ESTUDIO ARQUEOMETALÚRGICO DEL

TESORILLO DE VILLAFÁFILA

 

 

El presente estudio se ha llevado a cabo en el laboratorio del Gabinete Científico del Museo de América (Madrid). La composición del metal de los objetos se ha determinado espectrométricamente por fluorescencia de rayos-x (energía dispersiva), con el analizador del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, provisionalmente operando en el citado Museo. La técnica es no destructiva.

METALES Y ALEACIONES

Las piezas que componen el Tesorillo de Villafáfila son agrupables en dos conjuntos: a) Piezas de oro. Se trata de tres cruces de las llamadas "patadas", de estructura laminar muy simple. b) Piezas de bronce y latón. Son un recipiente y su tapa, y un vástago o asidero metálico. Todas las piezas de oro presentan una aleación ternaria Au-Ag-Cu de características muy similares. Por lo que respecta a su ley en oro, obtenemos las siguientes cifras:

N.° Inventario

Punto de análisis

Quilates

105.1

Brazo de la cruz

17,37

105.1

Cadena

19,40

105.2

Brazo de la cruz

20,41

105.2

Baga de suspensión

20,46

105.3

Brazo de la cruz

17,26

105.3

Anilla de suspensión

19,37

 

En la tabla del final se anotan los resultados de los análisis cuantitativos.

Una primera pregunta que nos planteamos es si se trata de una aleación intencionada o, por el contrario, es oro nativo. Y en este último caso, si es posible conocer algo acerca de su procedencia geográfica. Resultan de obligada consulta los trabajos de Axel Hartmann sobre las distintas calidades del oro a lo largo de la Prehistoria y Protohistoria. Desgraciadamente no existen otros estudios sistemáticos (ni aislados, prácticamente) sobre metalistería medieval.

La presencia de pequeñas concentraciones de estaño en las cruces de Villafáfila apuntan hacia oro aluvial y no de mina. El estaño suele aparecer corno elemento traza en el oro debido a dos causas bien distintas: en el oro aluvial, por contaminación con óxido de estaño (casiterita) presente en las arenas ribereñas; en el oro aleado con cobre, como acompañante natural o artificial de este último (II ARTMANN, 1971: 130). En el caso que nos ocupa puede desestimarse la segunda causa, ya que el contenido en cobre de las aleaciones (en torno al 2 por 100) no podría ser el responsable. Si así fuera significaría que el platero ligó el oro con cobre conteniendo cerca del 3 por 100 de estaño (bronce pobre), cosa realmente inusual. Por otro lado, las ligas con cobre se hacen con la doble intención de ahorrar metal noble y variar las cualidades mecánicas del mismo para trabajarlo con más seguridad (el oro fino es excesivamente blando). La presencia de un 2 por 100 de cobre no sirve en la práctica a ninguno de los dos efectos. Por tanto nos inclinamos a pensar, en principio, que el oro de las cruces de Villafáfila es aluvial. Respecto a su procedencia, encaja bastante bien en el tipo N de Hartmann (1970), cuyos componentes oscilan en los siguientes intervalos:

Estaño entre 0,50 y 0,25 por 100.

Cobre entre 1,2 y 2,8 por 100.

Plata entre 9 y 24 por 100.

El tipo N se encuentra ampliamente difundido en Centroeuropa e Irlanda. Esto nos llevaría a suponer que se pudiera tratar de un metal importado.

Sin embargo, no podernos desechar la hipótesis de que se trate de oro nativo peninsular al que se ha ligado plata con cobre, método usual de rebajar la ley de oro. En lo que sigue trataremos de demostrar que tal hipótesis puede ser la verdadera.

En la figura 1 se representa en coordenadas cartesianas las regiones ocupadas por los tipos N y L de oro. Este último es característico de la Península Ibérica. Los límites de las regiones son los valores extremos encontrados por Hartmann (1970). Los puntos correspondientes a las cruces de Villafáfila se sitúan en la región N o sus proximidades. Resulta evidente que dichos puntos vendrían a caer en la región L si se les restaran ciertas cantidades de plata y cobre.

