EL BRONCE DE FUENTES DE ROPEL

 

 

Uno de los documentos más importantes desde el punto de vista de la toponimia de Hispania ha pasado relativamente desapercibido a pesar de haber sido objeto de diversas publicaciones[1].

Definido como litigatio-delimitatio, el bronce de Fuentes de Ropel, hallado en esta localidad de la provincia de Zamora y conservado en el Museo de la capital (inv. núm. 87120/1), parece contener efectivamente la terminatio de un territorio. Este considerable fragmento de una tabula de bronce incluye toda una serie de precisiones topográficas con indicaciones de distancias en perticae[2]  y constituye el más denso repertorio de microtoponimia antigua de época romana que conocemos en la Península Ibérica (láms. I-II).

Su interés se acrecienta por el hecho de que dicha toponimia, de carácter claramente indígena, se ha conservado perfectamente en época romana y -aunque  las extrapolaciones siempre tienen un componente gratuito- representa, en nuestra opinión, un buen indicio de lo que pudo acontecer en una parte significativa de la Hispania romana, incluso hasta época muy avanzada.

Si esto fuera así, no cabe  duda de que el documento que presentamos   constituiría  una  aportación   sustancial  para  conocer  la permanencia   del  sustrato  indígena en  la topinaria, mas allá  incluso del  momento en que  deja  de transparentarse    de modo generalizado   en la onomástica   personal.

La trascendencia lingüística es indudable  y su valor aumentaría si consiguiéramos una precisión  topográfica  para situar los topónimos  a partir  de un punto  de referencia y se acrecentaría, todavía más, si lográramos alcanzar  un cierto nivel de aproximación  cronológica.

En una  primera  edición[3] dos de nosotros  proponíamos que  contenía una  sentencia de terminis, a la  manera  de la dictada  por el procónsul  Lucius Helvius Agrippa en Cerdeña el año 68 d.e. (CIL X, 7852,  ILS 5947). En la actualidad   opinamos que,  si bien  el contenido   no resulta  parangonable   en su formulación,   si lo es, muy probablemente,   en su significación,   Un segundo  paralelo lo encontramos   en CIL V, 7749  (ILS 5946),  la famosa  sententia Minuciorum, que data  de del año  110 a.e. y que sin duda parece  tener  en la parte descriptiva algunos elementos  comunes  al que ahora  nos ocupa.

Antes  de cualquier   tipo  de  consideración, proponemos   una  nueva  lectura  de este fragmento de la tabula de bronce, realizado  sobre autopsia, calco  y documentación fotográfica  de la pieza.

Dimensiones:

- altura: 22 cm.

- anchura  máxima: 22,3 cm.

Altura   de las letras:

- columna  A, r. 1: 1 cm.; r. 2: 0,5 cm.

- columna  B: entre 0,4 y 0,6 cm.; U r. 1: 0,7 cm.; A, r. 9: 0,8 cm.; B, r. 9: 2 cm.

Variantes:

- col, A, r. 3. NQ (fortasse recte); r. 5. PRI

-col.  B, r. 3 SEGVISONAE;   r. 7 RECTVM;   r. 8 BENDA;  GADARNAVREGIVM; r. 9 VSO; r. 10 VERSVS [   ; r. 13 I[N ; r. 14 CAVLDOBENDAM;   r. 19 TRA­ NISVM;  r. 21 ES; r. 22 TERB

Nuestro  comentario   versara  sobre  una serie de aspectos  que consideramos fundamentales  para poder  precisar  el contenido   del documento  conservado[4].

Dibujo de letras romas

 

Paleográficamente la inscripción no presenta problemas dado que se halla escrita en una capital de carácter casi librario en la primera línea de titulo de la columna A. El resto corresponde a una capital cuidada con pies de letra marcados y trazos usuales, especialmente en las AA y en el trazado de M y N. La letra G carece de barra transversal.

Hay que destacar en la columna B, renglón 9, la B llamada convencionalmente panse a droite, típica de la escritura usual, formando parte de la preposición ab, en posición claramente destacada frente al resto del texto.

En esta misma columna la capital primera del renglón 1 es de mayor dimensión, elegancia y amplitud de trazo, para indicar seguramente el inicio del párrafo.

El contenido del texto puede ser determinado por dos elementos: uno de contexto, el lugar  del hallazgo, y el segundo, interno, el inicio del renglón 5, CYNAS, restituible como [LA] CYNAS.

