leg. 25. [6] Archivo Diocesano de Zamora [A.D.Za.] Villafáfila. Libros de Difuntos. [7] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid [A.R.Ch.V.] Pleitos Civiles. Fernando Alonso Olv.596-8. [8] Elaboración propia con los datos de los registros parroquiales, actualmente en el Archivo Diocesano de Zamora. [9] La serie 1 corresponde a los bautizados solemnemente. La serie 2 incluye los anteriores más los que figuran en los libros de difuntos como bautizados de socorro, y la serie 3 son todos los difuntos registrados. [10] Archivo Parroquial de Villafáfila. Libro de Fábrica de San Pedro. [11] Para mayor detalle ver RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ E. 2001: “Historia de las explotaciones salinas en las lagunas de Villafáfila. [12] A.G.S. Dirección General de Rentas. II Remesa. Leg. 2940. [13] Gras y de Esteva R. 1909. La Guerra de la Independencia en Zamora: 57 [14] Testimonio de Segundo Trabadillo en la presentación de méritos del año 1815. [15] A.R.Ch. V. Pleitos Civiles. Fernando Alonso olv. C.653-1. [16] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Zarandona y Wals olv. C. 3238-2. [17] Gras y de Esteva R. 1909: 57. [18] A.H.P.Za. Desamortización C. 187. [19] A.H.P.Za. Notariales 11760. [20] A.H.P.Za. Municipal C.394. [21] A.H.P.Za. Notariales 11760 [22] Archivo Familiar Delás-Trabadillo. Memorial de méritos de Segundo Trabadillo. [23] Archivo Familiar Delás-Trabadillo. [24] A.H.P.Za. Notariales 11760. [25] A.R.Ch. V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. 2006-3. [26] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. 2006-3. [27] A.H.P.Za. Notariales 11760. [28] A.D.Za. Villafáfila. Libro de Bautizados de Santa María. [29] Archivo Diocesano de Astorga A.D.A. Procesos II Leg. 2343, exp.1. [30] A.H.P.Za. Notariales 11760. [31] A.H.P.Za. Municipal de Villafáfila C. 25. [32] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. 2006-3. [33] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. 2006-3. [34] A.H.P.Za. Municipal de Villafáfila C. 25. [35] “Y nótese que tamaños atropellos eran la mayor parte de las veces en provecho exclusivo de los Jefes, que explotaban su dictatorial poder exigiendo nuevas sumas de los detenidos pudientes, sin que el fruto de sus exacciones trascendiera el ejército, cuyos soldados no se recataban de escribir en los muros de nuestras ciudades letreros con la siguiente inscripción ¡Guerra de España! ¡La muerte del soldado, la ruina de los oficiales, la fortuna de los generales” (Gras 1909)! [36] A.H.P.Za. Notariales C. 11760. [37] A.H.P.Za. Notariales C. 6422. [38] Acabada la guerra tienen que solicitar en 1815 al gobernador militar y político de la provincia, el teniente general don Carlos O´Donell que reconozca la legalidad de dicha compra, que les es reconocida tras el informe favorable del abogado de Villafáfila don Agustín de Atienza y Olmos, comisionado para el efecto. [39] Gras: 186. [40] Pleitos Civiles, Fernando Alonso olv. C.657-1. [41] Ídem olv. C. 653-1. [42] A.R.Ch. V. Pleitos Civiles. Fernando Alonso olv. C.653-1. [43] El general Montbrun con el 6º regimiento de los dragones y la artillería ligera permanece 4 días en Villafáfila. François Nicolas Fririon Journal historique de la campagne de Portugal entreprise par les Français. Paris 1841. [44] GRANJA ALONSO Manuel, De la, y PEREZ BARGADO Camilo: Villafáfila. Historia y actualidad de una villa castellano-leonesa. Zamora 1996: 294 [45] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. 2006-3. [46] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles Lapuerta olv. 2006-3. [47] Guerrilleros. [48] “Otro en Manganeses de la Lampreana, que aunque no tan útil, fue más glorioso por haberles hecho conocer que para los soldados de la Primera Legión no bastaban trincheras, parapetos, ni fuerzas superiores para asaltar cual tigres sobre ellos arrojándolos vergonzosamente de los atrincheramientos, apoderándose de ellos los nuestros, como lo hubieran hecho de sus personas, á no haber sido socorridos tan pronto por fuerzas quatriplicadas que tenían en Villafáfila, dos leguas de aquel, muriendo, á pesar de la desproporción de fuerzas y situación local, más franceses que de los nuestros, entre ellos su comandante, según el parte del mismo pueblo peleando los pocos españoles no por sorpresa sino cara a cara y en campo raso”. GARCIA VICENTE TOMAS. Documentos relativos a las operaciones de la Legión de Honor de Castilla en 1808 y 1810. Madrid 1843. [49] A.H.P.Za. Notariales C.11762. [50] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles Lapuerta olv. 2006-3. [51] A.H.P.Za. Notariales C.11762. [52] A.D.Za. Villafáfila. Libro de Fábrica de San Martín. [53] Granja M. et al. 1996. [54] Gras 1909: 246, 248. [55] Gras 1909: 252. [56] http://www.1808-1814.org/colabora/benaven.html [57] A.H.P.Za. Desamortización C.187 [58] Una fuente importante para el conocimiento de las acciones de las tropas francesas durante la guerra de la independencia, que apenas he consultado, son las memorias y relatos de campaña de los oficiales franceses, algunos publicados, por ejemplo, las Memorias Militares del Lugarteniente General Conde Roguet publicadas en París en 1865, donde en su página 387 de hace referencia a movimientos de tropas por la comarca de Villafáfila: “Le général Dumoustier fit, sur ma demande, partir: 1° de Villafafilla, 800 voltigeurs du 2° régiment renforcés de 100 lanciers de Berg et commandés par le major Dehayes pour aider au travail des cantons de Villafafilla, Villalpando et Valderas ; 2° de Zamora, 800 hommes du 1er voltigeurs, avec 100 lanciers de Berg, sous les ordres du major Malet, pour les partidos del Pan et del Vino; 3° de Benavente, 800 voltigeurs du 3* régiment, avec 200 lanciers de Berg, sous le major Cambronne, pour la partie de la Merindad de Polvorosa qui se trouve sur la rive gauche de l'Orbigo, la Merindad de Villamandor et le pays situé entre l'Orbigo et l'Esla, depuis le confluent de l'Orbigo avec cette dernière rivière jusqu'à Puente Lavinza, Laguna de Negrillo et Villamor ; 4° de Valencia, une colonne de 800 hommes et as.”; o “La bataille de Vitoria: el fin de l'aventure napoléonienne en Espagne” por Jean Sarramon. París 1985: “l'avaient incité à recommander à Digeon d'observer de près le cours de la rivière et de faire occuper San Cebrian pour se lier avec Curto à Villafafila”; o ingleses como la de The Peninsular Journal of Major-general Sir Benjamin D'Urban... 1808-1817, escrito por Benjamin D'Urban, Izac Jozua Rousseau y publicado por Longmans, Green and co., en 1930. [59] A.H.P.Za. Desamortización C. 187. [60] A. R. Ch. V. Hijosdalgo C. 1693-2. [61] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles Lapuerta olv. 2006-3. |