LOS SALMENTEROS O SALINEROS EN LA SOCIEDAD MEDIEVAL DE VILLAFÁFILA

HISTORIA DE LAS EXPLOTACIONES  SALINAS EN LAS LAGUNAS DE VILLAFÁFILA

 

 

 

 

Tenemos pocas noticias específicas de los hombres que se dedican de una manera o de otra a la obtención y comercialización de la sal de Villafáfila. Según se menciona en el documento del acuerdo entre el concejo de Villafáfila y el obispo de Astorga sobre los diezmos de la sal de 1235, se distinguen tres clases situaciones de posesión o de explotación de las cabañas: los dueños principales de las cabañas, los que hacen la sal y los arrendatarios:

domini principales torvarum teneantur et nichilominus ipsi qui faciunt salem et qui arrendant”,

Además, en el proceso productivo intervenían los criados y los mozos, posiblemente contratados temporalmente para trabajos como acarrear la leña. Además, tenía que haber vecinos de la villa y forasteros que se dedicaran a transportar la sal producida hacia los centros consumidores.

Trataré de hacer una aproximación general a los grupos sociales que actuaban en la Villafáfila medieval, detallando las referencias a los salmenteros.

Grupos Sociales

Los grupos sociales establecidos en las villas medievales se pueden llegar a conocer por las referencias a los mismos en los fueros conservados. En el caso de Villafáfila, al carecer de texto foral nos dificulta el conocimiento de los distintos grupos sociales de la villa y de las relaciones de dependencia que podían existir entre ellos y con respecto a los poderes feudales. Pero por la carta de donación de 1229 de la villa por Alfonso IX a la Orden de Santiago, sabemos que existían tres situaciones jurídicas dentro de los vecinos:

1- Vasallos que hasta entonces lo eran del rey y pasan a ser vasallos de la orden, a la que deben hacer el foro que antes hacían al monarca.

2- Hijos de algo

3- Benefacturiis de mare ad mare

Además de estos existían los clérigos como grupo social bien definido y mejor documentado, las minorías religiosas como eran los judíos y los pobres o marginados.

Los vecinos pecheros

Su característica principal era la obligación de hacer “forum”, es decir de dar la renta feudal al señor de la villa: antes de 1229 al rey y después al maestre o al comendador. Podía tratarse de campesinos o de otros vecinos dedicados a actividades artesanales, comerciales o a la explotación salinera.

Antes de la organización de las villas reales, los vecinos de Lampreana eran vasallos del rey que disponía de sus casas y heredades, y que podía hacer donación de estos vasallos a otros propietarios o señores feudales como la que concede a la catedral de León en 1073 Alfonso VI:

 “Insuper adicimus unum hominem quem decimus excusatum per huius manum tota illa decima colligatur... et ipso homine supredicto cum suo solare e sua hereditate”.

En la fundación de las villas reales los vecinos que acudían a la población de las mismas recibían del rey lotes de tierra que cultivaban a cambio de una renta o foro, pero no podían disponer libremente de ella. A partir del siglo XIV - XV esta disposición se fue ejerciendo con libertad. Si los vecinos se iban a habitar a otro lugar:

pierdan las posesiones y heredades que tuviesen en aquellas villas y vosotros dispongais de sus heredades", según se explicita en la carta de donación de 1229.

En las Cortes de Valladolid de 1325 se permite a los vasallos de las órdenes militares habitar en las villas y ciudades del rey sin perder por ello sus heredades solariegas, con la única obligación de pagar los derechos foreros[1], lo que supone un gran cambio en la posibilidad de movimiento de los vecinos de las villas, pero que seguramente se limita a legalizar una situación que se vendría produciendo desde tiempo atrás.

Algunos de estos vecinos pecheros tenían una posición económica que les hacía destacar sobre los demás. Eras los denominados “boni homines” u hombres buenos, que en todas las villas y ciudades ejercían el monopolio de los cargos concejiles junto con los hidalgos. Era habitual la permeabilidad entre ambos grupos.

Estos hombres buenos aparecen citados desde 1147, en la donación del monasterio de Santa María de Villafáfila a San Pedro de Eslonza:

para que lo poseas tú, Juan Spora, durante tu vida y despues de tu muerte, el abad de San Pedro con el concejo de Santa María y de otros hombres buenos del monasterio de San Pedro”.

En 1165 se documentan como arrendatarios de bienes de monasterios, confirmantes de documentos y como propietarios de tierras. Esta condición se transmitirá a los descendientes siempre que mantuvieran la posición económica:

et si filio vel filia remanserit de suis que bono homo fuerit, et facere que fecit suo pater...”

Iglesia de Santa María del Moral

 

A veces en las datas de los documentos son citados con este apelativo y su nombre precedido del tratamiento de don, así en 1199 confirman una donación a Eslonza: “Qui presentes fuerunt homines bonos” y confirman 17 vecinos, de los cuales cinco van precedidos de don y tres de los cuales son citados como hijos de doña, posiblemente viudas que mantenían la posición socioeconómica de los maridos.

Como ejemplo de estos hombres buenos destacan algunos que son propietarios de tierras en varios pueblos, participan en el gobierno de la villa o reciben en prestimonio bienes de instituciones eclesiásticas:

Miguel Salgado, es alcalde en 1176 y en 1182, y aparece incluido entre los hombres buenos que confirman una donación al monasterio de Eslonza. Lo encontramos ratificando varios documentos de este monasterio y de los de Vega, Gradefes, Sahagún y Moreruela entre 1174 y 1207.

Tiene ciertos derechos sobre la iglesia de San Clemente de Fortiñuelas, por los que recibe desde 1185, y de por vida, tres moyos de trigo; y su familia es poseedora de la mitad de la iglesia de Santiago de Villafáfila, y un hijo suyo dona la mitad de esta iglesia al monasterio de Eslonza en 1201.

Sus propiedades territoriales están distribuidas por la comarca pues en 1202 se cita una tierra suya en Santa Elena, aldea en el alfoz de Benavente, y en 1203 dona una tierra en Villaveza al monasterio de Sobrado de los Monjes.