Lamentablemente el hallazgo de esta pieza broncínea no se produjo dentro de un contexto "arqueológico" documentado, y suponemos su aparición relacionada con actividades clandestinas, dado que su recuperación derive de un acto de incautación. En consecuencia, la información de su descubrimiento ha de tomarse con la cautela que este tipo de acciones propone.

Aún así, ofrece visos de certidumbre su localización en Fuentes de Ropel, pequeña localidad que cuenta con un extenso yacimiento ubicado en la "Dehesa de Morales", entre los ríos Esla y Cea, en el que se constata un poblamiento de época celtibérica, romanizado en época temprana, a juzgar por los testimonios de su cultura material[5]. Su carácter urbano parecen sugerirlo los restos constructivos exhumados (correspondientes a dependencias domesticas) y se ha identificado con la supuesta ciudad de Brigaecium[6],  municipio confirmado merced a la existencia de un duoviro, L(ucius) Fabius Silo, Brigiaecinust[7].

En una zona relativamente próxima (unos 15 o 20  Km. en línea recta, en dirección sur), en plena Tierra de Campos, se encuentra un paraje -hoy  convertido en reserva natural- conocido como "Lagunas de Villafáfila[8]". Se trata de una zona de suave relieve que presenta grandes aéreas encharcadas, sobre todo en época invernal, en la que, en la actualidad, destacan tres lagunas bien definidas (Laguna de Barillos. Salina Grande y Laguna de Salinas, esta última década en los años 70), aunque en su entorno existen -y pudieron existir algunas en  épocas pasadas- abundantes lagunillas  que no nos detendremos  a enumerar[9] (fig. I). Su actual denominación está indicando una característica -su carácter salino- que posiblemente ocasionara que la zona se convirtiese en un foco de atracción para los asentamientos humanos desde la antigüedad.  En efecto, en sus alrededores se constatan abundantes yacimientos desde épocas prehistóricas[10], y algunos materiales encontrados -coladores y ciertos fragmentos cerámicos- parecen indicar el interés por el aprovechamiento de 1a sal. Las excavaciones practicadas en el yacimiento de Samtioste, en Otero de Sariegos[11] delatan el interés por la explotación de este recurso y el análisis minucioso de su  registro arqueológico manifiesta, a juicio de sus investigadores, la existencia de un proceso organizado para obtener la producción de sal y su posible distribución comercial en los inicios de la Edad del Bronce[12]». El atractivo de la zona para la instalación de núcleos de habitación queda demostrado por la secuencia de un poblamiento que se identifica en los mismos o en distintos lugares, en diferentes épocas (a menudo algún yacimiento delata continuidad o reincidencia), y la ocupación de este ámbito en época romana, a juzgar por los hallazgos materiales, es notoria: "Fuente de San Pedro", "Valorio", "Pocico de la Vega", "Tierras de Barillos", "La Cantera", "EI Escambrón", "La Mata" en el término municipal de Villafáfila, "Los Villares-Neira" y "Raya de Villafáfila" en San Agustín del Pozo, "Las Tejicas" y "Fuentesalinas" en Revellinos, "Iglesia"  y "Las Negras" en Otero de Sariegos, "Santo Tirso", "Pozuelos", "San Pedro" y "Villardón", en Villarrín, y "Bamba" en Tapioles, limitándonos tan solo al área de las lagunas. La época visigoda esta igualmente representada por expresivos hallazgos[13].

Fig. I. Localización de 13«dehcsa  de Morales •• (I)  Y las lagunas de Villafáfila  (2)

 

A partir de entonces, Villafáfila conoció una actividad frenética de explotación salina hasta el s. XVII[14].

De vueltas  a nuestro  documento,   hay que señalar que los tapónimos  de la zona más interesantes  son: Coreses,  Madornil,  San Clemente  de Fortiñuela,  San Pedro de Otero,  Sobradillo  y Villarigo[15].

Es difícil  escapar  a la resonancia   romana  de algunos  nombres  del entorno  de Villafáfila.  El nombre  de Barillos  referido  a una de las lagunas  no parece  lejano  de Burriligia, citada en el documento,   pero es una suposición.  Al Este, no muy alejado de las aquí,  existió  un despoblado   denominado   Coria  (Cauria), citado  en los documentos  desde  1140, así como  un "monte  cauriense"   (citado  en el año 1013).  Se ha querido  interpretar  como  una población  venida  de Coria  (Cáceres)  pero,  a la luz del descubrimiento de Fuentes  de Ropel,  debe  guardar  relación  mas bien con una antigua población  romana,  del mismo  nombre[16].

