VILLA ROMA FUENTE DE SAN PEDRO

VILLAFÁFILA

 

 

¿Cómo era la Villa de la Fuente de San Pedro? Nada podemos conjeturar, a no ser que nos basemos en los datos que nos proporcionan otros descubrimientos del mismo tipo en la cuenca del Duero.

Sólo conocemos de ella los restos de sus mosaicos que se encuentran en el Museo Provincial de Arqueología y Bellas Artes de Zamora.

En 1982, con ocasión del laboreo de un terreno de cultivo cerealista, de D. Francisco Martínez de Castro "El Rubio" en las proximidades de la Fuente de San Pedro se descubrieron restos musivos, pertenecientes a la villa.

¿Pudiera ser que esta fuente perteneciera a la supuesta villa que allí se encontraba?

 

UBICACIÓN

Se encuentra situado aprox. de Villafáfila a 4,20 km, en el pago de San Pedro, que viene su nombre de la Fuente Romana de San Pedro que hay en su cercanía aprox. a unos 260 m.

Latitud: 41°49'02.1"N.

Longitud: 5°34'43.7"W,

https://goo.gl/maps/H7aHnmkfXbrznqNcA.

 

Ubicación de la Villa de Fuente San Pedro

 

 Imagen de la ubicación de la Villa Fuente de San Pedro, vista aérea

 

El Lugar de la localización corresponde en el mapa de concentración parcelaria de Villafáfila, polígono 12, finca 1132.

Ubicación de la Villa Fuente de San Pedro en el mapa de concentración parcelaria de Villafáfila, polígono 12, finca 1132,  

 

Parcela Catastral: 49271A001011320000FQ.

Localización: Polígono 1 Parcela 1132.

REBLADALES DEL PRIME. VILLAFÁFILA (ZAMORA).

Clase: Rústico.

Uso principal: Agrario.

Superficie gráfica: 35.311 m2.

Cultivo/Aprovechamiento: C-Labor o Labradío de secano.

Ubicación de referencia catastral

 

En la finca, por la zona aprxo. de la Villa de San Pedro hay dos montones de grandes piedras agrupadas en su día por el propietario.

Montón de grandes piedras agrupadas en su día por el propietario

 

Montón de grandes piedras agrupadas en su día por el propietario

 

VÍA DE ACCESO

Junto a la Villa de San Pedro discurría una calzada romana[1] de segundo orden que estaba comunicada entre sí con el Puente Romano de Villarigo y la Fuente de San Pedro y que se dirige:

Unía los valles del Esla de Petavonium o Brigaecium (Benavente) pasando en dirección por el Puente Romano de Villarigo, salvando las lagunas de Villafáfila, comunicaba con el asentamiento de la villa tardorromano de la Fuente de San Pedro y con la propia Fuente de San Pedro hasta llegar a conectar con el Duero en (Albocela-Toro).

Esta vía fue después una Vereda, la llamada Vereda de Benavente a Toro. Siglos después, en 1129, se cita “et entrar en la carrera de Toro” en la delimitación del alfoz de Castrotorafe, otorgado por el Emperador Alfonso VII de Castilla.

Debe destacarse la influencia que ha tenido esta vía secundaria romana en la trashumancia de ganado ovino desde el Medievo a través de la Meseta (Vereda de Benavente a Toro y Medina de Campo) uniendo la Vía de la Plata o Vizana con la Cañada Leonesa occidental, que discurría por la última de las localidades indicadas.

Vías romanas que confluían por el Puente de Villarigo

 

Vías romanas que confluían por el Puente Romano de Villarigo

 

 

DESCRIPCIÓN

Es un mosaico con figuras geométricas, con influencia bizantina y apariencia textil, muy común y difundida en la Bajorromanidad hispana.

Este mosaico presenta dos esquemas diferentes de dibujos geométricos, poli- cromos y ribeteados exteriormente por una orla común para ambos.

Los materiales componentes del mismo son mármoles de color blanco y negro y terracota en los colores amarillo y rojo ladrillo.

Su calidad sugiere cierta suntuosidad en la dependencia pavimentada. La terracota puede corresponder a materiales locales.