Foto placa de la calle el crucifijo existente aun hoy día en el lugar donde estuvo la iglesia de Santiago, por detrás de la iglesia Santa María del Moral

 

Esta consideración social y situación económica es aplicable a su familia, pues su esposa Marina Domínguez es denominada como doña Marina. Si reparamos en la etimología de su apellido Salgado podemos encontrar cierta relación con la producción de sal.

Fernando Gutiérrez, era un vecino rico de la villa, que en 1197 dona una heredad en Villafáfila al Hospital de Arbás, en 1200 recibe en usufructo los bienes que la Orden de San Juan poseía en Cerecinos y Villafáfila a cambio de la heredad que su mujer Marina Pérez tenía en Villalobos. En 1201 recibe toda la heredad que el monasterio de Sahagún tenía en Villafáfila y Bretó, que incluía las salinas y los montes de leña, a cambio de cierta renta anual de, entre otras cosas, 15 cargas de sal, pero si entrare en religión tenía que devolver la heredad excepto que tomase el hábito de Sahagún, donde sería bien recibido. En fecha incierta, pero a principios del siglo XIII, recibe unas casas en Benavente que fueron del conde Roderici por parte de la comunidad de monjes de Malucanum.

Ruinas del Monasterio de Sahagún

 

Los buenos hombres pecheros eran los que soportaban los pechos y servicios reales y señoriales, mediante derramas o reparto de los mismos entre ellos. Por eso el paso de algunos pecheros a la condición de exentos, provocaba protestas de los demás que veían incrementada la cantidad que les tocaba en los repartos. En 1417 los vecinos se quejan ante los visitadores del maestre de:

dixeron que en la dicha villa e su tierra que avia algunos vezinos que heran pecheros e fijos de pecheros que por tener harmas e caballo e bibir con señores que dizen que deben ser escusados de los pechos e trebutos que entre hellos acaesçen lo qual dixeron que nunca fue en la dicha villa nyn en su tierra en lo qual dixeron que rescebian agrabio e que nos pedian que que les proveyesemos de rremedio con derecho e sobre este capitulo avida nuestra ynformacion fallamos el dicho concejo ser agraviado por ende mandamos de parte del dicho señor maestre que todos los que non fuese fijosdealgo que pechen todos los pechos e trebutos que al dicho concejo vinieren en qualquier manera”.

 El problema de los excusados por parte de los poderosos, en el caso de Villafáfila la familia Pimentel, tanto el conde de Benavente como don Pedro, se mantenía a fines del siglo XV:

“Otrosy fuimos querellados de los pecheros que en aquella villa viven muchos que se defienden por hidalgos criados del conde e de don Pedro los quales son trenta vesinos e dende arriba e son mui ricos e que estos conpran las hasiendas de los pecheros y no contribuyen por ellas los dichos hidalgos ni se quita de su quantia a los pecheros que de tal manera que de aqui a diez años quedaran los pecheros sin hasiendas y pecharan como si las tuviesen de manera que la villa quedara por perdida si no se remedia mandando que el hidalgo que conpre de pechero que peche por ello y asi soplican a sus altezas”.

En el reparto de los pechos reales de 1462 que incluyen:

el pedido e moneda e monera forera” tocan “al conçejo de Villafáfila XIIII.DCCCLXXII mrs., al conçejo de Sant Agostin IXXIII mrs, al conçejo de Revellinos I.CCCCXVII[2].

La cantidad que paga la villa es de las mayores de los pueblos incluidos en la sacada del obispado de Zamora, y con relación a las aldeas, es de 10:1 con Revellinos y 14:1 con San Agustín.

Los Hijodalgos

Se trata de vecinos privilegiados, que están exentos de pechos “en posesion de omes fijosdalgo libres e francos e esento e no pechar ni pagar en pechos ningunos reales ny conçejiles ny en pedidos ny en monedas” y sus servicios se restringen al ámbito militar.

El origen de estos caballeros debió de ser:

-por evolución de ramas secundarias de familias nobles

-por ascensión en la escala social de antiguos vasallos solariegos enriquecidos y protegidos de nobles.

-por concesiones regias de la hidalguía.

Muchos de ellos debieron establecerse en las villas reales en el momento de su fundación o poco más tarde y recibirían los lotes de tierra correspondientes (en 1165 uno de los vicarios de los mandantes era Petro Infanzón, apellido que se relaciona con la hidalguía). Así en la donación de Villafáfila de 1229 se cita a los filiis de algo como grupo aparte, a los que no se les hace vasallo de la Orden de Santiago y no tenían que hacer el foro que el resto de los vecinos estaban obligados a hacer. El modo de vida de estos caballeros solía ser la milicia, por lo que en los documentos aparecen citados como “milites” y la posesión de caballo y armas era condición indispensable para la pertenencia a este grupo social. En la confirmación del concierto de diezmos de la sal firmado en 1235, entre los confirmantes aparecen quince "milites", que son caballeros, pero no necesariamente del hábito de Santiago, sino vecinos de la villa, pues en Villafáfila nunca hubo convento de la Orden. Algunos llevan el apelativo de Donno delante y otros no, por lo que ese tratamiento que posteriormente servía para distinguir los hidalgos de los pecheros parece que en principio indicaba una respetabilidad social, tal vez derivada de su situación económica. Y muchos de los Boni Homes de la villa, con una holgada posición económica, pudieron mantener caballo y armas y formar parte de los caballeros villanos, citados en otros lugares, que, aunque puedan obtener sus rentas de la agricultura y la ganadería, sus recursos les alejaban del común de los vecinos labradores que integraban la población de las villas. Esta exención de tributos era el privilegio que defendían los hidalgos en 1481 contra la inclusión en los padrones por parte del concejo:

“porque estando en posesion velcasy posesion de no pechar ny contribuir en pechos e trebutos algunos reales ni conçejiles ny personales, syendo enpadronados e sacandoles prendas contra toda razon e justiçia por el conçejo e justiçia e omes buenos de la villa de Villafáfila”,

Una forma de ser considerado hidalgo y ser eximido del pago de los pechos era ponerse al servicio de algún noble de la zona principalmente del conde de Benavente y su familia o del comendador de Castrotorafe. Así en 1417 el concejo se queja a los visitadores del Maestre de esta situación:

“que en la dicha villa e su tierra que avia algunos vezinos que heran pecheros e fijos de pecheros que, por tener harmas e caballo e bibir con señores, que dizen que deben ser escusados de los pechos e trebuttos que entre hellos acaescen, lo qual dixeron que nunca fue en la dicha villa nyn en su tierra... otro si... dixo que hera verdad que el dicho comendador que tenya el dicho merino e que lo escusaba de todos los pechos”.