Nos proponemos, como  consecuencia de lo expuesto,  plantear  la hipótesis de que  nos  hallamos  ante  la  delimitación de unas  salinas  que  probablemente serían ager publicus o bien una conductio cedida  a alguien.

El documento  que nos ocupa  versaría  sobre  este hecho  y en su columna  A, tal y como  hemos  restituido  el texto, contendría  el título y muy posiblemente   una datación o bien la mención  de los magistrados, ante quienes  -o por los cuales-  se lleva a cabo la acción  legal de limitación.

La restitución de esta columna que a continuación proponemos es del todo hipotética pero tiene en cuenta el número de letras calculado para el primer renglón en el caso de la columna B, más completa -entre 39 y 41 espacios de letra-, y en la dimensión superior de las letras del primer renglón:

[LIMITATIO INTER AGROS] PVBLICOS

[ET -circ.26-  FR]ONTONEM

El termino limitatio (delimitatio en Grom., 227,13) está documentado, por ejemplo, en Siculus Flaccun[17], mientras que definitio es más frecuente todavía y podría tratarse también de otro termino técnico,

Con respecto a los posibles magistrados en r. 3, resulta evidente, por lo  que sabemos, que no parece tratarse de cónsules, dado que no hallamos una pareja que coincida con los elementos conservados de ambos nombres.

Deberíamos pensar, pues, en un elemento distinto al de una datación consular, seguramente aquellos por quienes o ante quienes se realiza el acto jurídico referenciado.

El personaje cuyas propiedades se hallan afectadas por esta limitatio, lleva sin duda el cognomen Fronto, muy frecuente entre los ciudadanos romanos[18], pero documentado en Hispania también entre los indígenas[19], probablemente en razón de su raigambre celtica.

No podemos precisar el estatuto de este personaje ni tampoco si actúa en nombre propio o en representación de una colectividad, hipótesis esta ultima que hay que sopesar y tener en cuenta.

No queda claro en la columna B si lo que se limita son los agri publici o  bien una posesión o quizás una conductio de este individuo Frontón, tal y como hemos visto en la restitución de r. 2 de la columna A. Nosotros nos inclinaríamos en principio por que se trate de la atribución en conductio de agri publici en el contexto de una distribución de territorio. Dichos agri publici podrían rodear el territorio o parcela de Frontón aunque también podría tratarse de una delimitación genérica a partir de los mismos, empleada para definir los límites de todas las propiedades privadas o, incluso, las conductiones (arrendamientos del Estado) colindantes. De todas maneras, la escasa extensión y el hecho de que se defina un polígono en el que queda comprendido el terreno determinado podría hacer pensar más en una delimitación de una propiedad o conductio privada en el seno de los agri publici que en una reserva de estos con relación a un privado.

Al comentar esta posibilidad con E. Rodríguez Almeida, nos confirmo nuestro criterio y acepto que se tratara de unas salinas y que se mencionaran unas lacunae (vid. Apéndice), Asimismo, nos propuso hacer un pequeño esquema indicativo (fig. 2) de acuerdo con sus hipótesis al respecto, que incluíamos con su texto explicativo como apéndice.

E. Rodrfguez-Almelda del .• C. Assandrl exe

Fig. 2.    Situación estimada de los lugares mencionados en la tabula

 

Por nuestra parte seriamos partidarios de una descripción de acuerdo con la dirección de las agujas del reloj y estamos sustancialmente de acuerdo con que disponemos de una especificación que completa casi al perímetro -quizás no circular, como indica convencionalmente el croquis de Rodríguez Almeida- de los agri delimitados. Recordemos aquí el tecnicismo rectura.

En lo que concierne a la toponimia, no vamos a extendemos tampoco sobre su origen y significación, que reviste un carácter indudablemente céltico. No estará demás, sin embargo, establecer una lista de los topónimos conservados en la columna B del documento:

Burriligia, Burru­

Voligobenda

Seguisona/-benda(?)