Utilizando los valores medios de los intervalos de Hartmann y de las aleaciones de Villafáfila podemos establecer una ecuación teórica que ligue la transformación, determinando el valor medio teórico de la aleación 'Ag-Cu que ha añadido al oro nativo peninsular para convertirlo en tipo N "extrapeninsular". Los puntos a considerar serian:

 

Ag

Cu

Valor medio del tipo L

13,25

0,2.9

Valor medio Villafáfila

18,85

1,76

 

La recta que une los puntos P, (13,25, 0,29) y P, (18,85, 1,76) tiene una pendiente m = 0,262. Con este valor ya podemos establecer la recta que pasa por ellos, cuya ecuación es:

y-0,262x4-3,18=0

Fig. 1

 

a partir de la cual podemos encontrar la ley media de Ag-Cu que se ha empleado, resolviendo el sistema:

y-0,262x+3,I 8=0 x+y=100

Se obtienen los valores x=81,76 por 100 de Ag; y=18,24 por 100 de Cu, que son frecuentes en la platería de todos los tiempos. No conocemos análisis de objetos de plata visigodos, excepto un fragmento de fíbula trilaminar conteniendo 83 por 100 de plata y 12 por 100 de cobre (ROVIRA y SANZ 1985: 236). Las piezas de plata baja son bastante comunes. Muchas de ellas no se identifican correctamente hasta que se las somete a un adecuado tratamiento de limpieza, ya que los productos de corrosión del cobre (que apenas se liga con la plata) producen una pátina de "cobre" o "bronce" que, a menudo, confunde en una observación somera.

Con los valores teóricos calculados y un discreto margen de tolerancia extraído de las diferencias entre valores reales y teóricos, todos los puntos de Villafáfila vienen a caer dentro del tipo I., de-oro. En consecuencia, las cruces de Villafáfila pueden haberse confeccionado con oro nativo peninsular (quizás de los placeres leoneses o asturianos), aleado con plata y cobre.

Dos de las piezas (105.1 y 105.3) presentan aleaciones sorprendentemente similares para las cruces y para los elementos de suspensión. No es aventurado afirmar que ambas piezas fueron elaboradas a partir de las mismas coladas metálicas y, por tanto, al mismo tiempo o dentro de un período razonablemente corto. También parece claro que el artesano seleccionó un tipo de metal para la chapa de las cruces y otro distinto para las cadenillas y elementos de suspensión. Esta elección tiene poco que ver, a nuestro entender, con aspectos técnicos. Aunque el oro es más blando cuanto más puro, en este caso la diferencia de cualidades mecánicas no sería decisiva en absoluto. Quizás se deba, sencillamente, a que disponía en el obrador de alambre trefilado ya listo para ser empleado en cada caso con ligeras modificaciones, y con él construyó los elementos de suspensión. Para las cruces debió preparar una bellota de metal "ad hoc".

FIG. 2.—Microfotografía de la cruz 105.1. El metal presenta una estructura de granos de sección poligonal consecuencia del tratamiento térmico de recocido. Maclados y aplastados por el último estiramiento enfrío al laminarlo. Ataque con cianuro potásico y persulfato amónico en solución acuosa. Magnificación x 250.

 

En cambio la tercera cruz (105.2) fue elaborada con aleaciones distintas que las anteriores. Aunque la ley en oro es similar en la cruz y el elemento de suspensión, el contenido en cobre difiere en ambas e indica distintas aleaciones.

El segundo grupo de piezas está elaborado con aleaciones de base cobre. El recipiente 105.4 es de bronce ternario Cu-Sn-Pb, frecuente en la metalistería visigoda (ROVIRA y SANZ. 1985: 283; ROVIRA 1987:382). La diferencia de composición en dos tomas analíticas efectuadas en el borde y el fondo de la pieza se debe a la poca homogeneidad del bronce con alto contenido en plomo.

La tapa 105.5 muestra una aleación similar a la anterior. Ello unido a ciertas coincidencias formales ha-ce pensar que se trata efectivamente de la tapa del recipiente 105.4. Las cifras decrecientes de plomo en los análisis tienen relación con el orden en que el fundidor fue vertiendo el metal fundido del crisol a los moldes, habida cuenta de la segregación del plomo antes mencionada. Que en un análisis se haya registrado arsénico y en los otros dos no lo hayamos registrado puede deberse a la configuración del equipo de medida, en el cual se hace difícil leer la línea espectral del arsénico cuando hay presente plomó en gran cantidad.