Entre los argumentos del concejo para oponerse a la hidalguía en 1481:

“si dexaron de pagar seria por tener algunos ofiçios o por vivir con algunos caballeros o por ser allegados de persona poderosa que los defenderian de los dichos pechos e rogaban al conçejo que por algun tienpo los excusasen”.

 En los pleitos de hidalguía del siglo XVI, en las razones habituales del concejo para oponerse al reconocimiento de las hidalguías se dice que:

“su padre y aguelo fueron criados del conde de Benavente, que era comendador de Castrotorafe y los escusarçia y escusó de los pechos”, o en otros casos: “lo avia exentado don Pedro Pimentel porque tenia armas e caballo y hera çirujano”.

Así conocemos la vinculación a la familia Pimentel como criados o escuderos de algunos hidalgos del siglo XV como Fernando de Robles, Ivan de Collantes o Francisco Rodríguez de la Mezquita que fueron alcaides de la fortaleza de Villafáfila por el dicho conde o por su hermano; o Martín de Barrio que era escudero del conde Don Rodrigo Pimentel. Esta situación siguió provocando las quejas del concejo en 1494:

“Otrosy fuimos querellados de los pecheros que en aquella villa viven muchos que se defienden por hidalgos, criados del conde e de don Pedro, los quales son trenta vesinos e dende arriba e son mui ricos”.

Escudo Familia de Barrio

 

Otra forma de acceder a la hidalguía era la concesión real por acudir a la guerra cuando eran solicitados y servir al rey con caballo y armas, cuando los tenían, y a pie cuando no.

Conocemos el caso de Juan del Prado, un vecino de Villafáfila, que recibió la carta de hidalguía de privilegio con las mismas prerrogativas que los hidalgos de solar conocido, para él y sus sucesores, por parte de Enrique II en 1465, por acudir con su caballo al servicio del rey cuando lo requirió y pagar cierta cantidad de dineros a los contadores mayores. Posiblemente acudirían otros vecinos ricos de Villafáfila y de otros pueblos cercanos como el hermano del anterior, Pero Alonso del Prado, pues el capitán de la tal gente, que acudió al llamamiento del rey, al real de la villa de Simancas, era Pedro de Porras vecino de Villafáfila. Posteriormente el rey Enrique II, presionado por los nobles, revocó estos privilegios en las cortes de Ocaña y de Santa María de Nieva. Los Reyes Católicos, a petición de los procuradores de las ciudades y villas, mandaron que no pudieran gozar de estas hidalguías, salvo los que acudieren a la guerra contra el rey de Portugal en 1475, durante dos meses y entregasen cierta cantidad de plata en metálico. Lo que cumplió Juan del Prado. Cuando obtuvo el privilegio lo primero que hizo fue presentarlo en concejo: “lo mostro en la plaza publica della”, para no ser incluido en los padrones como pechero. El dinero que tuvo que entregar por dos veces y el desahogo económico que le permitía acudir a la guerra con sus armas y caballo, lo obtenía de la producción de sal, pues sabemos que tenía una cabaña de hacer sal : “el padre de Gómez de Prado (Juan del Prado) y el padre de Salvador Façera tenian una cabaña en las salinas que estaban cerca una de otra y se trataban y conversaban”, actividad que previamente le había concedido cierto grado de respetabilidad social: “Juan del Prado e Ynes Domingues se casaron en la iglesia del señor San Martin con onrras y agasajos como gente de buena fama”[3]. Además de una forma de tener acceso a la condición de hijosdalgo, acudir a las guerras y mandamientos de los reyes era una de sus obligaciones. En 1481 recuerda Pº Xuárez de Valdés, hidalgo de Villafáfila su participación y la de otros hidalgos en la campaña de la Vega de Granada por parte de Juan I en 1431: “este testigo y el padre de Juan de León fueron a la guerra de Granada en servicio del señor Rey D. Juan, façe mas de quarenta años...” , y Pedro de la Cámara que “los dichos Juan de León y Alvaro de Villagómez fueron a la guerra en serviçio del señor Rey D. Enrique a la guerra e real de Simancas e lo sabe porque este testigo los viera venir a esta guerra y despues aca an venido en nuestro serviçio (de los Reyes Católicos) a las guerras e reales de Toro e de Zamora contra el rey de Portugal e estovieron serviendo en estas guerras como omes fijosdalgo”. Esta participación en las campañas bélicas de la Reconquista permitía a los hidalgos participar en el botín, como el caso de Juan de León que volviendo de la campaña del rey don Juan a la Vega de Granada de 1431: “se acuerda bien que el dicho Juan de León traia un moro preso”, con el fin de obtener un posterior rescate o de utilizarlo como siervo.

Final de la ejecutoria de Juan de Villagómez y Álvaro de León 1481

 

La participación de los hidalgos de Villafáfila en las guerras civiles del siglo XV no se hizo en el mismo bando, pues mientras unos acudían al real de Simancas a defender al legítimo rey don Enrique IV, otros acudían, bajo el patrocinio del conde de Benavente, en apoyo del infante don Alfonso, pretendiente al trono:

 “quando este testigo tenia quince años poco mas o menos fue a la guerra de escudero con un Martín de Barrio, el viejo, a Symancas, quando estaba alli el señor rey don Alonso quando avia diferençias entre los señores rey don Enrique y rey don Alonso”[4].