Cillobenda

Vagabrobenda/-benta

Cadarnavaegium

Amala

Via Cariensis Vetus

Caldobenda

Via Burruligiae/-endae

Via Cariensis

No tenemos ninguna dificultad, tal y como hemos indicado, con la filiación de los nombres en -benda y para Seguisona, o quizás Seguisonabenda, tampoco carecemos de paralelos[20]. La Via Cariensis ha de ser vinculada con otras formas como Carenses conocidos en la península[21] y las formas iniciadas por Burru- y Burri-  no son tampoco desconocidas en la Península, incluso como antropónimos[22].

Tan solo una mención de pasada debe hacerse al vocabulario de descripción geográfica o mejor topográfica empleado: limes, rectura, conspectus, perticae, clivus, via, que, junto con las indicaciones de dirección[23] y las distancias, constituyen lo esencial del texto, el cual tiene, por la propia estructura descriptiva de unos límites trazados perimétricamente, unas características semejantes a las de un itinerario[24].

Para la datación hay que fijarse fundamentalmente en la facies del monumento, dado que, según adelantamos, los posibles magistrados presentes no resultan del todo claros.

No obstante, la primera línea de la columna A con la inclusión de O  en COS unido a los aspectos paleográficos, parece emparentar el texto con bronces como el de Monte Murado[25], datable a partir de los cónsules indicados en el 9 d.e., lo que no dejaría de convenir a nuestro texto. Acerca de la posible datación del bronce en época flavia es necesario decir que la escritura sobre este tipo de material es con­ servadora y no ha de llevarse forzosamente toda la epigrafía sobre este soporte al momento de más abundancia en Hispania.  En otras palabras, la paleografía es muy parecida y tampoco hay duda del parentesco paleográfico de los bronces de época augustea con la abundantísima epigrafía flavia.

En conclusión, el bronce de Fuentes de Ropel es un importante documento de limitatio agrorum que cobra un especial relieve en función de su contenido. Su trascendencia, en caso de aceptarse la explicación y datación propuestas, sería muy grande dado que nos informaría sobre unas salinas, ager publicus  por excelencia, en la Tierra de Campos, complementando así la información existente al respecto en la Península Ibérica[26].

Las salinas cobrarían importancia también en tierras de interior y contribuirían quizás a explicar mejor la substancial implantación militar de control de la zona, vinculada desde siempre a la explotación de minas[27].

Más allá de todo esto y de cualquier otra interpretación o consideración histórica de la lista de topónimos que nos ofrece este documento, está el hecho de que enriquece cuanto conocemos de la zona y la convierte en un modelo privilegiado de la riqueza toponímica de Hispania,  probablemente intacta bajo la dominación romana, y que solo documentos como el que nos ha ocupado pueden contribuir a desvelar.

APENDICE

EMILIO RODRIGUEZ ALMEIDA

Me he ocupado de esta pieza, muy de paso y sin intención de profundizar más de lo necesario en aquel momento, en el capitulo introductorio ("La tradizione cartográfica   romana")  del  volumen   de  próxima   aparición   Formae urbis antiquae (Roma,  BEFAR, 1998), como  uno de los ejemplos  iluminantes   de la praxis  catastral romana  y de las reglas  técnico-jurídicas   que la presiden  y enmarcan.

La substancia de  mis  observaciones se concentra   ahora  en  dos  puntos: 1, el objetivo  de esta  lex; 2, el esquema   del  percurso.   Para  el primero,  es de  notar  que seguramente el documento broncíneo  no estaba  destinado a definir  de modo  general  un territorio  (municipal, colonial...) sino  un  sector  característico y peculiar  de este,  ya se trate de labrantíos,  ya (como  con precisos  argumentos   se postula  en este estudio) de  salinas,  un  bien  "estratégico"    tanto  de  la  comunidad   o comunidades locales  como  del "Estado"  (me excuso  por el neologismo).   La cosa resulta  evidente por  el hecho  de que  en dos  puntos  diversos  del percurso  encontramos   la precisión que  se pasa limite ipso, per limitem (esto  es, el real confín  del territorio  comunitario, establecido  previamente).

Para el segundo  punto  (percurso)  hay que hacer  notar  que esta  limitatio agro­ rum se desarrolla  a partir  de un eje ideal  que  divide  el territorio  descrito,  como  de muestran los  adverbios "de  movimiento" sinistroversus, dextroversus, claramente diversos  de otros de función  estática  (como  in conspectu, citra, dextra).