 Ilustración Mosaicos Romanos de la Villa Fuente de San Pedro, Villafáfila

 

Hacia su centro presenta los siguientes componentes en cada figura:

1. Exteriormente:

Triple orla compuesta por:

a) Superficie formada por teselas de un centímetro cuadrado en diferentes zonas, unas veces de piezas blancas y otras de éstas con otras rojas y negras, las últimas en mayor número.

b) Conjunto lineal de ojivas policromas dentro de semicírculos rellenos de terracota.

c) Sogamiento de dos cabos. Interiormente: composición lineal de esvásticas, realizados en trenza de dos cabos y unidas a cuadrados, muy frecuentes en el arte romano.

Parte del mosaico de la Villa de San Pedro 1982

 

2.      Exteriormente:

Orla igual que la figura anterior en los apartados a) y b).

El c) lleva dos breves filetes en negro sobre franja blanca.

Interiormente: superficie isótropa compuesta de círculos secantes que definen cuadrifolias y cuadrados curvilíneos.

Éstos llevan centrados rombos policromos con cruz central en unos y flores en otros de cuatro y seis folios, aquéllos con elementos fusiformes y cruciformes, cuadripétalos, formas irregulares de damero y líneas longitudinales angulosas.

Lo más característico de este mosaico son las formaciones en ojivas y círculos secantes, que aparecen en otros semejantes en la Meseta del Duero.

Todos siguen patrones itálicos y helenísticos, que persisten a lo largo de todo el Imperio Romano.

Excavación de los mosaicos de la Villa de San Pedro 1982

 

Excavación de los mosaicos de la Villa de San Pedro 1982

 

Excavación de los mosaicos de la Villa de San Pedro 1982

 

 

POBLACIÓN

En las inmediaciones de la Villa de la Fuente de San Pedro, existió una población a unos aprox. 650 m al este, llamada San Pedro del Otero, de la que entre su término estaba el lugar que se ubicaba la Villa de la Fuente de San Pedro como la Fuente.

Poblamiento Medieval de la comarca de las lagunas de Villafáfila según las fuentes documentales medievales. Ubicación de San Pedro del Otero (nº 35) en sus inmediaciones tanto la Villa Romana de San Pedro, como la Fuente de San Pedro

 

 

SAN PEDRO DEL OTERO

Aunque no se documenta hasta 1310 su iglesia perteneciente al cillero de Villafáfila

“...Eglesia...de San Pedro del Otero...”,

de la que el obispo recibía dos moyos de sal en concepto de diezmo[2], los restos que aparecen en su entorno datan del siglo XI a tenor de los hallazgos cerámicos como son restos de ollas facturadas a torneta con decoración de retícula incisa.

Desde finales del siglo XV se le nombra un término de Villafáfila como San Pedro del Yermo, lo que indica una referencia a despoblación y en 1522 se menciona el recuerdo de la torre de la antigua iglesia en una de las tierras del comendador:

que se dice la tierra de la torre de San Pedro linderos camino de Cañiço...”.

Como señal del antiguo señorío persistía en 1498 el “fierro de Palaçio”, a modo de Rollo. Desde entonces es fácil de identificar en los deslindes y apeos de tierras el pago de “San Pedro del Yermo”, en la Loma, incluyendo la Fuente de San Pedro. Su localización se detecta en uno de los tesos u oteros al norte del camino de Cañizo, donde se ven restos de tejas, lajas, cerámicas y huesos, separados del yacimiento romano.

Su situación algo alejada de las lagunas nos plantea la duda del lugar de donde extraerían la sal que estaban obligados a entregar al obispo de Astorga. Dos posibilidades se apuntan: o que sus términos llegaran hasta la laguna del Triunfo, o que tuvieran la propiedad colectiva de alguna posada en las orillas de la Salina.

Su término terminaría incluyéndose dentro del término de Villafáfila.

Mosaico Romano de Villa de la Fuente de San Pedro

 

En el trabajo de D. Fernando Regueras Grande, extraemos lo relacionado con la Villa Romana de Fuente de San Pedro[3].