Los hidalgos solían acudir a las campañas encuadrados en las mesnadas de los grandes nobles, como los Pimentel. Conocemos el caso de un hidalgo de fines del siglo XV, Martín de Barrio, que procedía de San Pedro de la Viña, se casó en Villafáfila, participó en la contienda del Conde de Benavente con el de Lemos en el Bierzo y Galicia y posteriormente acompañó a don Pedro Pimentel a la Guerra de Granada, en la toma de Vélez Málaga:

“seyendo este tº al dicho tpo de veynte años poco mas o menos tpo [1464] començo de conosçer a Aº de Cabañas, aguelo del que contiende padre del dicho su padre, que hera casado e bevya en Sant Pº de Çeque que es del conde de Benavente,...fue un honbre fidalgo que tenya armas e caballo e servya al conde de Benavente e caso con una fija de doña Blanca, señora de Uña,  (Beatriz Núñe), e tenya por su hijo a Martín de Barrio, que fue con el conde de Benavente a una guerra a Galisya e alla el dicho conde tomo al conde de Lemos una fortaleza que se llamaba Santdianes e dexo por alcayde al dicho Aº de Cabañas e alla fallesçio e no le  vyo mas este tº, e el dicho Martín de Barrio bolvyo despues aca y se caso en Villafáfila y alli vyvio y despues no le vyo sino una vez en V[él]ez Malaga que fue a la guerra con el dicho conde” “ que puede aver çincuenta años [1474] poco mas o menos que començo de conosçer al dicho Martín de Barrio, padre del que contiende que estaba en Villafáfila con un Martín de Barrio hermano de su madre e le caso el dicho su tyo con una hija de una su ama”  puede aver agora çinquenta años que començo a conosçer a Martín de Barrio que bevia con don Pedro Pimentel”.

 En 1482, D. Pedro Pimentel que a la sazón tenía la villa de Villafáfila, partió a la guerra contra los moros a la ciudad de Alhama[5], y debió de ser acompañado por otros hidalgos de la villa.

Algunos hidalgos como es el caso de otro Martín de Barrio, tío del anterior y originario de tierra de Sanabria, vino a vivir a Villafáfila a mediados del siglo XV, donde se casó antes de 1453. En 1463 recibe a fuero perpetuo todas las heredades que el monasterio de San Martín de Castañeda tenía en Bamba y San Pelayo. Siempre fue tenido en la villa por hombre del conde de Benavente bajo cuyo servicio participaba en las diferentes contiendas de su tiempo como era el apoyo al infante don Alfonso en su rebelión contra el rey Enrique IV. Falleció en Sanabria en 1473 y mandó enterrarse en la iglesia de San Martín:

en una sepultura al altar mayor hacia el Evangelio, que tiene tres escudos de armas esculpidos que parecen tener una cruz y unos pinos labrados y encima de la sepultura un bulto de hombre pintado e labrado de piedra yeso a manera de alabastro en figura de hombre con su espada en las manos y sus almohadas de piedra yeso con un letrero enrededor que parece leerse Aquí yace Martín de Barrio. que aya Stª Gloria hijo de Lope Núñez de Barrio, murió en Sanabria, mando enterrarse aqui. A veintidos de Setiembre de 1478 años”.

Ruinas de la fachada de la iglesia de San Martín

 

Sabemos que sus hijos tenían ganados, tierras y salinas en Villafáfila y estuvieron vinculados a la familia Pimentel a la largo del siglo XVI, como pajes del conde, arrendatarios de rentas de la encomienda de Castro, participantes en hechos bélicos o ejerciendo cargos de alcaides, o corregidores en Villafáfila y Alija por don Bernaldino Pimentel.

En un padrón nominal de la villa y tierra de Villafáfila que se realizó calle hita, por mandado de la reina doña Isabel en 1497, la distribución de estados era la siguiente:

 

vecinos

hidalgos

pecheros

clérigos

Villafáfila

270

49

215

6

San Agustín

69

9

60

 

Revellinos

59

3

55

2

                                                                                                                                   

Representando los hidalgos de la villa más del 18% de los vecinos, el 13% en San Agustín y el 5% en Revellinos, porcentajes más altos que en Benavente, Toro o Zamora para esa época[6].

Los hidalgos, además de participar en las guerras, tenían unos medios de vida como otros vecinos de la villa. Eran propietarios de tierras o de viñas, de ganados o de salinas, incluso participaban en las pujas de las rentas reales de las salinas de Villafáfila, como es el caso de Juan Marbán en 1455, que se hallaba en la villa de Medina del Campo y se le adjudicaron en primer remate las rentas de las salinas de Villafáfila. También conocemos su participación en rentas eclesiásticas en fechas tan tardías como 1481 “ lo viera teniendo novenos en la iglesia de Santa María del Templo que es en el lugar de Pajares”, en el caso de Juan de Villagómez, que también tenía el derecho de presentar capellán de la capellanía de Santa María y Santa Marina, sita en la iglesia de San Martín, fundada antes de 1475; y en el caso de Juan de Toranzo era sacador de los diezmos de San Marcos “ que tenya buenos panes porque los diesmos dellos sacava este testigo y su suegro[7].

Averiguación que el Comendador Alonso de Esquivel hizo por mandado de la Reina Isabel I de Castilla, de los vecinos de Villafáfila, Revellinos y San Agustín, renta de la villa y valor de su fortaleza

                                                                                                                                                                                       

Los Benefacturii de mar a mar

Como grupo diferenciado de los hidalgos y del común de los vecinos de Villafáfila se citan en 1229 los benefacturiis de mare ad mare. Los hombres de behetrería o benefactoría eran vasallos con dependencia personal y de sus propiedades de un señor. Se trataba de una situación de típica dependencia feudal. Las benefactorías de mar a mar o antiguas, tenían un grado de libertad mayor que otras situaciones pues podían elegir y, teóricamente, cambiar de señor cuando quisiesen entre cualquier noble del reino.

En el caso de Villafáfila pueden haber sido reductos de los primitivos habitantes del lugar que permanecían en la villa desde antes de su repoblación en el siglo XII.

Clérigos

Según Martínez Sopena: "Aunque tal vez se pudiera considerar integrantes del clero local a los diversos administradores territoriales de los bienes monásticos, no cabe duda de que este término alude principalmente a los clérigos parroquiales, el ejercicio de cuyo ministerio está en íntimo contacto con la comunidad”.