Desde el punto de vista de la onomástica,   creo que, además  del importantísimo (duo?, tres ... ?) lacunae, tienen notable  relieve  las precisiones   orográficas   (collis, vallis) y viarias:  ciertamente aparece  citada  una vía Cariensis vetus, lo que  supone que  debía existir  otra llamada nova; probablemente   un ramal  de la vía llevaba  a un pagus ...idinensis; en fin, es posible  que  se hable de una vía Burriligio-Voligobendana, del nombre  de la primera  localidad  citada  en el texto;  es casi  del todo  cierto que  el nombre  Caldobenda, precedido   por  el adverbio  secundum ("a  lo largo  de) indica  un flumen o río más o menos  grande.

Mientras  encontramos   localidades,   de una  manera  u otra  ligadas  al territorio, como  Burriligia (en otra parte tal vez con ortografía  Burru-), Voligobenda, las lacu­ nae, Cillobenda, Vagabrobenda y Cadarnavaegium (o Cadarna Vaegium); al externo  (tal  vez incluso  fuera  de los  verdaderos   límites  del  territorio   original)  parecen encontrase Seguisona (de la que el percurso  pasa in conspectu, "a la vista  de",  "de frente  a"), el probable  pagus ...idinensis, que  se alcanzaba,  parece,  por un ramal  de la via Cariensis vetus y la Caria que daba nombre  a esta vía.

Como última -pero  importante-   aclaración  quiero  señalar que la ilustración  del percurso  que  ofrecemos  en la fig. 2 es un simple esquema indicativo. Es de notar, sin embargo, que, puesto  que las planimetrías antiguas  (más o menos  estrictamente catastrales)   que estaban  en la base  de documentos   como  el nuestro  solían  tener  el Sur o Sureste en alto, es posible que tal esquema haya de ser visto en posición perfectamente inversa, esto es con lo alto en bajo y la derecha a izquierda. Resultaría, de este  modo, a los dos lados  del eje de la inscripción,   un percurso general antiho­ rario perfectamente canónico en los mapas antiguos (el caso, por ejemplo,  de la disposición  regional  en la forma marmórea severiana  de la ciudad  de Roma)  y el eje de la descripción   constituiría  una especie  de cardo maximus ideal de la zona  limitada.

 

Lamina I

Inscripciones de  Fuentes de Ropel

  

Lamina II

Detalles de inscripción

 

Autores:

Marcos MayerJosé Antonio Abásolo ÁlvarezR. García.

Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAAISSN 0210-9573, Tomo 64, 1998, págs. 161-174.

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/67621.pdf.

 

Fotografía:

Marcos MayerJosé Antonio Abásolo ÁlvarezR. García.

 

Transcripción y montaje:

José Luis Domínguez Martínez.

 

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[1] La noticia de su descubrimiento la debemos al Dr. D. Miguel-Ángel Martin Montes. La primera noticia publicada es de GARCÍA ROZAS, R., "Recuperación de piezas. Intervenciones arqueológicas en la provincia de Zamora", AIZFO,  1987, p.67-70; cf. además la primera edición del texto a cargo de GARCÍA ROZAS, R., ABASOLO, J.A., "Bronces romanos del Museo de Zamora", Bronces y Religión romana. Actas del XI Congreso Internacional de bronces antiguos (Madrid 1990), J. Arce, E. Burkhalter eds., Madrid, 1993, p.171-196, con apéndice de ROVIRA, S., "Estudio de laboratorio de los bronces romanos del Museo de Zamora", p. 179-181.Fue publicada su ficha en la Exposición Astures. Pueblos y culturas en la frontera del Imperio romano, Gijón, 1995 (ABÁSOLO, I.A.,  "Delimitatio de Fuentes de Ropel", p. 265). También aparece en el Catalogo de la Exposición Los bronces romanos en España, Madrid 1990, p. 170, n° 15 (fotografía) y en  el Catalogo de la Exposición Hispania romana. Da terra di conquista a provincia dell'Impero, J. Arce, S. Ensoli, E. La Rocca eds., Roma, 1997, p. 365, n" 112 (fotografía); la ficha está firmada por J(ose) C(arlos) S(aquete), que cita un trabajo en prensa de E. Rodríguez Almeida, Fonnae urbis antiquae, cap. I, fig. 2, datándolo en época flavia. Cf. también en este mismo trabajo el apéndice del propio Rodríguez Almeida.

[2] Esta unidad de medida es equivalente a diez pies, cf. Cato, agr.: decempeda quae eadem pertica appellatur, habet pedes X. Nos muestra, aun más, que se trata de la definición de un territorio poco extenso.