 

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS MOSAICOS DE LA PROVINCIA DE ZAMORA

 

INTRODUCCIÓN: LAS VICISITUDES DE LOS HALLAZGOS

 

Los mosaicos de la provincia de Zamora se conocen desde hace varios años y, al menos, han sido publicados sistemáticamente en dos ocasiones[4]. El hecho, sin embargo, de haberse presentado en revistas o congresos de ámbito local ha limitado su difusión. Nuestro trabajo pretende justamente, de modo sintético, facilitar el acceso a tal información colaborando de esta forma a la realización en curso del Corpus de mosaicos romanos de Hispania[5].

Los mosaicos zamoranos, todos ellos teselados, son el resultado de prospecciones y excavaciones arqueológicas de los últimos diez años; antes de esta fecha sólo se tenía conocimientos —desde 1861— de los fragmentos musivos de la villa de Camarzana de Tera, sobre los que —salvo escuálidas noticias— nadie se había preocupado.

Comparado con otras provincias de la Cuenca del Duero, sin ir más lejos, Valladolid, Palencia, León, Soria, etc., se observará, en contraste, una gran penuria de hallazgos. Escasez que tiene causas evidentes: la rareza, por no decir excepcionalidad de las excavaciones hasta fechas muy cercanas[6] y la exigua labor de prospección, todavía hoy en curso sistemático a través de los inventarios. Cuando unas y sobre todo las otras, sumadas a las transformaciones tecnológicas del campo han coincidido en el lapso de los últimos años, prácticamente se han producido todos los hallazgos a los que se hace referencia.

Por desgracia este cierto «tercermundismo arqueológico», felizmente corregido en los últimos años, ha sido responsable de que la localización de los mosaicos no haya sido consecuencia de una planificación sistemática y de que los procesos de excavación hayan estado sometidos constantemente a irregularidades extrarqueológicas.

Unas veces el impacto de las tecnologías agrarias duras cuando no el azar de una riada fueron las espoletas traumáticas que han exigido soluciones de urgencia, auténticamente in extremis, cuya inmediatez acostumbra a ser reverso del método ideal sobre el papel.

fueron los casos de las excavaciones llevadas a cabo entre 1979-82 en la villa de Fuente de San Pedro (Villafáfila), excavada bajo el procedimiento de urgencia ante los indicios comprobados de la existencia de teselados al arar con subsolador las tierras.

En Fuente de San Pedro, algunos teselados fueron extraídos y consolidados, otros, en la primera de las villae, Las intervenciones arqueológicas han servido, no cabe duda, para la salvaguarda documental de yacimientos en trance de desaparición, pero el patrimonio histórico se ha visto seriamente comprometido si no violentado por la afrenta social y arqueológica que supone la extracción de mosaicos cuando no se acompaña de su reinstalación y custodia en el contexto de donde proceden. De esta manera se condena a los pavimentos, como es nuestro caso, a ser los eternos convidados de piedra de nuestros museos provinciales.

 

INVENTARIO DE MOSAICOS (Fig. 1)

 

Mosaicos y fragmentos musivos

 

2. Villa de Fuente de San Pedro (Villafáfila).

Excavación: Jorge Juan Fernández, 1982.

Restos de un solo pavimento con campo dividido en dos esquemas. Extracción y consolidación (tres de los seis fragmentos): Francisco Gago, 1982.

Museo de Zamora.

Fig. 1. Dispersión de mosaicos romanos en la provincia de Zamora

 

LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA, CONTINUIDAD TEMPORAL, UBICACIÓN EDILICIA

El yacimiento es villae o, en ciertos casos, vici, situados en, Salado, en la margen derecha del Duero. Se trata, por tanto, de zonas bien irrigadas y comunicadas como aconsejaban los agrónomos (Varrón, Palladio, etc.), lo que explicaría la ausencia (al menos por el momento) de yacimientos en las tierras más pobres de las penillanuras occidentales.

Existe una continuidad de hábitat antes y después de la instalación de la villa habida cuenta de la idoneidad del lugar para su habitación y explotación.

La villa de Fuente de San Pedro, por su parte, se sitúa en el ámbito de un núcleo visigodo en tierra de Campos donde apareció un tesorillo hispanovisigodo que asegura una pervivencia de habitación en los siglos VI y VII[7]. A partir de entonces las únicas noticias que poseemos, documentales, parecen indicar una presura en el siglo X por un tal Fafilani del que recibiría nombre el actual pueblo[8].