Así en Villafáfila, podemos distinguir el clero local a cuyo cargo están las diferentes parroquias y que procede y forma parte de la comunidad y los administradores delegados de los grandes propietarios eclesiásticos.

Villafáfila era la sede del arciprestazgo más suroriental de la diócesis de Astorga, en ella residía el arcipreste cuya primera mención es de 1156, y bajo su autoridad se encontraba el clero parroquial. Los arciprestes solían ser miembros de las oligarquías locales y estaban más en sintonía con los clérigos locales y con las autoridades de las villas que con el poder episcopal. Así en el pleito de 1156 sobre la propiedad de una salina entre los monjes de Castañeda y unos vecinos de Villafáfila, el arcipreste Salvador Peláez es citado como parte de los parroquianos clérigos y laicos de Villafáfila que debían defender el derecho de sus convecinos.

Los clérigos representan dentro de la villa un grupo privilegiado, que como dice Martínez Sopena "no dejan de tener una posición preeminente dentro de la comunidad. Sus ingresos derivados de su participación en los diezmos y las rentas de los bienes propios de las iglesias que sirven les proporcionan recursos más abundantes que al común de los vecinos”.

Además, el clero local goza de exenciones de determinadas prestaciones. Esto hace que vayan formando un grupo aparte; y de hecho, en la confirmación del acuerdo de 1235, firman en una columna aparte, separados de los vecinos de la villa y del clero episcopal.

A veces los clérigos son propietarios de iglesias como es el caso de Román Arias en 1165. Otras veces poseen diversos bienes episcopales en usufructo o renta como la salina de Santa Marina que lleva en renta el clérigo de San Salvador en 1310.

El número de integrantes del clero local va aumentando a medida que va creciendo el número de iglesias, así en 1156 se documentan tres y en 1235 los clérigos de la villa confirman un documento en columna separada de los otros vecinos y firman diez.

Los clérigos de la villa y las aldeas tenían unas obligaciones con el obispo de Astorga entre las que estaban “concurrir a su ilustrísima con la parte de procuración que les corresponda según están obligados los clérigos de aquel paraje y al arcediano de aquel territorio y a los canónigos de Santa María pagarles fielmente sus foros anualmente” según la transacción y convenio firmados entre el obispo D Fernando y el abad de San Claudio a propósito de la consagración de la iglesia de San Clemente de Fortiñuela[8]). En 1161 el monasterio de Eslonza se compromete a proporcionar hospedaje al arcediano del Páramo con 10 hombres y 6 bestias cuando visite la villa.

El incumplimiento de estas obligaciones por parte de los monasterios poseedores de iglesias en Villafáfila había dado lugar a varios pleitos. Hacia el año 1178 el papa Alejandro III emite un breve por el que manda al obispo de Astorga, D Fernando, que vuelva a consagrar la iglesia que en Villafáfila tenían los monjes de San Claudio, y que en tiempos del obispo D Arnaldo había sido consagrada por un hereje que se decía obispo con acompañamiento de sus arcedianos. A pesar de que los monjes le ofrecían la tercia de los diezmos, el obispo no la había querido ir a consagrar. El Papa le conmina a que no pacte recibir ni tomar alguna cosa por razón de la consagración. Algunos años más tarde el papa Lucio III manda a los abades de San Claudio y San Pedro de Eslonza (ambos propietarios de iglesias en Villafáfila) que en las iglesias que tienen dentro del obispado de Astorga guarden y conserven a su obispo los debidos derechos y regalías que le pertenecen y no pongan en ellas clérigos ordenados en la diócesis de León, a menos que el obispo de Astorga los apruebe y obedezcan sus órdenes[9].

La procedencia de los clérigos tuvo que ser doble:

-los que servían iglesias de propiedad monástica o episcopal serían nombrados por los dueños de las iglesias y generalmente ejercería los beneficios forasteros, aunque en el desempeño de su cargo se integrarían en la villa. Así en 1287 Pedro Domínguez, cura de San Martín, promete hacer allí su casa y habitación y ser vasallo del obispo de Astorga. Otras veces el clérigo propuesto para el curazgo es morador de la villa, pero recibe un solar por parte del propietario de la iglesia como en 1291 se compromete Juan Domínguez con el monasterio de Eslonza, para que en su casa reciba al abad, monjes o vasallos cuando fueren a Villafáfila, así como se especifica las obligaciones de tipo económico que contrae con el monasterio. Todavía en 1332 el monasterio de Sahagún presenta a Domingo Juan como cura de la iglesia de San Miguel;

-los que servían iglesias propiedad de los feligreses (San Pedro, San Andrés, San Salvador, Santa Marta) eran de presentar de éstos y generalmente eran elegidos parroquianos o convecinos.

Antiguo cementerio, que anterior mente se situaba la iglesia de San Andrés

 

El aumento del número de clérigos y su conciencia de ser un grupo privilegiado o al menos diferenciado, los lleva a la constitución de cofradías o cabildos de clérigos, documentados en Villalpando en 1198 y en Mayorga en 1251. En Villafáfila sabemos que los clérigos estaban agrupados en un cabildo en 1241, que no debía de haberse constituido mucho antes, pues en esa fecha aún no tenía sello y deben utilizar el sello del arcipreste para confirmar un acuerdo. Así, los clérigos asociados en cabildo, y con su arcipreste al frente, son capaces de pleitear contra el convento de San Marcos de León sobre la distribución de los diezmos en 1241 y en 1379.

En algunos lugares como Mayorga el cabildo era una asociación cerrada que sólo reunía a un determinado número de los clérigos de la villa. En el caso de Villafáfila sabemos que estaba integrado por los clérigos de la villa, distinguiéndolos de otros clérigos del término de Villafáfila. Estos cabildos sirvieron, en el caso de Villalpando, para acumular propiedades, aunque en Villafáfila los bienes de la cofradía de clérigos de San Gervás se documentan en el siglo XV y XVI, pero la verdadera acumulación de tierras y censos no se produce hasta finales del s.XVI, cuando se constituye un nuevo cabildo.