[3] cf. nota 1.

[4] Escapa a nuestra pretensión el comentario del léxico pero no queremos dejar de pasar por alto el empleo del termino técnico de agrimensura, referido por los gromáticos, rectura. Cf. Die Schriften der romischen Feldmesser.II, F. Blume, K. Lachmann, Th Mommsen, A. Rudorff eds., Berlin, 1852, index verborum, s.v. p. 510, asi Grom. 5,15; 11,30. Significa direcci6n en linea recta: non posse forma cuiusli­ bet agri sine limitum rectura subsistere.

 

[5] MARTIN VALLS, R., DELIBES, G., "Hallazgos arqueológicos en la provincia de Zamora. II", BSAA, XL-XLI, 1975, p. 455-458; "Hallazgos arqueológicos en la provincia de Zamora. III", BSAA, XLII, 1976, p. 417-420.

 

[6] CELIS, J.: "Apuntes para el estudio de la secuencia ocupacional de 'La Dehesa de Morales', Fuentes de Ropel (Zamora)", I Congreso Historia Zamora, II, 1990, p. 467-495; MARTIN VALLS, R., DELIBES, G., "Hallazgos arqueológicos en la provincia de Zamora. II", ob. cit., p. 455-458; "Hallazgos arqueológicos en la provincia de Zamora. V", BSAA, XLIV, 1978, p. 328-337.

 

[7] CIL II, 6094; ILER, 1664; RIT, 275.

 

[8] EI mismo topónimo de Villafáfila evoca al latín favilla, alusión clara a la salina. Cf. ThIL, VI, Prior, s.v. p. 378-381, esp. 380 (IIB I); Plinio el Viejo (nat. 31,90): salinarum sinceritas summam fecit suam differentiam quadam favilla  salis, que levissima ex eo est et candidissima.

 

[9] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ. E.: "EI poblamiento medieval  del entorno de las lagunas de Villafáfila". AIEZFO (en prensa).

 

[10] RODRÍGUEZ. E., LARREN. H., GARCIA. R.:"Carta Arqueológica de Villafáfila". AIEZFO. 1990. p. 33•76.

 

[11] VINE. A., MARTÍN. A.M., RUBIO, P.: "Excavación de urgencia en "Santioste". Otero de Sariegos", AIEZFO. 1990. p. 89-104: VINE. A., SALVADOR. M., IGLESIAS. L., RUBIO, P, MARTÍN A.M.: "Nuevos datos acerca del yacimiento de "Santioste", Otero de Sariegos (2ª carnpaña de excavación)", AlEZFO,  1990, p. 175-190.

 

[12] DELIBES, G.: "Sal y jefaturas. Una reflexión sobre el yacimiento del Bronce Antiguo de Santioste, en Villafáfila (Zamora)", Brigecio, 3, 1993, p. 33-46; DELIBES, G., VINE, A., SALVADOR, M., "Santioste, una factoría salinera de los inicios de la Edad del Bronce en Otero de Sariegos (Zamora)", Studia Archaeologica, e. p. (agradecemos a los autores la consulta de su manuscrito).

 

[13] Cerámicas visigodas en "Valorio": RODRIGUEZ, E., LARREN, H., GARCIA, R.: "Carta Arqueológica de Villafáfila", ob. cit., p. 65-67. Además se halla el famoso tesorillo de Villafáfila: FERNANDEZ GONZALEZ, J.J.: "El tesorillo visigodo de Villafáfila (Zamora)", Numantia, III, 1990, p. 195-208; LARREN, H., "Tesoro de Villafáfila", Astures. Pueblos y culturas en La frontera del Imperio Romano, Gijón, 1995, p. 297.