En cuanto a la ubicación o funcionalidad de los pavimentos dentro de las mansiones que tapizaban, nada absolutamente podemos indicar de los de Villafáfila y restos de fragmentos dispersos.

El conjunto excavado se organiza en áreas ordenadas siempre en torno a una cámara centrar tapizada por el mosaico más extenso (n.° 1): (once por ocho metros), diseño más complejo y efecto más deslumbrante que, presumiblemente, jugaría el papel que en otras villae desempeñan los peristilos y podría ser en el nuestro una suerte de oecus. Sobre este núcleo se dispondrían por un lado la serie de piezas teseladas al Norte, Sur y Este de desigual envergadura, orientación, ornato musivo y funcionalidad y por otro lado al Norte y Noroeste, un área termal del que se excavaron dos o quizás tres salas calefactadas y un posible frigidarium revestido con el único mosaico parietal de toda la provincia, hoy desaparecido. Sólo en esta dirección occidental la pars urbana de la villa se prolonga con seguridad en una zona no excavada de al menos un tercio más del área conocida.

Muros «en negativo» perfilados sólo por los propios pavimentos o mínimos restos de zócalos pictóricos descoloridos; límites exteriores del recinto que sólo «a tiendas» pudieron detectarse: dudosos al sur, más claros al Este con la presencia además de una atarjea, probables en el linde de los mosaicos arrasados por el río, al Norte, imprevisibles al Oeste; superposición de estructuras de la residencia tardía y otras, de orientación indeterminada bajo muros y pavimentos, pertenecientes a otra villa infrapuesta... En estas circunstancias resulta arriesgado cualquier identificación planimétrica en acomodo siquiera a las tipologías parciales de Fernández Castro; a lo sumo tendríamos que acogernos al tipo de «villas señoriales no determinadas por el núcleo residencial de peristilo», (Fernández Castro) y justificar su aparente falta de unidad en base a una indocumentación arqueológica[9].

 

CRONOLOGÍA

La cronología sigue siendo el problema clave en el estudio de los mosaicos romanos; solo indirectamente, a través del estilo de los mismos o de sus materiales asociados, suele determinarse una datación aproximada.

Uno y otro criterio parecen confirmar una cronología tardía para el conjunto de los teselados zamoranos lo que está en consonancia con la mayoría de los tapices de las villae de la Meseta, corroborando el hecho de que la romanización profunda de la provincia se produjo en esa época.

En el caso de Villafáfila sólo argumentos estilísticos (esquemas, diseños y tratamiento cromático) sumado a una mermadísima documentación arqueológica indirecta y sobre todo a paralelos con otros pavimentos similares permiten aventurar fechas para el primero en un marco oscilante entre la segunda mitad del siglo IV y primera del V y ligeramente antes para el segundo.

 

ALGUNOS ASPECTOS MATERIALES Y TÉCNICOS

A falta de análisis petrográfico de teselas y soleras, los datos que se proporcionan son indicativos y en cierto modo aleatorios.

Los materiales usados en la elaboración de teselas no son excesivamente variaos: calizas, por lo común para el blanco y negro, aunque otras veces (como en Villafáfila, según su excavador) se utiliza el mármol; terracota para las de color rojo-ladrillo y amarillas.

En general parece que se utilizan materiales locales o próximos cuando no fabricados a pie de obra como la terracota que se emplea básicamente para intensificar —a bajo costo- los efectos cromáticos del teselado, para la realización de tapices secundarios como pasillos de tránsito o ingreso (n.° 7 de Requejo, tal vez) y casi sistemáticamente para limitar mediante orla de cuatro o cinco teselas los conjuntos pavimentales.

Fig. 5. Mosaicos de Villafáfila

  

En cuanto al tamaño de las piezas las oscilaciones no son muy acusadas, en torno a l cm2.

La gama de colores es también muy restringida: blancos, negro, rojo y amarillo, pero a pesar del uso de una paleta tan limitada los efectos cromáticos, unidos casi siempre a composiciones barrocas de modulación textil, producen unos resultados deslumbrantes.