Finalmente tenemos la barra o asidero 105.6, de latón. El tema de los latones tardorromanos y altomedievales fue ampliamente discutido en otra ocasión (ROVIRA y SANZ 1985: 239 y ss.; SANZ y ROVIRA, 1986: 88-89).

TECNICAS CONSTRUCTIVAS

Hemos podido realizar el estudio metalográfico de una de las cruces, practicando una metalografía microscópica en el extremo de uno de los brazos. La estructura metálica corresponde a un metal laminado en frío y recocido. Para construir la cruz el platero debió partir de una bellota de metal, laminándola a martillo o con ayuda de rodillos. Después de cada estirado severo el oro se endurece y se hace quebradizo. Para devolverle sus cualidades mecánicas originales es necesario calentarlo hasta la temperatura de recristalización, merced a la cual tiene lugar la recuperación y puede trabajarse de nuevo sin riesgo de rotura. La presencia de grietas en el metal, algunas observables a simple vista, indica que en el proceso de laminado alguna vez se superó el límite de resistencia del metal. O fue un descuido, o el artesano no era platero de gran destreza.

Una vez conseguida la lámina del espesor deseado, fue recortada a tijera según un diseño previo dibujado sobre la superficie del metal. En los ángulos interiores se pueden observar las huellas de cizallamiento al cortar el metal, así como las irregularidades del corte.

Las bagas de suspensión se sujetan por soldadura en frío martillando el metal. El oro se suelda fácil-mente de esta manera.

En resumen, los aspectos tecnológicos de las cruces de Villafáfila son muy sencillos. Su ejecución dista mucho de ser el trabajo de un artesano cuidadoso. Parece tratarse de un taller local de aire provinciano. El resto de piezas del Tesorillo de Villafáfila son fundidas. El recipiente 105.4 presenta ciertos elementos de suspensión en el borde que nos recuerdan los de los incensarios (ROVIRA 1986: 271 y ss.).

TABLA DE RESULTADOS

Resultados de los análisis espectográficos expresados en '1/4t en peso. La sigla ad significa elemento no detectado en las condiciones analíticas. Puede estar presente en cantidades por debajo del límite de detección del espectrómetro (en general menor que 0,01 por 100 excepto para la plata y el antimonio).

La sigla tr significa elemento presente como trazas (en general en cantidades menores que 0,01 por 100 excepto para la plata y el antimonio).

 

BIBLIOGRAFÍA

 

HARTMANN, Alex:

1970 Prdhistoriche Goldfunde aus Europa. Spektralanalvtische Untersuchugen und iteren Auswertung, Studien zu den Antingen der Metallurgie, Band 3, Gebr. Mann, Verlag, Berlín. 1971 "Analises de alguns objectos de puro, procedentes do Norte de Portugal", en Revista Guimaraes, Vol. LUX', pp. 129-133.

ROVIRA, Salvador:

1986 "Estudio tecnológico del incensario palestino", en Erytheia. 7, 2. pp. 269-277. 1987 "Estudio metalúrgico de cinco broches de cinturón visigodos conservados en el Museo Lázaro Galdiano (Ma-drid), en Arqueologia Medival Española. II Congreso, Tomo II, Consejería de Cultura, Comunidad de Madrid, pp. 379-384.

ROVIRA, S. y SANZ, M

1985 "Análisis metalúrgico de los materiales de la Necrópolis de El Carpio de Tajo (Toledo)", en G. RIPOLL, La Necrópolis Visigoda de El Carpio de Tajo (Medi)), E.A.E., 142, Ministerio de Cultura, Madrid, pp. 227-254. SANZ, M. y ROVIRA, S.:

1986 "L'Analyse spectrographique et métallographique des ohjets Wisigothiques", en Dossiers Ilistoire et Archéologie, N.° 108, Les 1Visigoths, pp. 84-89.

 

Estudio arqueometalúrgico del tesorillo de Villafáfila

Autores: 

Ignacio Montero RuizSusana Consuegra RodríguezSalvador Rovira Lloréns.

Numantia: Arqueología en Castilla y LeónISSN 0213-7909, Nº 3, 1990, págs. 209-216

 

Transcripción y montaje:

José Luis Domínguez Martínez

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