Otro grupo del clero lo constituían los administradores de las propiedades de las grandes instituciones eclesiásticas poseedoras de bienes en Villafáfila y su tierra.

No tenemos constancia de que el monasterio de Sahagún tuviera algún tipo de administrador de su patrimonio en Villafáfila a partir del siglo XII, aunque en el siglo X conocemos la existencia de frailes habitantes en Lampreana, que confirman documentos de compra, tal vez encargados de administrar los bienes monásticos. A partir del siglo XIII su política fue la de arrendamiento de sus propiedades.

La catedral de León poseía un hombre exento encargado de cobrar el diezmo del portazgo de la sal y de defender los derechos de los canónigos leoneses en el siglo XI. No sabemos si posteriormente seguiría esta situación.

El monasterio de Moreruela poseía en Villafáfila una granja y un cillero al cargo de los cuales tenía que haber un magister grangiae además de otros monjes y conversos que trabajaban allí.

Ruinas del Monasterio de Santa María de Moreruela

 

En la granja que el monasterio de Sobrado tenía en Santo Tirso se documenta el magister grangiam hasta 1222 y en 1215 se citan otros dos frates (Loscertales).

 

El caso mejor documentado es el del monasterio de San Pedro de Eslonza. Sabemos que Juan Spora “obedencialis” del citado cenobio, estaba al cargo de la hacienda de este monasterio, comprando, vendiendo y permutando bienes raíces en Villafáfila y Revellinos con potestad absoluta. Permanece en la villa entre 1143 y 1182, incluso se desplazó a León para asistir a la firma de un concierto sobre los diezmos de Santa María entre el abad y el obispo de Astorga. En 1202 al frente de la casa de Santa María del Moral, que representaba una especie de priorato del monasterio, se encuentra un prior, además de un monje y del presbítero capellán encargado del culto.

Los arciprestes de Villafáfila

 

 

 

1235 -1241

don Pelayo

1379

Gutierre Fernández

1453 - 1475

Juan Fernández

1475 -1495

Alonso Fernández

1495 - 1523

Fernán Fernández

     

 

Los arciprestes solían ser personas influyentes en la comunidad y solían proceder de las oligarquías villanas. Algunos a su muerte hacían algunas fundaciones religiosas como el caso del arcipreste Alonso Fernández, fallecido en 1495 que se mandó enterrar en San Pedro donde todavía en 1903 existía su sepultura: Losa sepulcral, que estaba en la capilla del lado de hacia el norte, y es de arenisca, con un clérigo yacente figurado en medio-relieve, y epitafio alrededor en letras góticas, que dice:

Aquí yaze el honrado varón Aº Fernandes acipste q fue desta vª e cura de la villa d sant pº el ql falleció desta vida en el año de mill CCCCXCV. El ql fundo esta capilla a sº de Dios e de Sant Ildefonso e dexo XXVI cargas de pan en Revellinos[10].

En el siglo XV observamos el acaparamiento de la dignidad arciprestal en varios miembros de una misma familia. Así Juan Fernández arcipreste desde antes de 1453, y clérigo en Villafáfila desde antes de 1436, trajo a esta villa a su hermano Alonso Fernández, siendo muchacho y le sucedió en el arciprestazgo a su muerte en 1475.

De la formación de los clérigos tenemos pocas noticias. Sabemos que Salvador Facera cura de San Andrés, que nació hacia 1480, hijo de un salmentero:

 “dos años y medio que estuvo en el estudio fuera de la dicha villa”

Los Judíos

La presencia de comunidades judías en las villas y ciudades de Tierra de Campos es conocida; existían juderías en Mayorga, Benavente, Villalpando, etc.

En Villafáfila tenemos referencias de un merino judío llamado Abraam, que aparece citado desde 1177 hasta 1201. Como ya sabemos, el merino era el representante del rey en el pueblo, por lo que debía de gozar de la confianza del monarca y de tener una situación de cierto privilegio.

Otra referencia indirecta de esta época es la venta en Muélledes de una salina en 1183 “que fuit de Sol Daniele” antropónimo que parece denotar un carácter judío, y entre los confirmantes figuran Salomon, Michael Meimon y don Simon, nombres todos ellos que parecen judíos.

La presencia de judíos en la Baja Edad Media también está documentada. Algunos tenían relación con el arrendamiento de las salinas, así de 1455 a 1460 están arrendadas a Benjamín Odara, judío de Torrelobatón.

En los repartimientos del servicio a los judíos entre 1472 y 1492 los de Villafáfila no forman aljama sino que se les reparte con la judería de Benavente y los judíos de Alija y Castrocalbón.

Poca noticia tenemos de las actividades de los judíos que vivían en Villafáfila, salvo la indirecta de 1492 cuando García de Matanza, vecino de Burgos, solicita y obtiene de los reyes una provisión para que Amez y Volante judíos de Villafáfila le paguen las deudas que le tienen contraídas por el adelanto de dinero para la compra de lana.

Los Salmenteros

Los productores de sal reciben la denominación de “los salmenteros de Villafáfila”, en algunas referencias como colectividad[11], o de salineros en referencias individuales en 1496: “Alonso de Caramaçana salinero[12] o en 1508: “Juan Garçia Salinero[13]. Suele ser una actividad familiar transmitiendo la ocupación de padres a hijos que arriendan o explotan distintas cabañas, seguramente traspasando las técnicas extractivas generacionalmente. Tenemos conocimiento de algunos productores de fines del siglo XV, cuyos padres, tíos o hermanos también eran salmenteros o salineros. Así en 1528 son nombrados apeadores de la cabaña y posadas de sal del monasterio de Moreruela:

 “Salbador Fazera el viejo e a Bernardo Ryvera que son personas viejas y hombres que an tenydo cabañas e las an tratado e rayado e pueden bien saber por donde van los lymites e mojones”.