Finalmente, por lo que respecta a las soleras de los mosaicos no es posible referirse, de nuevo, más que al caso de Requejo y muy parcialmente al de otros yacimientos. En términos globales debe señalarse la ausencia de trazados previos a la instalación teselar. En las salas calefactadas el dispositivo es el habitual de cuatro piletas de ladrillo —o quizás más en otros casos— que sostienen cuatro gruesas suspensurae bipedales haciendo las veces de statumen sobre las que reposaban las capas sucesivas de rudus y nucleus en el que por cima de una lechada de cal descansaban las teselas.

Se excavaron asimismo algunos lechos musivos y sólo en una ocasión pudo contrastarse —mutatis mutandis— la disposición canónica de los tres niveles: statumen, rudus, nucleus (Vitrubio, De Arch. VII, I y Plinio, Nat. Hist. XXX, VI, 186-187). Se trata del mosaico n.° 1.

SOBRE CIERTAS CUESTIONES DE «ESTILO»

Los mosaicos zamoranos documentados en la actualidad son exclusivamente geométricos; composiciones, sintaxis y léxico representan un auténtico muestrario de los tipos más comunes y difundidos de la bajarromanidad.

Los esquemas, como se sabe, responden a dos tipos: lineales y de superficie, estas últimas por su parte pueden ser isótropas o centradas al combinarse con otros patterns. A veces el mismo módulo cumple ambas funciones, lineal o de superficie; son siempre bícromas: fileteados en negro o simplemente negras, siempre sobre fondo blanco. Las variantes principales se establecen en los remates de los ápices: triángulos dentados de diversos tamaños o hederas.

El resto de los esquemas lineales pueden dividirse en bitonales o polícromos. Mucho más frecuentes son los polícromos: sobre todo la trenza de dos cabos y menos habituales el guiloche las ojivas inscritas en semicírculo (Villafáfila), en general, todos ellos temas comunes popularizados en el mundo tardío y de gusto muy africano.

Las composiciones de superficies o esquemas geométricos organizadores de la trama del pavimento no son muy numerosos: círculos secantes definiendo cuadrados curvilíneos y cuadrifolias y tal vez también meandro de esvásticas con decoración a cable, en Villafáfila

Pueden presentarse de dos maneras: como composiciones de superficie isótropas, la mayoría de los teselados o como composiciones centradas por un patrón avalorador del espacio que tapiza el pavimento

Sólo en Villafáfila sobre el mismo campo se utilizan asimismo dos esquemas diferentes, ambos isótropos.

En conjunto presentan una serie de características:

A)          Sencillez compositiva a pesar de la aparente complejidad y abigarramiento que muestran al primer golpe de vista. Poco elocuentes por su extrema ubicuidad espaciotemporal, expresan, sin embargo, funciones distintas. Por su simplicidad diseñativa o localización topográfica desempeñan unas veces un contenido marginal (red de octógonos secantes, Requejo n. ° 7; meandro de paletones de llave, Requejo n.° 4) o bien, al contrario, un papel emblemático (cuadrado con círculo tangente y dos cuadrados secantes internos, centrando el mosaico n.° 1, Requejo).

B)          Antigüedad, pues casi todos remiten a un viejo patrón itálico, helenístico en otras ocasiones (Requejo n.° 4 y 7) de arraigado pedigree mediterráneo en ambos casos. Su elocuencia arqueológica la suministra, sin embargo, desde un punto de vista espacial, su difusión selectiva en el contexto de 'las villae tardías, sobre todo de la Meseta (Almenara de Adaja, Cuevas de Soria, Los Quintanares, Cardeñajimeno, Becilla de Valderaduey, Quintanilla de la Cueza, etc.) y desde una perspectiva temporal, su densidad en el mundo tardío, marco histórico del desarrollo de nuestros teselados.

C)          Versatilidad, desde el momento que se trata de módulos utilizados indistinta- mente en la pintura, metalistería, relivaria escultórica, etc.