 

[14] Agradecemos a nuestro buen amigo Elías Rodríguez, gran conocedor de la zona, intensamente documentado en el tema, el resumen de los datos que a continuaci6n se expresan, que transcribimos literalmente de su síntesis. Materiales de todos estos yacimientos han sido depositados por dicho investigador en el Museo de Zamora. "Durante la Edad Media la comarca fue uno de los focos más activos del reino de León debido a la explotación de las Salinas. El sistema de producción consistía en la extracción de agua de pozos salados o lagunas, su almacenamiento en cisternas y su posterior extensión sobre las eras de las pausatas para que el calor del sol evaporara el agua dejando que la sal quedara depositada en la superficie de donde se recogía o rallaba, pues en la documentación tardomedieval se mencionan indistintamente pausatas o ralladeros, almacenándose en las Cabañas, que es como se denomina desde el siglo XI la unidad de explotación salinera. Además de este proceso de evaporación natural, procedían a la evaporación forzada del agua salada por medio del fuego para lo que utilizaban grandes cantidades de leña, cuya necesidad provoco la deforestación temprana de la comarca y fue causa de múltiples conflictos con el monasterio de Moreruela por la utilización de sus montes. A fines del siglo XV acudían a buscar la leña a la tierra de Távara, En Las Cabañas contaban de un edificio cubierto, con una era colindante cercada, un muladar donde arrojaban las cenizas, una o varias fuentes o "foyos" de agua salada y varias posadas o ralladeros.

Con la sal obtenida se abastecían las ciudades de León, Astorga, Zamora y los principales monasterios del reino (Sahagún, San Pedro de Eslonza, Castañeda, Moreruela, etc.) y los cercanos de Santa Marta de la Puente, Nuestra Señora del Valle, que eran propietarios de Cabañas en Villafáfila. En el siglo XV el área de distribución del comercio de la sal de Villafáfila era las comarcas entre el Valderaduey, el Duero y la Raya de Portugal.

La existencia de estas pausatas con pozos, cisternas, era y "eiratos" se documenta desde el 917. En la primera mitad del siglo X se conoce la existencia de más de cincuenta propietarios.

La comarca  que rodea  las Salinas  se le conoce  en este tiempo  como  Lampreana,   posiblemente    por la abundancia   de lampreas   de agua  dulce  en las  lagunas.   En  torno  a ellas  surgen  una  serie  de aldeas  relacionadas   con la explotación   y comercio   de la sal.

En  los actuales  términos   de Revellinos,   San Agustín   del Pozo,  Villafáfila,   Otero  de Sariegos,   Villarrín de Campos  y Tapioles  podemos   localizar   treinta  y tres aldeas  citadas  entre  el 917   y 1310 lo  que  nos da una  idea de la densidad   demográfica

Hacia  mediados   del siglo  XII los reyes Alfonso  VII, Fernando   II y Alfonso  IX, organizan,   repueblan y dan  fueros  y territorio  a la villa de Villafáfila,   convirtiéndose    en núcleo  central  de la comarca   con  funciones  de tipo  político,  militar  y religioso.   En esta  época  llego  a contar  con  9 iglesias  parroquiales,    castillo  y cerca  amurallada,   azogue o  mercado..., pasando   a ser en  1229,  por donación   de Alfonso   IX,  una encomienda   de la Orden  Militar  de Santiago.

Las  Salinas  continúan   su producción   hasta  el siglo  XVI.  En  1518, los señores  de la sal de Villafáfila envían  un memorial  al Rey, quejándose   de la entrada  de sal de Portugal,  con el consiguiente daño  para sus cabañas  y refieren  que  en la villa  hay  12 o 13 cabañas  de sal. Hacia  mediados   de ese  siglo  abandonan definitivamente   por  falta de productividad.

Entre  1767 y 1776, fruto  de la política  de impulso   industrial   de los ministros   de Carlos  III, se intentan  poner  de  nuevo  en explotación   y se  practica   la perforación de  108 pozos  en  los  alrededores    de  las lagunas  para  intentar  dar con  la supuesta   mina de sal, sin conseguirlo.

Como  consecuencia   de aquellos  trabajos  se comienza   a obtener  salitre  necesario   para  la fabricación de pólvora,  y en  1795 se construye   una  Real  Fabrica  de Salitres  en Villafáfila,   que  estuvo  activa  hasta  la ocupación   de los  franceses,   en  1808.  Posteriormente    fue  desamortizada    y a principio de  este  siglo  fue destinada a fábrica  de harinas  que  actual mente  está  en estado  ruinoso".

Vid.  asimismo   MINGUEZ, J.M., Colección Diplomática    de  Sahagún   en  los  siglos  IX y X, León, 1976, documentos   36, 60, 62,  63; CARRERA   DE LA  RED,  M.E, Toponimia  de los valles  del  Cea,  Valderaduey  y Sequillo,   ed. Lancia,  León,   1988, p. 311-320.