Ese mismo año en un pleito entre el monasterio de Moreruela y doña Inés Pimentel sobre el derecho de barcaje en Quintos, tenemos el testimonio de los mismos:

“Bernardo de Ribera que a setenta e çinco años poco mas o menos...siendo este testigo de edad de doze años poco mas o menos[h.1465], estando con su padre en Villafáfila començo a tratar e ir a los montes de Távara a traer leña para una cabaña de fazer sal que el dicho su padre tenia en la dicha villa, la qual tovo hasta que feneçio que podra aver quarenta años y tenia el dicho Pedro Ribera su padre quando fallesçio noventa años poco mas o menos”; él mismo siguió dedicándose a la producción salinera después de 1504 “y despues de morir el dicho señor don Pedro a ido a por leña para fazer la sal”.

Del caso de Salvador Facera tenemos más referencias documentales. Había nacido a mediados del siglo XV y era hijo de un salmentero, término que ellos mismos emplean para denominarse:

“Salvador Fazera de ochenta e uno a ochenta e dos años poco mas o menos e se acuerda de setenta años aca... y el padre deste testigo que se llamaba Garçia de Caramaçana que fallesçio puede hazer sesenta años que era mayordomo del comendador de Castrotorafe e tenia una cabaña de sal del dicho comendador e la tovo siete i ocho años y este testigo estando con su padre yba por leña con los mozos de su padre a los montes de Távara para fazer sal”.

Algún parentesco debía tener con “Alonso de Caramaçana salinero”, que se cita en 1496. Cuando era un muchacho acudió a las guerras civiles del reinado de Enrique IV como escudero de un hidalgo de Villafáfila, continuo del Conde de Benavente:

“quando era de edad de quinze años fue a la guerra con un Martín de Barrio, el viejo, a Symancas, quando estaba alli el rey don Alonso, quando avia diferençias entre los señores rey don Enrique y rey don Alonso”. A los ventipocos años se casó y se dedicó por su cuenta a la actividad salinera: “cuando se caso este testigo puede aber 60 años luego aforo una cabaña de sal del monasterio de Moreruela en la dicha villa de Villafáfila e la tuvo aforada mas de 20 años”[14]. De sus descendientes conocidos uno se hizo clérigo y fue cura de San Andrés y otro, Lázaro Facera, se dedicó a la actividad salinera y tuvo arrendada la cabaña del comendador entre 1524 y 1526. No debió de serle muy rentable esta actividad, pues en 1544 es uno de los pobres que manda vestir en el testamento un labrador de Villafáfila.

Juan del Prado, tenía una cabaña propia, cercana a la del comendador que tenía aforada el padre de Salvador Facera, con el que tenía amistad. En 1465 acudió a la misma guerra civil, al real de Simancas, pero en bando opuesto, apoyando al rey don Enrique IV, con su caballo y armas, y por este servicio el rey le concedió un privilegio de hidalguía, que presentó en la plaza de la villa al concejo público, para su reconocimiento. En 1475 tuvo que acudir a la batalla de Toro en servicio de los Reyes Católicos y entregar cierta cantidad de dinero para que le fuera confirmado el privilegio por Sus Altezas. Se casó en San Martín con toda la honra y uno de sus hijos, Gómez del Prado continuó con la cabaña, aunque es posible que otros hijos siguieran con la actividad:

“conosçio a Pedro Alonso y a Gómez del Prado su hermano vecinos de Villafáfila fallesçidos mas de veintyçinco años e a Juan Alonso que fue mucho tienpo salmentero e fallesçio haze mas de veintiocho años y seria de edad de setenta años”.

Otros salmenteros conocidos de fines del siglo XV fueron Pedro Suarez de Valdés, que en un testimonio de 1481 se declara hijosdalgo y vecino de Villafáfila, que en tiempos del rey don Juan I acudió a la guerra a la Vega de Granada en 1431; Pedro Curto:

“oyo dezir a  Pedro Suarez y a Pedro Curto, que son ya fallesçidos mas de treinta años y que tendrian de edad de 90 años quando fallesçieron que abian tenido cabañas de sal en la villa de Villafáfila y habian conosçido ser señor de la villa de Távara a Diego de Almança que arrendaba los dichos montes e pagaban al mayordomo de Diego de Almança la renta del monte y el barquage, que se llamaba la barca de Quintos”, y otros: “Diego Aguado y a Calleja que seria de edad de 90 años cuando fallesçio, puede haçer doze años poco mas o menos”.

Alguno de los propietarios o usufructuarios de posadas se dedicaban al transporte de la sal fabricada hasta los mercados de Zamora, como es el caso de Juan de Aller, que poseía varias posadas, y que en 1502 recibe permiso de los regidores de Zamora para que pueda sacar trigo de la ciudad porque lleva cargas de sal a la misma[15].

Conocemos a otros vecinos que en el siglo XVI se dedicaban a la salinería. En 1508 se menciona un vecino llamado Juan García Salinero[16]; en 1528 se dedicaban a ese oficio Gorjón, Chamorro, Francisco Sanchón y Juan del Canto; y los arrendatarios de la cabaña del comendador en la primera mitad del XVI son Francisco Garzón, Francisco Riesco, Lázaro Fazera o Domingo Prieto. Estos arrendatarios, a medida que la producción fue decreciendo, fueron perdiendo categoría social y económica, según se relaciona en 1543:

“La cabaña si estuviera mejor adereçada e reparada de lo que agora esta podria valer dos mill mrs ende de lo que agora vale, porque los que la tienen arrendada al presente son gente pobre y no tienen facultad para la reparar e adereçar, como lo haria cuya fuese e lo podria haçer e adereçar los pozos e los hoyuelos e poner otra turba, con lo que rendiria bien los dichos dos mill mrs mas cada un año”,

y así, el último arrendatario de la misma cabaña del Marqués de Távara en 1560, Juan Gorjón, se le relaciona en el padrón de 1586 como jornalero viejo; en contraste con lo que ocurría medio siglo antes, cuando los salmenteros o salineros, como pertenecían a la oligarquía de la villa, si pudiéramos aplicar este nombre, tenían el suficiente poder en el concejo para que éste arrendara a don Pedro Pimentel junto con las alcabalas “el monte y alvalerias”. El aprovechamiento del monte de Quintos se hacía por los ganados y por los salmenteros para obtener la leña necesaria para sus cabañas.