D)          «Africanismo» y «orientalismo». No es momento de replantear el viejo tema de las «influencias» africanas y orientales en la musivaria hispania. Las propias nociones de «influencia» o la consideración indeferenciada de lo africano u oriental son categorías tan repetidas como inoperantes, lo que no quita, en ningún caso, la constatación de concordancias significativas. Desde esta perspectiva, hay que insistir en que los paralelos más estrechos de los pavimentos zamoranos se establecen con la producción tardía de aquellas áreas del Mediterráneo y no sólo en los esquemas de superficie sino también en las composiciones lineales, en la identidad léxica y el tratamiento sintáctico y cromático. Valgan algunos ejemplos como la red de octógonos secantes o los cuadrilóbulos de peltas de Requejo, temas poco extendidos más allá de los Pirineos y los Alpes y frecuentísimos en África, mafia e Hispania; los primeros —como ocurre igualmente con la malla de círculos— también en el Mediterráneo oriental; de igual modo las orlas de ojivas polícromas y ciertos diseños de cuadrufolias en Villafáfila.

E)          Proyección temporal. Ya hemos señalado que todos los esquemas zamoranos proceden de viejos patrones itálicos y helenísticos reelaborados, cuya vigencia se prolongó a lo largo de todo el Imperio. Más allá de esto conviene recordar, que dichos modelos acabaran convirtiéndose en una koine estandarizada durante el medievo tanto en el Mediterráneo como en la propia Hispania hasta ser, en buena medida codificados después por los tratadistas del Renacimiento (Serlio, por ejemplo).

En la musivaria bizantina, al menos hasta el siglo VII[10] en el arte islámico primitivo y en el andalusí en particular[11] y por ceñirnos más estrechamente desde un punto de vista espacial y cronológico, nuestros patrones son, en gran parte, el repertorio de los biseles relivarios hispanovisigodos y el sustrato de la pintura (y relivaria) asturiana que, como es sabido, supuso una auténtica renovatio de las tradiciones antiguas[12].

Un tema muy sencillo puede servir de botón de muestra: la red de octógonas secantes que describen una serie de cuadrados rodeados de hexágonos alargados. Se trata de un esquema que en la musivaria se conoce desde la Casa del Fauno de Pompeya y pervive hasta los siglos VI y VII en las iglesias jordanas. Su particularidad más notable es ser un patrón harto frecuente en el Mediterráneo Oriental y Norte de África y bastante raro al Norte de los Pirineos y los Alpes si no inédito en gran parte del Occidente del Imperio. Es significativo también, su abundancia en Hispania, sobre todo en época tardía hasta convertirse en tema casi privativo de las basílicas paleocristianas y lugar común de las villae bajoimperiales de la Meseta. Tal proliferación en el mosaico y en la pintura (Clunia, Sta. Eulalia de la Bóveda), tal vez explique su éxito entre los relieves hispanovisigodos (Cabeza del Griego) o su repetida aparición en las iglesias asturianas (Santullano, San Miguel de Lillo, San Salvador de Valdedios, Santiago de Gobiendes) y miniatura mozárabe (Biblia de Juan de Albares, entre otras) por no hablar de los atauriques geométricos sobre piedra, estuco o azulejería andalusíes.

En cuanto los motivos de relleno se tratan de un léxico conocido peltas polícromas, losanges, triángulos y escutiformes, formas irregulares de damero y líneas longitudinales sinuosas en Villafáfila.

Vocabulario no muy extenso, antiguo, viejos temas profilácticos descodificados (hedera, nudo de Salomón) que se entreveran ahora con diseños geométricos y esquematizaciones vegetales, integrados todos por ese gusto barroco de modulación textil, cuya pregnancia cromática disimula frecuentemente el desaliño del rigor formal.

Gusto abigarrado y anicónico que es paralelo a la desintegración definitiva de la imaginería clásica cuyos últimos rescoldos en el campo de la musivaria los encontramos en el mosaico de Aquiles de Santiesteban del Puerto (Jaén) y de Estada (Zaragoza). Tocamos aquí el problema clave del estilo, dicho sea, sin connotaciones idealistas, estilo que en este momento histórico de las postrimerías del siglo IV y principios del V tienen un nombre inequívoco: aniconismo.

El fenómeno del aniconismo —por el que tan alto precio pagará Bizancio siglos después y que en el Islán se convertirá en seña de identidad artística —ha sido abordado en algunas ocasiones por estudiosos del momento.