 

[15] RODRÍGUEZ,    E.,  LARREN,   H.,  GARCÍA,    R. "Carta  Arqueológica    de Villafáfila",   ob.  cit.,  p. 46-49,74. 16  CARRERA   DE LA RED,  M.E, Toponimia  de los valles  del Cea,  Valderaduey  y Sequillo,   ob. cit., p. 409,  744.

 

[16] CARRERA DE LA RED, M.F., Toponimia de los valles del Cea, Valderaduey y Sequillo, ob. cit., p. 409, 744.

 

[17] Siculi Flacci de condicionibus agrorum, Die Schriften der romischen Feldmesser. I. F. Blume, K. Lachmann, Th. Mommsen, A. Rudorff eds., Berlin, 1848, p. 154.

 

[18] Sobre Fronto cf. KAJANTO, I., The latin cognomina, Helsinki, 1965, p. 236.

 

[19] Para Hispania, cf. ABASCAL, J. M., Los nombres personales en las inscripciones latinas de Hispania,  Murcia, 1994, p. 372-373. Los más cercanos se encuentran en Villalcampo: RAE, 827, 886, 889, 897.  Hay que destacar la estela conservada en el Museo de Zamora, RAE 897, que lleva el nombre de P.  Carisius Fronto, vinculado, evidentemente a la clientela de P.  Carisius, el legado  propretor documentado en la numismática emeritense (RIC 1-25) entre el año 25 y el 22 a.C. Sobre las monedas de este último, cf. BURNETT,   A., AMANDRY, M., RIPOLLES, P.P., Roman Provincial Coinage. I: From the death of Caesar to the death of Vitellius (44 8C.- AD 69); Part I: Introduction and Catalogue, Londres­ París, 1992, p. 69.

 

[20] No obstante,   no  tenemos   ninguna   pretensión   de hacer  aquí  otra  cosa  más  que  una  edición   del texto,  dejando  a los especialistas    de la cuestión   el estudio   toponímico.   De  todas  maneras,   el parentesco con  formas  como  Segisama o Segisamo, o incluso  Amaia o Amallobriga, todas  ellas  en  zonas  relativamente  cercanas,  es algo  que  no se nos oculta.  Recordemos   que Amaia esta citada  en la placa  primera  del itinerario  de Barro  de Astorga;  cf. DIEGO  SANTOS,   E, inscripciones romanas de la provincia de León, León   1986, p.253-254,   n° 328a.

 

[21] TOVAR, A., Iberische Landeskunde. Segunda parte: Las tribus y las ciudades de la antigua His­ pania, 3: Tarraconensis, Baden-Baden,    1989, p. 393 para  Carae; p. 394 para  Caravi; p. 399 para  Carenses; además  de Carietes, p. 60-61.

 

[22] UNTERMANN,    l., Elementos de un atlas antroponímico de La Hispania antigua, Madrid,   1965, p.  155-156,  mapa  n° 66.  Para  Reburrus, RUBIO   ALIJA,    l.,  "Españoles   por  los  caninos   del  Imperio Romano   (Estudios   epigráfico-onomásticos en  tomo  a Reburrus y Reburrinus)", Cuadernos de Historia de España, 29-30,1959,    p. 5-124.

 

[23] Sobre  la expresión   rectura, documentada    en los Gromáticos: Die Schriften der romischen Feld­ messer. II, ob. cit., s.v., índice, p. 510.

 

[24] ABOSÓLO,  J.A., "Algunas reflexiones sobre la investigación de las vías romanas en España", Cuadernos de San Benito, 3 (Encuentros sobre el Tajo. El territorio y las comunicaciones), 1992, p. 81-82.

 

[25] COELHO FERREIRA DA SILVA, A., "As tesserae hospitales do Castro da Senhora da Soude ou Monte Murado", Pedroso, V.N. Gaia, p. 1-26; AE 1983,476.

 

[26] SCHULTEN, A., lberische Landeskunde. Geographie des antiken Spanien, Baden-Baden, 1974 (28   ed.), p. 449-458. Recordemos, tan sólo título informativo, la importancia otorgada a la sal de Cardona, citada por Aulo Gelio (2, 22, 29) sobre un testimonio de Catón (cf. p. 451).

 

[27] BLAZQUEZ, 1.M., "Las explotaciones mineras y la romanizaci6n de Hispania", La romanización en Occidente, 1.M. Blázquez, 1. Alvar eds., Madrid, 1996, p. 179-200, con bibliografía anterior.