Cabaña de sal

 

Los clérigos también se dedicaban a la actividad salinera, como el cura de San Salvador que en 1310 traía arrendada la salina de Santa Marina que era del obispo[17], o Lope Ferrández, cura de San Pedro, desde 1496, y capellán de Santa María y Santa Marina, fundada en San Martín antes de 1475, por Juan Álvarez y Aldara López, entre cuyos bienes figuraban varias posadas de sal, que explotaba el cura por medio de sus criados:

“hizo pasar por la barca a criados suyos con carros que traian leña para fazer la sal”.

A finales del siglo XV, la mayor parte de las cabañas de las que conocemos sus poseedores, pertenecen a vecinos acomodados de la villa, hidalgos o clérigos, emparentados entre ellos, aunque la posesión sería efectiva, la propiedad nominal de las cabañas podía pertenecer a alguna institución eclesiástica, a la que se pagaba un foro anual, lo que no impedía que pudiera ser transmitida a sus herederos. El clérigo Juan González poseía una cabaña en Villafáfila, que en 1507 dona a su sobrino Pedro de Almança, un hidalgo:

“mando a Pedro de Almança, my sobrino my cabaña que yo e e tengo en la dicha villa con su fuero...la qual dicha cabaña le mando con todos sus ralladeros segun que los yo tenia y poseia hasta oy”.

Algunas de la posadas documentadas en el siglo XVI como pertenecientes a fundaciones religiosas o capellanías como son Santa María y Santa Marina, Santa Catalina, San Antón y la de San Ildefonso, que habían sido fundadas en el siglo anterior por vecinos acomodados laicos o clérigos, provendrían de los bienes dotales de los fundadores, confirmando la extracción social de los propietarios de salinas de fines de la Edad Media, que empleaban los excedentes que les permitía su actividad en unos casos a la salvación de su alma y en otros al encumbramiento social con la obtención de la condición de hidalguía.

Uno de los últimos propietarios de cabañas que mantuvieron la producción de sal por su cuenta fue Alonso González. Todavía en 1543 pagaba la alcabala por la sal que producía 900 mrs. Se trata de un hidalgo notorio, como se le denomina en el padrón de 1541, que había nacido hacia 1475. Su padre que aparece citado como “escudero” en 1494 era hermano clérigo antes citado, Juan González, y del arcipreste Fernán Fernández, poseedores ambos de cabañas de instituciones eclesiásticas. Asimismo, estaba emparentado con otros conocidos propietarios de cabañas, como Luis de Barrio, Alonso de Villacorta y Juan de Villagómez. Su situación debía ser acomodada, pues se casó con Juana Vázquez de Losada, señora de Anta de Tera. Además de las posadas de su cabaña, tenía arrendadas o al menos explotaba las posadas de San Agustín y de Santa Catalina.

El final de la explotación salinera

A mediados del siglo XVI sólo quedaban tres cabañas produciendo sal en Villafáfila, una de la Orden de Santiago que pasó al don Bernaldino Pimentel cuando compró el señorío de la villa en 1541, la de Alonso González, que posiblemente sería abandonada a su muerte, y otra de la que no sabemos su propietario.

Las intenciones del nuevo señor de la villa incluían el mantenimiento y el incremento, si era posible, de la producción de sal, para lo que adquiere en 1558 “una cabaña de haçer sal con su fuente y sus oyuelos y sus posadas que se entiende que son raiaderos de sal” a Juan de Villaturiel, vecino de Zamora por 100 reales[18]. Anteriormente esta cabaña había sido del Licenciado Figueroa, que había ejercido el cargo de Alcalde Mayor en Villafáfila a principios del siglo XVI. Pero en 1560 aún no la había puesto en servicio pues se hallaba: “sin aparejo de serviçio ni techumbre, toda caida y desbaratada”, al contrario que la otra que se hallaba: “muy bien techada y adereçada[19].

Las disposiciones reales de esos años como la Real Cédula de 1564 por la que Felipe II incorpora definitivamente a la corona todas las salinas de Castilla recompensando a sus dueños:

“Nos incorporamos en nuestra Corona...las salinas que algunos caballeros, concejos y otras personas particulares tenían...haciéndoles por ellas justa recompensa”, prohibiendo la fabricación de sal sin licencia regia: “ordenamos y mandamos...no se labre ni se haga sal en las salinas, ni en los pozos, sino en aquellos que por nuestro mandado, orden y mano y licencia se labrare e hiciere”[20],

Provocaron el definitivo abandono de la extracción de sal de las Lagunas de Villafáfila.


Autor-Texto:

Elías Rodríguez Rodríguez:

Los Salmenteros o Salineros en la sociedad medieval de Villafáfila.

Historia de las explotaciones salinas en las lagunas de Villafáfila. Págs. 104 a 114.

Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos "Florián de Ocampo", 2000. ISBN 84-86873-87-8.

 

Fotografía:

Elías Rodríguez Rodríguez.

José Luis Domínguez Martínez.

Gual Camarena.

 

Traducción y montaje:

José Luis Domínguez Martínez.

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[1] Martínez Sopena, 1985.

[2] E.M.R. 16 y 17.

[3] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles Alonso Rodríguez f. 2761 - 3.

[4] A.R.Ch.V. Pleitos Civiles Alonso Rodríguez f. 2761 - 3.

[5] A.H.P.Za. Becerro del Marquesado de Távara.

[6] CARBAJO MARTÍN V.A. 1995 Pág.591.

[7] Quevedo f 1057 - 7.

[8] A.D.A. Índice Particulares 572.

[9] Tumbo Negro de Astorga p. 245.

[10] GÓMEZ MORENO 1923.

[11] A.R.Ch.V. Ceballos f. 1361

[12] A.H.N. Nobleza. Osuna Leg.3922.

[13] A.R.Ch.V. Quevedo d. 261-1.

[14] A.R.Ch.V. Ceballos f. 1361.

[15] Laredo

[16] A.R.Ch.V. Quevedo d. 261-1

[17] Cabero 1989.

[18] A.H.N. Nobleza. Osuna Leg. 2154-5.

[19] A.H.N. Nobleza. Osuna Leg.2157-1.

[20] Granja 1996: 145.