Tomasevich indica al analizar unos teselados paleocristianos de Heraklea Lynkestis que a fines del siglo IV y comienzos del V se «produce un desarrollo del aniconismo en reacción contra el espíritu pagano y oriental de las figuraciones constantinianas». Un edicto de Teodosio II el 427 prohibía expresamente representar imágenes santas y símbolos en los pavimentos[13].

H. Lavagne, por su parte, insiste, a propósito de los de Aquileya, que en el siglo V los pavimentos de esta ciudad abandonan las imágenes y se concentran en un registro ornamental y geométrico al tiempo que la paleta se empobrecía[14].

Composiciones complicadas a base de entrelazados sinuosos van a triunfar en el Mediterráneo entre Teodosio y Justiniano.

D. Fernández Galiano, últimamente, al afrontar las «Influencias orientales en la musivaria hispánica» (tardía) se refiere a la tendencia al aniconismo como el rasgo más característico cuya manifestación más notable será la proliferación del elemento geométrico en los teselados[15].

En Hispania además y en la Meseta y territorios menos profundamente romanizados en particular, la reasunción de las viejas tradiciones indígenas anicónicas debió reforzar esta tendencia que, más allá de una moda pasajera, expresaba los profundos cambios que experimentaba una sociedad en el tránsito hacia la feudalización.

Así pues, el conjunto de los teselados romanos representa, en el borde mismo del fin de la romanidad, las dos tradiciones musivas que se habían desarrollado durante el imperio: la blanquinegra itálica (sometida siempre a ciertas intrusiones colorísticas) y la polícroma de vieja raigambre helenística pero cuya floración más cumplida se había producido en África.

 


Autor:

José Luis Domínguez Martínez.

 

Bibliografía - Texto:

 

Manuel de la Granja Alonso:

El arte de una villa castellano-leonesa, Villafáfila. pág. 12, 13, 14 y 15.

 

Fernando Regueras Grande:

Algunas consideraciones sobre los mosaicos de la Zamora.

Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, ISSN 0210-9573, Tomo 57, 1991, págs. 163-177

Texto completo (pdf): https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2689039.pdf

 

Elías Rodríguez Rodríguez:

Historia de las explotaciones salinas en las lagunas de Villafáfila. Págs. 27,28, 29, 30, 31, 37 y 52.

 

Mapas de Concentración Parcelaria, Agricultura y Ganadería de JCyL.

https://www.jcyl.es/web/jcyl/AgriculturaGanaderia/es/Plantilla100Detalle/1246464862173/ACU/1207034696075/CParcelaria

 

https://www.sedecatastro.gob.es

 

José Luis Domínguez Martínez:

Datos personales.

 

Fotografía y mapas:

http://sigpac.mapa.es

https://www.sedecatastro.gob.es

Fernando Regueras Grande.

Elías Rodríguez Rodríguez:

Poblamiento Medieval de la comarca de las lagunas de Villafáfila según las fuentes documentales medievales.

Manuel de la Granja Alonso.

J. F. Lorenzo.

José Luis Domínguez Martínez.

Plano de concentración parcelaria de Villafáfila, polígono 12.

https://agriculturaganaderia.jcyl.es/web/jcyl/binarios/312/862/VILLAFA_ACU_PLA_012.TIF?blobheader=image%2Ftiff&blobheadername2=site&blobheadername3=Cache-control&blobheadername4=Expires&blobheadervalue2=JCYL_AgriculturaGanaderia&blobheadervalue3=no-store%2Cno-cache%2Cmust-revalidate&blobheadervalue4=0

La Opinión de Zamora. El dominical del 22-10-2006.

 

Mediciones

http://sigpac.mapa.es

https://www.google.es/maps

 

Transcripción y montaje:

José Luis Domínguez Martínez.

 

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Todo texto y fotografía ha sido autorizado al almacenamiento, tratamiento, trabajo, transcripción y montaje a José Luis Domínguez Martínez, su difusión en villafafila.net, y cualquier medio que precie el autorizado.

 

[1] Martín Valls y Delibes, 1977: 313.

[2] Cabero 1987.

[3] Fernando Regueras Grande: Algunas consideraciones sobre los mosaicos de la Zamora. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, ISSN 0210-9573, Tomo 57, 1991, págs. 163-177. Texto completo (pdf): https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2689039.pdf

[4] REGUERA S, F.: «Restos y noticias de mosaicos romanos en la provincia de Zamora», Primero del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo» 1985, pp. 39-57 e ídem; «Los mosaicos de la villa romana de Requejo (Santa Cristina de la Polvorosa)», Actas del 1er Congreso de la Historia de Zamora, Zamora (1988) 1990, pp. 637 a 696.

[5] En curso de realización, la catalogación sistemática de los mosaicos hispanos se atiene a varios criterios: bien Corpora urbanos ‹Itálica y Mérida), provinciales (Sevilla, Granada, Cádiz, Murcia, Navarra, Córdoba, Jaén, Málaga, Ciudad Real, Toledo, Madrid, Cuenca, Soria, Lérida y Albacete) o institucionales (Museo Arqueológico Nacional, Academia de la Historia) que promueve el CSIC mediante el Corpus de Mosaicos Romanos de España, con nueve fascículos publicados entre 1978-1989, siguiendo, en parte, los modelos francés (Recueil des Mosaïques antiques de la Gaule j, italiano (Mosaici Antichi in Italia) y tunecinos (Corpus des Mosaïques de Tunisie); bien Corpora sistemáticos de Conventus, inaugurados por Balil (Tarraconense), Acuña (Gallaecia; Lucense y Bracarense), Ramallo (Cartaginense), Fernández Galiano (Cesaraugustano) o regiones más breves pero homogéneas: Barral (Regio Laietana); bien de ciudades: Vall (Sagunto), Fernández Galiano (Complutum), Navarro (Tarragona).

La metodología provincial que nosotros utilizamos se debe a razones de oportunidad administrativa y en ningún caso a criterios de idoneidad histórica que serían los correctos. De cualquier modo, nuestro estudio se engloba dentro de un trabajo más amplio sobre los mosaicos romanos del Conventus Asturum.

[6] Al prologar su Testimonio arqueológico de la Provincia de Zamora, recordaba Virgilio Sevillano en 1974 únicamente dos excavaciones —y añejas—: las del propio autor en Villalazán y las del P. Morán en los dólmenes de Almeida y Granucillo.

[7] FERNANDEZ, J. J.: «E1 tesorillo visigodo de Villafáfila (Zamora)», NUMANTIA III 1990, pp. 195-208.

[8] RODRIGUEZ, J. J.: Monasterio Ardón, Centro de Estudios e Investigación S. Isidoro de León, León 19ó4, p. 99.

[9] FERNANDEZ CASTRO, M. C.: Villas romanas en España, Madrid 1982, pp. 61 y 120-130.

[10] VV.AA.: I Mosaici di Giordania (Catálogo de la Exposición), Roma 1986, passim.

[11] PAVON MALDONADO, B.: El arre hispano-musulmán en su decoración geométrica. Una teoría para un estilo. Madrid (2.ª edición), 1989; ver sobre todo composiciones a base octógonos.

[12] SCHLUNK, H. y HAUSCHILD, Th.: Hispania Antiqua. Die Denkmäler der frühchristlichen und westgotischen Zeit, Maguncia 1978. Ldms. 47, 64a, 67, 107a y c, 114, 122a, 130a, etc. para el caso visigodo y SCHLUNK, H. y BERENGUER, M.: Lu pintura asturiana de los siglos IX y X,’ Madrid 1957, passim (ver infra).

[13] TOMASEVICH, G. C.: «Mosaïques paleochretiennes ä Heraklea Lynkestis», La Mosaïque antique II, Paris (1971), 1975 p. 388.

[14] LAVAGNE, H.: «Mosaïques antiques et paléochretiennes», Les dossiers d’Archêologie. Aquilée romaine et paléochretiennes n. ° 95, 1985, pp. 60-61.

[15] FDEZ-GALIANO, D.: «Influencias orientales en la musivaria hispánica»; Actas del III Coloquio Internationale sul mosaico antico II (1980) 1984, Ravena, pp. 427-428